31.1.07

Culpables

Dispongo con el día la mesa del futuro
trazando las jugadas del juego de la vida.
En este laberinto no queda otro remedio
que el correoso azar lastrado de memoria
y de ese inútil arrepentimiento
que nos hace acusarnos
de no prever la ruta imprevisible.
Malo avanzar a tientas;
peor aún saber que algo dejamos.
Culpables de seguir lo malo conocido
y de dejar lo bueno que aún no conocemos:
culpables por creer que existe lo mejor
tras otra puerta que quedó cerrada.


26.1.07

Hace un año (2)

El olvido lleno de memoria.

En la zona de la derecha de la página que ojeaba con inmensa curiosidad había muchos enlaces. Uno me llamó la atención por esa cita de Benedetti que me hizo seguirlo a fondo y copiarlo página a página para leerlo con ojos perdidos durante fines de semana refractarios a Internet.

Tras el nombre de la diosa Athena había algo que calaba hondo.

Dos ejemplos de enero de 2006:

Un poema :

Hoy la Luna de las seis de la mañana abría un paréntesis plateado.
Y un poco más allá Venus circunspecta y expectante la miraba preguntándose cuanto duraría.

O estos párrafos:

“David nos llevó a casa, cómo no. Me dejó en el portal y antes de bajarme de su coche me hizo dos preguntas: cuándo había pasado y cuánto iba a tardar.
Yo miré por el cristal del coche. En mi reflejo la lluvia hacía descender una lágrima de mentira por mi cara. Y me acordé de otro reflejo.
Mis re
spuestas fueron: cuando se entierran a los muertos y a algunos vivos y que no sabía cuánto tardaría porque se me acababa de soltar el segundero del reloj. Y me bajé del coche sabiendo que David no necesitaba una respuesta más larga ni más concreta para entenderlo todo.”

Hoy, tras algunos cambios de fachada, sigue escribiendo igual de bien como Alicia 2.0.

Entiendo que es de justicia que, al recordar los pasos inmediatos a mi aparición activa por aquí, tenga un recuerdo agradecido a su cálida forma de comunicarse.

Por eso quisiera dedicarle estas líneas:

Anidaban las sombras como se ausenta la luz en crepúsculos precoces. Y se posaban lentamente como copos en los ojos de invierno del exiliado.
Y así –sombra y nieve- inundó la paz la enorme latitud de los cansancios. Y aquí el vuelo, la laxitud, el abandono, el sueño…
No dormía, sin embargo: en la escasa fosforescencia de la noche callada en el fondo de los ojos las palabras como besos…
Y entonces cerró los ojos y se dejó besar soltando la torpeza de las palabras más sonámbulas como el regalo más tierno de la más profunda sabiduría:

Volaba imaginando que era el aire
la conquista tozuda de mi vuelo
pero volví y me dije:
el aire de tu altura me es ajeno
como el soplo divino de edenes lejanísimos;
el aire que me tiene es el mío
el mismo aire de los besos
a la altura precisa de mis labios
aquí sobre la tierra
en que mi peso terco se resigna
y el latido en mis manos
es el don más amado del tiempo que he de dar
a estas manos tendidas como alas
acogiendo en las suyas mis miradas perdidas.

24.1.07

Leve


No aspiro a ser la luz de una hora llena.
Me basta ser un marginal crujido
con que el tiempo delate su condena
y empuje a ser aquel que no hemos sido.

Ignoro si al compás de cada pena
la risa oculta su cordial latido,
hay una caricia en la cadena
o una brisa en el párpado dormido,

pero quiero soñar en despertarlas:
risas, caricias, brisas... sin quemar
ni llantos ni cadenas, sólo ahogarlas

en las aguas inmensas de algún mar:
palabras sublimadas de las charlas,
poemas bajo el sol de un caminar.

22.1.07

Reflexiones de una madrugada de domingo a solas


Preguntaba Pato cómo se hace para no escapar del tiempo.

