Decía una antigua adivinanza surrealista: “¿En que se parecen un elefante, una zapatilla y un cepillo de dientes?” La respuesta era : “El elefante y la zapatilla en nada, pero el cepillo de dientes está puesto para despistar”.
Pues eso. Elegir y reírse no se parecen demasiado, pero una fecha puede despistar ahora mucho antes de que al fin se aclare todo, como podrá comprobar el amable lector que me soporte unos días más.
Pensaba en lo anterior cuando, con su habitual perspicacia y profunda lucidez,
Lunarroja escribía hace casi un mes sobre elecciones y renuncias y yo encajaba contra ese dilema gran cantidad de puntos densos de mi vida.
De antiguas reflexiones entresaco varias para que leáis, si os place, alguna como prueba no pedida que me acuse (excusatio non petita, accusatio manifesta) de que alguna vez he pasado por ahí con escaso éxito:
No parece posible vivir sin una búsqueda
constante de las cosas que nos faltan,
o que, al menos, así nos lo parecen.
Pero aún más laborioso es elegir
aquello que queremos,
pues cualquier elección supone mil renuncias.
Lo mismo que tomar la foto de un paisaje:
limitar la belleza ilimitada
con los marcos estrechos de una parte.
En este caminar que es la vida
se llega a divisorias
en que hay que decidir por dónde ir.
Permanecer por siempre quieto en la encrucijada
es quedarse con nada por quererlo todo.
Avanzo mientras dejo silenciosas
las dudas entre un quiero y un querría
tendidas en la inquieta encrucijada
en que debo seguir por un camino
y dejar los mil que no son míos.
Elige. Ser feliz es un albur
de una jugada frente a muchas otras.
Y no puedes parar, pues la quietud ya es
una apuesta entre otras contra el tiempo
que a veces urge, a veces se contiene
en la inmensa certeza de su razón final.
Personas, cosas, vientos y refugios.
Siempre hay un camino que elegir
bajo la sola guía del deseo dudoso
sin siquiera saber lo que en verdad buscamos:
tan torpe e inconstante se muestra nuestro instinto.
La disyunción del todo nos hiere como espada,
nos sorprende con voces de elección
donde sólo quisimos
recorrer los caminos ya sabidos.
Entre amores y ciegas amenazas
voy buscando camino cada día
de donde pueda huir a noches suaves
en las que el sueño vuele, nade o pare
este cuerpo que ignora
por donde habrá de despertar mañana.
De hoc satis. Valete. (Baste de dar el coñazo. Cuidaos)