6.7.07

Faltáis

Escribía esto ayer desde la sierra madrileña, al amanecer, como siempre hago desde hace mucho tiempo. Apenas se esboza la claridad del día contra el borde recortado de la montaña y me apena que durante algo más de un mes no vaya a poder pasar por aquí, previsiblemente, por falta de conexión a la red. Ni siquiera podré comentaros hoy por falta de tiempo. Así que os dejo esto hasta mi vuelta. No os vayáis muy lejos. No me hagáis mucho caso. A veces se vuelve uno asquerosamente sentimental.

Besos y abrazos a todas y a todos.


Sois el silencio hiriente
clavado en el silencio de la paz.
El viento se ha callado
y empiezan los gemidos de la casa
al lamido del sol de la mañana
y al son de los cencerros del ganado.

Vuestra distancia invade
los reflejos del valle sobre el verde,
como ese dolor lento de los ojos
cuando se abren sin nada a que mirar.

Es extraño el vacío
cuando es debido a la presencia
de algún hueco de voz en el paisaje.

Sois abrazo sin pecho en que apoyarse,
la lágrima sin tierra que mojar,
una carta doliente sin destino,
reloj sin horas que contar.

Ausencia.

4.7.07

Mírame

Mírame.
Déjame en el aire la sospecha
de sentirme observado.
No se puede vivir
sin la estúpida necesidad
de ocupar un lugar en el espacio
y no ser invisible.

Mírame hasta que encuentres mi mirada
y huyamos luego a esa indiferencia
que nos hace no ser
hasta sentirnos otra vez mirados.

Somos tantos en esta larga senda
que a veces solo vemos la distancia
recorrida y el espacio
en el rayo caliente de otros ojos
cargados de silencio.
Apenas un contacto etéreo
y sentir compañía
entre la sombra.

2.7.07

Espejismo

El día esboza un canto de espejismo,
fugaces guiños que en la sombra crecen.
Lo sabes y no obstante
acumulas en sus fantasmagóricas luces
toda el ansia del verso soterrado
porque sabes también
que la escasa distancia entre el verso y la noche
se cifra en ilusiones tan reales
como el día manido que transitas.
Y es entonces cabal hipnotizarse,
perderse en las paredes y las puertas
fundiendo los recuerdos y esperanzas
en un único espacio nunca hollado.
Nunca a él llegarás. Ya no te engaña
el canto traicionero de la aurora.
Pero eres extranjero de los días,
apátrida sin playas ni deseo
de terminar jamás.
Toda felicidad lo es mientras se gesta.
La bajada desde la cumbre
es el castigo cierto
por haber profanado
un mundo que no es nuestro:
los dioses y su fuego que anhelamos.