29.11.06

Goteo nocturno

Una.
Revoloteo de la luz sin orden
en los ojos inciertos.
Dos.
Cansancio de los dedos lacios
en la espalda extranjera de las horas.
Tres.
El tiempo se ha parado,
quizás se haya perdido
en la terca maraña de algún ritmo.
Cuatro.
Sólo queda un sonido melancólico,
monótono, vulgar,
anestésico hiriente de un pensamiento en plumas
a lomos de este viento hipnótico y fatal.
Flujo disuelto en un silencio gris
que va, que viene, que viene y va
y vuelve a ir, venir, venir, y a ir...
...
¿Por dónde iba?

(Disculpad. La mente vuela con la madrugada. Lo que pasa con el vuelo de hoy es que no es lo mismo volar tras haber dormido poco y bien que tras haberlo hecho poco y mal. Así que para otro día os cuento el del vasco escayolado de la cabeza a los pies que explicaba lo que le había pasado: "¿Ves aquella pared de allá con ese cartel que dice se traspasa?...

Pues no.")

27.11.06

Una mirada sin palabras.

A las palabras se acostumbra uno
como al fiel diccionario que las suma.
Pero no a las miradas.
Lo descubrí una vez cuando el destino
cruzó las nuestras al azar de un día
después de haber mirado al mismo sitio
con devoción de éxtasis.
Todo ha ido pasando con los años
pero recuerdo aún aquellos ojos
como ávido pincel que dibujaba
la exacta y exhaustiva desnudez
de un alma sin recato vencida y entregada.
La vida cotidiana oculta siempre
esos impactos que un día nos hirieron.
Mas luego, con el tiempo,
cuando el silencio dice su verdad
sin nadie que confunda entrega por derrota,
sabes bien que el recuerdo de ese día
tendrá forma de lágrima
en el álgido instante de la ausencia
del primero que marche de los dos
y forma de consuelo
cuando el fin dé la paz
a los ojos, tan cansados, del segundo.

(Así se me vino ayer –insomnio aún de respiración costosa- con la bruma del amanecer difícil mientras el robledal y la montaña se iban crucificando en los cuatro cuadrantes de la ventana este).

24.11.06

Juntos

Descubres que quizás no son las cosas
las que señalan con su dedo al alma
el peso que sin duda has de guardar.
A veces es la prisa, a veces la quietud.
Pero otras veces son las manos enlazadas,
la honda sensación de coincidir
en el tiempo impreciso de la búsqueda
para tener un poco más que ver
en tardes quietas de evocar recuerdos
Pocos recuerdos quedan duraderos
sin manos amigas o miradas juntas
que hagan de la distancia otra conquista,
el sitio amable en que estuvimos juntos.

22.11.06

Franja

Por una franja estrecha,
como un rayo de extrañas galerías
en la entraña del aire indefinido,
se abrió paso la vida.
Y pienso: ¿cual de las ranuras futuribles
de la rosa infinita de los vientos
guardaba para mí
el rostro indefectible que descubro
algunas veces, como en sueños,
flotando en mares de ternura,
todo mirada sin palabras?
Por una franja estrecha la vida se abre paso.
¿Quién establece el quiebro de la ruta
dejando tanto velo por alzar?
Cada punto del tiempo de mi vida
muere mil muertes no queridas
mientras busca el camino inexorable
que le lleva en zigzag a su destino.
Mientras tanto, como Machado,
voy buscando caminos de la tarde
desde mi estrecha senda.
Cada punto del aire es una estrella,
cada pulso del tiempo, una mirada.
En tanto espacio hay sólo
una fina y escueta franja abierta:
el hueco en que se asoma la esperanza.

20.11.06

Dos Pinceladas (Un atasco de narices)

Un grito en la arena.
Contienes tu respiración y escuchas.
Silencio.
Otra vez el desierto.
Y tú ¿qué pintas en el cuadro?


Una estrella: un deseo.
Cuando le llegue tu deseo
ya te habrás ido.
La miras otra vez
y te despides.

17.11.06

Tocando las narices.

Pocas palabras tienen una riqueza de uso y una variedad de matices tan amplia como la palabra nariz.

Me atendré a la consideración estricta de las expresiones recogidas por la última edición del DRAE en la esperanza de que también allá por mis queridas Américas se usen también del mismo modo.