La pregunta venía al hilo de mi anterior entrada en la que yo pretendía reflexionar, con esa ambigüedad que se cierne siempre sobre la duda y la bruma de los versos, acerca de ese raro destino de nostalgias o anhelos, de huidas al pasado o al futuro que nos impiden vivir el presente.

En una respuesta estaba ayer cuando los lucidísimos 90 inminentes otoños de José Luis Sampedro (a quien nunca he dejado de ver con su vitalidad de hace cuarenta años en sus clases de Estructura Económica) me presentaron desde el “Informe Semanal” de TVE 1 sus respuestas sobre el fin y sobre el amor:

Estar sin temor en una sala de espera esperando que le llamen.

Encontrarse de nuevo con la ternura…


Yo no sé si él ha escapado del tiempo o ha aprendido a no escaparse de él a fuerza de enfrentárselo ( quizás para mí ya está por encima del tiempo), pero, puesto que a él le debo esa férrea tozudez de adelantarme al tiempo levantándome a mirar antes de que amanezca, no puedo dejar de confesar mis dudas tras mi lucha contra la brevedad del tiempo y escribo:


¿Tenemos tiempo?

Decimos: tengo tiempo, no lo tengo,
me viene corto, lo he perdido
o bien lo necesito.
Como si fuera algo manejable
que se da o que se quita
y no el pulso secreto en que podemos
decir que estamos vivos o morimos.
Tan sólo en nuestras manos
el tiempo es nada más lo que tocamos
antes de que se vaya.

¿Tiempo detenido?

Espero aún lo inesperado:
esa aguda sorpresa como rayo
que habrá de detener el tiempo
en un tendido éxtasis de olvido,
de paz o indiferencia.
Eso tiene el fulgor de la belleza
haciendo de un momento algo infinito
eterno ya por fin en la memoria.


Cuando acabo de escribir lo anterior la claridad del alba de este raro invierno, aún otoñal o ya primaveral, empieza a deslizarse desde las cumbres cercanas sobre el arañazo de las copas desnudas de los robles y el claro desafío de verdor de los pinos. He levantado la vista del ordenador en que escribía y he mirado lejos, muy lejos…


He regresado hace un rato al tiempo del que me acabo de escapar. La pantalla del portátil está negra y, cuando muevo el ratón un mensaje me dice que está bloqueado y sólo yo puedo desbloquearlo con una contraseña.

No sé cuánto tiempo ha pasado.

¿Es esto escaparse del tiempo o es caer de nuevo en él?

Y es que no sé como vivir sino saltando de estar sin él a estar con él.

Y viceversa.

Pero no sé en cuál de los dos momentos estoy huyendo.


19.1.07

Si alguna vez...

Si alguna vez nos fuera el tiempo más propicio
y señalara sin rencor ni envidia
los rincones más tibios frecuentados
quizás no fueran gélidas las tardes
en que miramos horizontes vanos
con los ecos nostálgicos de nuestra voz cansada.

Si alguna vez osáramos huir
a lo dejado sin hacer del todo
para acabarlo y ver
que de todas maneras
hubiera sido todo igual
quizás aceptaríamos sin queja
el rostro conocido del mañana.

Si alguna vez viviéramos el tiempo que nos queda
sin creer que pagamos nuestras deudas
nuestra vida sería vida sólo
y no una huida al tiempo
que ya o aún no está en nuestros relojes.

17.1.07

Hace un año.


Yo aún no estaba aquí. Es más ni siquiera sabía de este inmenso y sorprendente mundo de los blogs.

Ya era, sin embargo, adicto impenitente al refugio cálido y silencioso del alba donde poder hablar al “hombre que siempre va conmigo”.

Con ciega terquedad me dejaba llevar flotando por los suaves vientos que mecen el espacio de los ojos cerrados donde no sabes si duermes o velas y luego escribía implacablemente para mí solo, por encima de todas las ganas o desganas, de todas las humedades o sequedades, de todas las inspiraciones o cegueras unas líneas con las que dejaba constancia de mi paso por el tiempo desolado o pleno del calendario.

