Yo aún no estaba aquí. Es más ni siquiera sabía de este inmenso y sorprendente mundo de los blogs.
Ya era, sin embargo, adicto impenitente al refugio cálido y silencioso del alba donde poder hablar al “hombre que siempre va conmigo”.
Con ciega terquedad me dejaba llevar flotando por los suaves vientos que mecen el espacio de los ojos cerrados donde no sabes si duermes o velas y luego escribía implacablemente para mí solo, por encima de todas las ganas o desganas, de todas las humedades o sequedades, de todas las inspiraciones o cegueras unas líneas con las que dejaba constancia de mi paso por el tiempo desolado o pleno del calendario.
La música siempre me ha sido fiel aliada en ese vuelo –o torpe reptar- de las horas tempranas.
Siempre me gustó el Orfeón Donostiarra y no fue por tanto extraño que un día escuchara con especial curiosidad. su versión de una pieza preciosa de un para mí a la sazón desconocido Mikel Laboa: “Txoria txori”
Mis conocimiento de euskera son -desgraciadamente- tan limitados como los que puede tener quien sólo lo estudió siguiendo el curso programado hace tiempo por TVE en horas tempranas simultáneamente con el de catalán y gallego. Claro que bastó que un imbécil me dijera que para qué quería un idioma que sólo servía para hablar con los perros para que decidiera profundizar algo más en él. Así que, desde mi ignorancia, me quedé sorprendido por ese título (“El pájaro es pájaro”) y por la letra que torpemente transcribí:
“Hegoak ebaki banizkio
nerea izango zen,
ez zuen aldegingo,
baina honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik txoria nuen maite.”
Su traducción aproximada me intrigó a la vez que me dejaba algunos flecos pendientes. Así que encendí el ordenador y me conecté a Google. Una página atrajo mi atención con una foto de Laboa, una cita de “la pelota vasca” y una traducción de la letra buscada:
“Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no se habría escapado.
Pero entonces
ya no habría sido un pájaro.
Y lo que yo amaba era un pájaro”
Bueno, lo confieso, me emocioné. Vi que había gente que comentaba. Vi que había otros escritos del mismo autor que leí con avidez, sobre todo uno, titulado “extravío” que me impactó especialmente y que alguien sorprendentemente lúcida, que firmaba “Siloam” relacionaba con Pessoa y que otra mucha gente alababa merecidamente
Y otro, perfecto, titulado “piedra”…
Seguí leyendo…
Ya había caído, casi, en esta dulce trampa.
Gracias mil, Manuel H.