Cuando me metí en la aventura de mejorar las prestaciones de mi apéndice nasal, duramente castigado por las poluciones nefastas de la gran ciudad y por la carga congénita que ya había señalado a la mitad de mi familia como manifiestamente mejorable en cuanto a capacidad de olfato y amplitud del orificio respiratorio, ya me daba en la nariz que no habría de salir mejor parado que los otros tres hermanos que me habían precedido en el quirófano.
Así que tras un largísimo intervalo de más de un año buscando remedio a dolores de cabeza, dificultades respiratorias, ausencia de olfato y catarros antológicos, me planté con un par de narices ante el otorrino y manifesté mi deseo de pasar por el quirófano. Pero el otorrino de las narices trató de disuadirme por aquello de que, si ya había aguando así más de sesenta años bien podría seguir de la misma manera. Ante tal razonamiento de quien no veía mucho más allá de sus narices, consiguió hincharme las mías y le restregué por las suyas mi firme voluntad de poner un posible remedio a mis deficiencias nasales.
Dicho y hecho. Con todos los papeles en regla procedo a presentarme en el mostrador donde se prepararía mi ingreso para la intervención. Se me hacen las pruebas pertinentes en un par de semanas y, tras la preceptiva visita al anestesista entro en la famosa lista de espera quirúrgica cuya agilización hasta un máximo de 30 días es –para quienes no lo sepan- uno de los compromisos adquiridos por la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid a quien no parece importarle mucho el tiempo, superior a veces al año, como en mi caso, que uno pudiera haber tardado en llegar hasta aquí.
Un día después de haber entrado en la lista de espera, recibo una amable carta del señor Consejero que me comunica haber tenido noticia de mi entrada en la lista de espera quirúrgica y me recuerda lo buenísimos que son por todo lo que hacen por el bien de pacientes como yo. Me proporciona una tarjeta con una clave de veinte signos para que, a través de Internet pueda estar informado en todo momento de mi situación en dicha lista y el plazo aproximado de mi intervención.
Gratamente sorprendido por tanta eficacia espero unos días para informarme y entro por fin en la página correspondiente para comprobar, como me temía, que consta de una estructura altamente laudatoria para la mencionada Consejería contando sus innumerables excelencias y el esfuerzo que hacen por cumplir.
Y aquí comienzan a TOCARME LAS NARICES: La información al usuario es la última de una serie de apartados destinados a hacerse publicidad a costa del sufrido usuario. Cuando llego a mi caso anoto los datos: tiempo medio de espera en mi Centro de Intervención: 11 días. Pacientes en lista antes de mí, 16. Los tres días posteriores mantienen esos 16 pacientes, con lo cual intuyo que no han operado a nadie en esos días. Los tres días posteriores bajan ese número a 14 donde se mantienen otros tres días. Después de esos días recibo una llamada de mi Centro Hospitalario diciendo que hay retraso y que tengo que pasarme a otro Centro (privado) porque si no tendría que esperar hasta diciembre (No salgo de mi asombro: ¡14 delante y una demora de dos meses!). Doy mi consentimiento y me dicen que ya me avisarán desde mi nuevo Centro. Yo, mientras tanto, sigo consultando la página de la Comunidad para comprobar cómo va disminuyendo el número de pacientes anteriores a mí en lista hasta llegar a 3. Alarmado porque no me avisan trato de informarme a través de teléfono y me entero de que el Hospital Privado en donde supuestamente me iban a operar había rechazado mi intervención porque era complicada y, por consiguiente, seguía en el mismo Centro original. Ante mi extrañeza de que no me hubiesen avisado teniendo tres por delante sólo percibo en la telefonista un deje irónico cuando me dice :”No se vaya usted a creer que eso funciona así como parece. No logro informarme cómo funciona al margen de lo que parece y sólo me dice que me avisarán con una semana de antelación. Efectivamente, el número 3 se estabiliza durante una semana como prueba clara de que están tomándome el pelo con ese número hasta que por fin me avisan de que mi intervención queda programada para el día 6 de noviembre y que me operarán el primero hacia las 8:30 de la mañana. Paso la noche en el Hospital y al día siguiente me avisan a las siete para que me vaya preparando...8:30; 9:00; 10:00, 10:30... y nada. Al final avisan a mi compañero de cuarto (programado para el último) que quizás no tengan tiempo apara intervenirle. Pero todo habría de ser peor para mí: de los cuatro programados el cuarto pasa al primero (lleva mucho esperando, dicen), el segundo es inamovible porque está tomando anticoagulantes, y de los dos que quedamos eligen el otro porque lo mío es más complicado y ya no les queda tiempo. Así que tengo que volver a casa con la intervención aplazada hasta el 15 de noviembre. Mientras tanto mi número de orden sigue impertérrito con tres delante de mí y la intervención programada para tres días ya pasados. De repente aparece la intervención programada para el 15 con 0 personas delante de mí. Lo cual indicaría –de tomárselo uno en serio- que durante cinco días me van a tener reservados los dos quirófanos de la planta para mí....