La música siempre me ha sido fiel aliada en ese vuelo –o torpe reptar- de las horas tempranas.

Siempre me gustó el Orfeón Donostiarra y no fue por tanto extraño que un día escuchara con especial curiosidad. su versión de una pieza preciosa de un para mí a la sazón desconocido Mikel Laboa: “Txoria txori”


Mis conocimiento de euskera son -desgraciadamente- tan limitados como los que puede tener quien sólo lo estudió siguiendo el curso programado hace tiempo por TVE en horas tempranas simultáneamente con el de catalán y gallego. Claro que bastó que un imbécil me dijera que para qué quería un idioma que sólo servía para hablar con los perros para que decidiera profundizar algo más en él. Así que, desde mi ignorancia, me quedé sorprendido por ese título (“El pájaro es pájaro”) y por la letra que torpemente transcribí:

“Hegoak ebaki banizkio
nerea izango zen,
ez zuen aldegingo,
baina honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik txoria nuen maite.”

Su traducción aproximada me intrigó a la vez que me dejaba algunos flecos pendientes. Así que encendí el ordenador y me conecté a Google. Una página atrajo mi atención con una foto de Laboa, una cita de “la pelota vasca” y una traducción de la letra buscada:

“Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no se habría escapado.
Pero entonces
ya no habría sido un pájaro.
Y lo que yo amaba era un pájaro”

Bueno, lo confieso, me emocioné. Vi que había gente que comentaba. Vi que había otros escritos del mismo autor que leí con avidez, sobre todo uno, titulado “extravío” que me impactó especialmente y que alguien sorprendentemente lúcida, que firmaba “Siloam” relacionaba con Pessoa y que otra mucha gente alababa merecidamente

Y otro, perfecto, titulado “piedra”

Seguí leyendo…

Ya había caído, casi, en esta dulce trampa.

Gracias mil, Manuel H.

15.1.07

Detalles

Demasiada palabra nuestra vida.
Demasiado su origen, su curso, su destino.
Lo que a nosotros toca
no es otra cosa que el detalle humilde,
el pinchazo levísimo del tedio,
la pequeña amargura del olvido,
la huidiza caricia de la aurora,
el cárdeno crepúsculo del día.
Un final sin mayúsculas ni trazas,
mero cerrar la puerta sin portazos.

12.1.07

Amores


(Así los sueño)


Odié el aire que no te trajo a mí
y el sonido que no te me cantó.
Me insultó la presencia que me llevó a tu ausencia
o la palabra que me habló de vidas
fundadas en tu muerte.
Aborrecí esos sueños en los que tú no estabas
y el color de los ojos distintos a los tuyos.
Nada más amo soledades hondas
y silencios profundos
en los que se haga tu deseo herida
de la que nunca sane
si no es con el contacto de tu mano
o se haga lejanía tu añoranza
que sólo se resuelva con la cálida luz
que encenderá tu vuelta.


(Así los vivo)

Me repito si hablo; lo olvido si no hablo.
Si lo digo, pesado; ausente si no lo digo.
Si hablo soy soberbio; soberbio si me callo...
pero lo cierto es que te amo en los dos casos
aunque para ello tenga que escaparme
al sitio en que no estás y te deseo:
trabajo, sueño o alba
donde no importe si hablo o si me callo.

10.1.07

¿Palabras?


De los cuatro elementos en que la vida muere
uno tiene profundas preferencias.
Entre el aire y el agua es muy difícil la elección
una vez descartado el peso de la tierra
y el exceso del fuego.
Del agua tomaría su reflejo,
su gran facilidad en dividirse
hasta flotar en nubes con regreso,
su gran capacidad para aliviar el lastre
de la vida más densa y arrastrada,
su inmensidad de ocultos horizontes
y abismos insondables.