Bueno al fin todo se llevó a cabo y AHORA SÍ QUE ME TOCAN LAS NARICES (eliminación de pólipos, corrección de desviación de tabique nasal y limpieza de senos paranasales) y heme aquí con un atasco de narices, narices hinchadas, garganta irritadísima por la sonda traqueal y una sensación de tener la cara transitada por una caravana de camellos. Ayer me dieron el alta médica no sin antes advertirme de que me aguantara si estaba molesto y que no me tocara las narices hasta que comenzase a respirar dentro unos cinco días.
Hoy me pongo al ordenador para cumplir lo prometido de informaros por más que me encuentre en una situación poco favorable para escribir pero alto el arrastrado ánimo como es norma en esta casa.
Confío en poder, algo más adelante, comentaros otras experiencias de estos días en que me tocaron más las narices de lo que os llevo aquí comentado. Perdonad la parrafada.
Intentaré leeros y comentarios en la medida de lo posible, pero no estoy muy seguro de que pueda cumplir por culpa de la especie de borrachera en que estoy sumido y de la orquesta de grillos que se me han instalado dentro de la cabeza.

Acabo de mirar mi caso en la página de la Comunidad de Madrid y ¡por fin es correcta! Se me comunica que ya he sido operado (cosa que ya sabía) y que el tiempo medio de espera quirúrgica en mi Centro Hospitalario es de 14 días hábiles. Pero no me dicen que han tardado 24 días hábiles en mi caso y que en total han sido 36 días de espera por lo que no han cumplido los treinta días máximos prometidos.

Un fuerte abrazo.

14.11.06

Encuentro (contigo mismo)

Largo tiempo has deseado
una oculta razón que te venciera,
una estricta llamada convocando lenta
los secretos recodos de tu afán.
Y era el ansia de verte
en los ecos sonoros de tus ojos
forjados en palabras y silencios del alba,
aunque siempre dijiste
que era tan sólo un cántico hacia el viento.
La vida no ha querido
que sintieras tus pasos a tu lado
mientras los desgranabas en esa hora incierta
en que hablabas al hombre que siempre va contigo.
Siempre lo has dicho así:
Voy pintando silencios como el aire que expulso
después que me ha invadido
y ha dado un empujón
al péndulo vital que me sostiene.
Sin embargo te encuentras muchas veces
sorprendido al final de tus palabras
intentando soñar en esos sentimientos
que un azar imposible suscitara
en otros labios que a su vez te beben.
Y sospechar así
que has encontrado al fin a quien deseas,
ese reflejo tuyo imaginado
y que al fin, como en sueños,
te sintieras herido de un encuentro
que hendiera tus palabras con su abrazo.
Uno por fin contigo y con tu sueño.

10.11.06

Gestos irremediables.

Me odiaréis de por vida si seguís leyendo y nunca habíais reparado antes en lo que a continuación os voy a comentar. Porque es asunto probado que la vida reserva profundos misterios además de los consabidos de las grandes preguntas sobre origen y destino de nuestro quehacer por estas zonas del tiempo que habitamos. Y que hay otros muchos que es mejor ignorar para no complicarse la vida.
Seguramente habéis reparado en la extraña necesidad que nos obliga a comenzar siempre por el mismo brazo cuando queremos cruzarlos o la fatalidad con que al entrelazar los dedos de ambas manos se nos impone un dedo índice concreto como extremo superior de dicho entrelazamiento o, incluso, la imposibilidad de entubar la lengua con curvatura contraria a la que utilizamos habitualmente.
También quienes conducís vehículo motorizado por carretera habréis constatado la fatalidad que nos obliga a no poder estornudar con los ojos abiertos y que nos hace ponernos en guardia y aferrarnos al volante al menor cosquilleo en la nariz que nos lleve al implacable estornudo.
Igualmente, en cuanto a gestos se refiere, tengo uno en estudio que aún no sé si es generalizado o es una señal ineludible que acompaña a toda atención absorbente como una manía entre tantas (como la de sacar la lengua o entrecerrar los párpados ante un trabajo delicado): la imposibilidad de mantener despiertos el ceño sin fruncir por más tiempo que unos breves minutos. Con la inestimable colaboración de un amigo que me avisaba de vez en cuando poniéndome un dedo en la frente y diciéndome: “¡Otra vez!” comprobé tal extremo al que yo correspondía con igual observación con respecto a él cuando menos se lo esperaba.
Y qué decir de la imperiosa necesidad de quitar un hilo colgando impúdicamente de la solapa o pechera de cualquiera –especialmente si se trata de padres meticulosos o serviciales cónyuges- aunque se sepa de la conocida broma del hilo conectado a un carrete oculto bajo la ropa...
Pero el no va más de los misterios lo tengo ya asumido como algo tan fatal como el teorema de Murphy (lo que puede suceder sucederá) o el teorema –sólo para hombres- de Morcillo (la última gota en el calzoncillo):

¡ NO ES POSIBLE PELAR PATATAS CON EL ROSTRO RELAJADO!

Comprobadlo antes de tacharme de exagerado o alarmista y comprobaréis que hay cajas, como la de Pandora, que es mejor no abrir so pena de pasarse el resto de la vida intentando lo imposible o resignarse a lo inevitable antes de acabar cortándose sin remedio.
Siempre me ha intrigado la posibilidad de haber observado la cara de Buster Keaton o de Humphrey Bogart mientras pelaban patatas.

Lo dicho. Esos son misterios y no el sexo de los ángeles.

8.11.06

Sueños que queremos que nos engañen

Carz, profundo pensador, excelente conversador y mágnífico poeta me pregunta, desde una supuesta ingenuidad, por el destino o ubicación de los sueños que uno desea que nos engañen y a los que aludía en mi último escrito.
Trato de responderle aquí también con la ingenuidad de quien quisiera que sus versos fueran una reflexión supuestamente filosófica sobre la realidad más que un relámpago huidizo sobre un sentimiento, un impulso o un deseo latente tras un verso.
Quizás de joven uno llegue a creer que cualquier cosa en la que uno sueña como alcanzable podría llegar a realizarse y agregarse a nuestra vida como una conquista.
Pero cuando el tiempo, estrecho o realista, nos convence de que lo soñado no es alcanzable uno se resiste a olvidarlo y lo almacena, como un engaño deseado, no sé dónde, pero sí de diversas maneras:

Como la cicatriz de una herida tal como hace tiempo intenté describir en el esfuerzo de un sueño abandonado:

“El sueño, como espada,
así hiere la vida
que ni la tierra ni el cielo
pueden ya sembrar descanso al corazón”

Como una herida abierta a modo de abismo infranqueable, tal como ya incluí en un comentario a un escrito pasado:

“El sueño divide nuestra vida en los dos labios de una herida: una siembra de distancias en los ojos que emborrona lo cercano y un verdor de ilusiones que lo encumbra. Y es que el sueño pesa y eleva como el aire que respiramos. Y la vida con él oscila desde el cielo hasta el abismo.”


Como una obligación moral de transmitir lo que uno alguna vez intuyó como posible o deseable:

“Tú, testigo del sueño,
estás ya encadenado a la palabra
que nos lo traiga.
Y a su búsqueda.”

Como el recuerdo de un deseo de aliviarnos del peso de la realidad:

“El alma que una vez estuvo presa
construye en cada instante su peldaño
para alzar la mirada que nos pesa
al sueño que tuvimos desde antaño.”

Como un lugar en que nos perdemos, tal como una vez escribía en una reflexión al espléndido poema de Rilke, Wie ein Speer (Como una jabalina):

“Yo tan sólo quería ser la lanza
que espiara de lejos las estrellas.
Nunca quise llegar de aquí hasta ellas.
Sólo quise mirar con esperanza.