Justo lo mismo que en su cuerpo temo.

Del aire tomaría su silencio
capaz de transformarse en olas y susurros
sobre el blando verdor de las alturas.

Justo lo mismo que sin la luz me aterra.

Y así, entre amores y amenazas ciegas,
voy buscando camino cada día
de donde pueda huir a noches suaves
en las que el sueño vuele, nade o pare
este cuerpo que ignora
por donde habrá de despertar mañana.


8.1.07

Fiarse


Dije fidelidad
y me quedé pensando si mentía.
Porque yo nunca puse confianza
donde tuviera que desconfiar
de mi propia mirada o mi razón.
O sea que en el fondo
uno sólo se fía de sí mismo
aunque tome a los otros por pretexto

5.1.07

¿Filosofía?


La filosofía nunca fue mi fuerte en aquel bachillerato de letras que acogió mi huida de las matemáticas. Al lado de las firmes convicciones con que las ciencias físicas dejaban caer sus respuestas a muchas de mis preguntas las verdades metafísicas llevaban aparejadas siempre un sinfín de opiniones mojadas en ideologías de sospechosas raíces en las que las religiosas siempre acababan llevando supuestamente la razón. El resto estaban inundadas del fracaso del olvido o del de su inconsistencia.

Así que las que más me convencían eran propuestas como erróneas y las menos atractivas se me imponían como verdades indiscutibles. No es extraño que acabara dando de lado tan extraña asignatura en la que nunca podía reflexionar con libertad hasta que los años me dieron –junto con las crisis- la libertad suficiente para volver a ella.

Tampoco extrañará que en ese desierto me fuera tabla de consuelo –ya que no de salvación- un grueso cuaderno de apuntes que un alumno de cursos anteriores me pasó por ver de ayudarme en mi perplejidad y aburrimiento. Yo también se lo pasé a otro con lo cual no puedo ahora citar nada más que de memoria frágil las sabrosas palabras que su portada de hule ocultaba bajo el anodino título de “Apuntes de filosofía”.

Comenzaba de un modo parecido a este: “Mientras lejos de aquí hay flores esperando a inquietas mariposas y los pinos ofrecen su verdor a un cielo esplendoroso yo me veo relegado a esta triste situación de anotar las tonterías sin las cuales no podré pasar al curso siguiente...”

A lo largo de sus numerosas páginas abundaban sabrosísimos comentarios al margen donde se entremezclaban con dibujos de pájaros, rinocerontes o retratos estilizados de barbudos filósofos (“De fondo la tos del acatarrado de turno mientras mi compañero mancha con rayas inútiles los bordes de las páginas del libro...”)

El profesor era un fraile leonés que –según sus orgullosas palabras- pasó con dignidad la guerra como “miliciano de cultura” después de demostrar que era tan capaz de segar diestramente con hoz y guadaña como de enseñar a leer y escribir a los numerosos soldados que aún no sabían hacerlo. Su esquelética figura se veía menguada al lado de una mata negra de pelo que brotaba del extremo de su nariz y que recibía las continuas visitas de su dedo índice mientras introducía todas sus explicaciones con un compás de espera inexplicable (“ahora ‘spera” –solía decir).

Cuando cierro los ojos de madrugada sin saber si recuerdo o sueño o si estoy despierto o dormido me vienen esos recuerdos tan adornados por mis futuras experiencias que hasta lo que entonces fue aburrido hoy se me hace amable y acogedor.

Y agradezco entonces el sabor de estos recuerdos a aquel anónimo y sabio alumno que con sus marginales apuntes supo dejar un aroma amable en medio del desierto de quienes nunca supieron poner un ápice de poesía en aquello en lo que –quizás- nunca creyeron.

1.1.07

Año nuevo

No nos soliviantemos, nada pasa.
Mantengamos la calma.
No corráis, que es peor.
Estad tranquilos, no hay por que alarmarse.
Es sólo un día más.
Como los otros.