Pensaba que una estrella no se alcanza
más que cuando se sueña en cosas bellas.
Sólo quise soñar sueños sin huellas...
pero surgiste tú en la lontananza

y me has lanzado lejos, sin espera.
Y corrí, loco, ansioso, hasta tus brazos.
Me he perdido en tu hielo y en tu hoguera

y ahora ya no sé donde estoy. Los lazos
que amarraban mi alma desde fuera
han soltado mis sueños, mis abrazos...”


Como una huida de la realidad no deseada:

“Cuando el sol es castigo
se hace sueño la lluvia de la tarde”.


Como el ideal rebajado por lo acostumbrado. Así lo expresaba hace tiempo:

“Ningún recuerdo ya nos estremece
ni un contacto nos dice nada nuevo.
Hace ya mucho tiempo que te llevo
como hiedra de amor que en mi alma crece.

Sueño en ti cada día que amanece,
que te veo al compás de su relevo,
que en mi sed te hago agua y que te bebo
y que tú me haces viento que te mece.

Pero el día se lleva cada sueño
o quizás nuestros sueños no coinciden
en dibujarse al tiempo sobre el ceño.

Son muchas las arrugas que lo impiden
y el tiempo hace inútil nuestro empeño
de hallar la paz que nuestros sueños piden.”


Y, para finalizar lo interminable, como una construcción etérea de lo inexistente, de ser lo que quisimos ser y ni fuimos ni seremos:

Sé muy bien que la luz de las estrellas
me está hablando de cosas que no existen
y que el mensaje de lo que son ahora
llegará cuando yo ya me haya ido.
Sé muy bien que el paisaje en que me pierdo
cuando cierro los ojos y contemplo
el cielo añil de las miradas vivas
que antaño me miraron ya no existe.
Sé muy bien que los sueños de otros mundos
que sueño que vendrán son sólo sueño
y es probable que existan solamente
en la sed que me acosa mientras ando.
Sé muy bien que el reflejo de mis ojos,
de mi piel, de mis labios es tan sólo
el sonido automático del alma
que existe sólo para hacer que existe.
Sé muy bien que el destino de mi estrella
es mandar el mensaje de mi vida
a través de distancias infinitas.
Sueño que al llegar alguien descubra
que existió alguna vez una esperanza,
una gris voluntad de estar viviendo:
ser lo que quiso ser, no lo que fue.

5.11.06

Tantas veces

Tantas veces viniste hasta mis ojos
con la luz principiante de la aurora
que nunca he de saber
si eras rastro de un sueño
o el sueño de ese rastro que seguimos
cuando el sueño nos vence con su olvido.
Tantas veces tu velo dibujaba
nieblas lentas de azogue en mi mirada
que en la mancha de mis ojos
extendidos al aire de mis momentos solos
nunca supe si amaba la distancia del viento
o el rumor de tus ojos en la brisa.
Los sueños nos engañan tantas veces...
Tantas veces queremos que lo hagan...
Porque el ácido son con que la vida pasa
no es bastante canción para atraernos
tantas veces por eso he compartido
el dolor de tu ausencia
con paisajes y músicas
que habita en el borde de mis sueños
antes de que me mires, ya despierta,
y acurruques tu voz tan soñolienta
en el áspero inicio de otro día.


(Estaré K.O. dos o tres días y no podré ni leeros ni comentaros. Me resarciré después)

3.11.06

Recórreme

Yo querría haber sido la distancia
que tú hubieras tenido que salvar
para llegar al punto que soñabas.
Porque me imaginaba que ese punto
lo había conquistado con mi cuerpo.
Pero ignoraba si quizás sabrías
los caminos más cortos para hallarme,
las horas más propicias para emprender la marcha,
los sitios de refugio en horas de tormenta
y la paciencia exacta para seguir mis huellas.
Y es que llegar no es todo:
las horas de la marcha son también
el modo que tenemos de querernos.

1.11.06

Palabras como viento

Y de nuevo otra vez me tienen las palabras
y no yo a ellas. Arrastrado soy
por ese vértigo de viento agudo
que hiela, empuja, mece, agita
la mudez que quisiera abandonarme
en la falaz parada del haber llegado.
Extraña sensación de estar moviéndose
en la quietud profunda de la contemplación.
Da lo mismo el lugar a que ese viento lleve.
Al final las palabras acaban reposando
en las dulces praderas del edén
donde el viento profundo es la sorpresa.
Sorpresa de moverse y repetir
el mismo canto que nos susurra el viento.