31.10.07

Abisag


David se acercó a su lecho con el frío desmedido de su anciano cuerpo taladrándole hasta los huesos. Miró un instante la desnuda belleza juvenil de Abisag acurrucada en su lado de la cama. Alzó un poco el embozo de la sábana y puso su mano sobre el hombro de la Sulamita. Ella entonces dejó su sitio y esperó a que David ocupara la tibieza que ella le había dejado para girarse, entreabrirle la ropa y extender su abrazo apretado contra el frío que tenía que apagar.

David se dejó calentar mientras su mano recorría agradecida la espalda de la muchacha y sentía la agudeza de sus pechos en el suyo. Quizás hubiese podido forzar algún deseo carnal pero prefirió dejar suelta su imaginación junto con sus recuerdos.

Se vio después de tanto tiempo al lado aún de su fiel amigo Jonatán a quien amó con amor más dulce que el de ninguna mujer. Volvió al cuerpo de las innumerables mujeres de las que gozó. Recordó estremecido la mirada encendida y escondida que arrasó sus ojos al ver a Betsabé desnuda sin que ella lo supiera…

También su ceguera, el asesinato de Urías, las palabras de Natán, el arrepentimiento por su ingratitud y su locura.…

Demasiados recuerdos incluso para una vida tan extensa como la suya. Acarició una vez más el cuerpo entregado de la muchacha con la inmensa ternura del que sabía bien que ella era ya todo lo que le quedaba: un recodo de calor en medio de un inmenso frío.

Y pensó que, si bien es triste que de la vida quede tanto frío, nada se agradece más que el cariño que lo entibia en un cuerpo desnudo.

Creyó David sentir, dormido ya casi, un beso ardiente de Abisag que iba acompañando su cansancio hasta el mismísimo borde de su sueño.

29.10.07

Cumpleaños

Cumplir, cumplir no sé si he cumplido
en el sentido estricto de llenar.
Sí sé que he completado
sesenta y cuatro veces ya
la elipse da mi tierra ante su estrella
que entre tantos millones me dejó unos pocos
para asomarme al giro de la vida.
No sé si bastarán algunas vueltas más
para llenar del todo
la avara realidad del ir pasando.
Espigo acá y allá bellas palabras,
hermosas músicas, manos en mis manos,
compañías sin grietas,
cariños varios.
Cuando el tiempo haya acabado
me gustará acordarme de momentos,
momentos como éste
donde no me olvidé de dar las gracias
a quienes coincidieron en mirar
al mismo espacio y tiempo
en el que yo miraba.




26.10.07

En tus pechos

Tenía en un papel antiguo una nota que decía escuetamente "zure bularretan" “En tus pechos”. Lo apunté hace ya algunos años cuando escuché una canción que me encantó, pero de la que sólo pude retener ese título. Tras una búsqueda saqué la letra entera de kantatzea gustatzen zaigulako” en http://es.geocities.com/emitologia/kantuak.htm, pero ni el autor de la misma ni el que lo cantaba ni la traducción.

Laboriosa y torpemente hice una traducción que mi añorado amigo Zenyzero (un abrazo desde aquí) me confirmó y corrigió, al tiempo que me aclaró que esa canción la cantaba Imanol sobre un poema de Lizardi:


EN TUS PECHOS

En tus pechos
he enterrado el sol.
En tus ojos
he rasgado la mañana.
En tus dientes
he mordido la rabia.
En tus palabras
he guardado el poema.
En tus vestidos
he perdido las manos.
En tus labios
he olvidado los míos.

Sin música se queda a medias, pero sólo recuerdo de ella que me gustó.

Uno, que es un sentimental aunque use nada más el corazón como contrapeso para que no se le lleve el viento, no encontraba ocasión de hablar de la belleza del pecho femenino. Pero, dado que últimamente Escéptico y Fernando aluden al tema, parece que no quedo muy en evidencia si, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, me lanzo a río revuelto y añado mi tardía voz a la de tan altos, queridos y mucho más jóvenes compañeros.

Como innecesario homenaje a la belleza que no necesita ser homenajeada, quede, pues, esto aquí:

Si acaso retuviera la belleza
en la forma inefable de unos ojos
bajaría después de la cabeza
a la forma dual de otros antojos

soñados como don e imaginados
más que tensos, redondos y derechos
sinceramente humildes y entregados:
desnudez de los ojos en los pechos.

Que el juego de los párpados arriba
abre el alma o la cierra en la mirada
dejándole a las manos el trabajo

que a veces alza un muro o lo derriba.
Hablan los ojos que ya no ocultan nada
pidiendo otra mirada más abajo.

24.10.07

Mirar

Me preguntaba Amparo el lunes qué siento cuando miro. Justo la misma pregunta que mi amigo Manolo, el ciego, me hizo en su día y a la que yo, a mis veinte y pocos años, sólo le pude contestar superficialmente, según pude luego descubrir.

Yo creía que el mirar era simplemente abrir los ojos y recibir imágenes. Con el paso del tiempo descubrí que no había mirado nunca hasta que no lo hice en silencio con una compañía al lado a quien dejarle la mano o la palabra como una caricia. Eso hace que lo que se ve se empape de amor o de amistad y deje en lo más profundo la sensación de placer y plenitud. Me acuerdo de cuadros, plazas o ciudades brillando todavía con los ojos a cuyo lado los miré una vez. Pero, sobre todo, aprendí a mirar paisajes en el mar y la montaña. Los largas miradas acompañado por el Paseo Marítimo de Málaga o los silenciosos intervalos de tiempo interminable en las alturas de la Sierra de Guadarrama sobre El Escorial, me hicieron un adicto a los paisajes, especialmente a las amanecidas.

Varias se me han quedado grabadas profundamente como una sensación sin precedentes en el núcleo más duro de mi capacidad de sentimiento. Todas ellas fueron precedidas de una búsqueda: un caminar aún nocturno y laborioso hasta la cumbre y una espera: la lenta gradación del paso de la sombra hasta la luz sobre el giro inexorable de la tierra contra el tiempo y el espacio. Mirar ese tránsito fue siempre, mientras lo hice solo, entender la certeza inexplicable de una firmeza sobre la propia fragilidad; y, cuando pude hacerlo acompañado, palpar la dulce convergencia de la mirada y el cuerpo sobre el mismo instante en que nos habla el tiempo.

Con esa sensación evoco ahora la ingenua mirada que plasmé en un ingenuo poema de hace quince años:

MIRANDO EN COMPAÑIA

Trepó la paz de verde a mi costado
y subió despacito hasta mi frente.
Me abracé al verde de mi paz, callado,
y me dejé anegar en su corriente.

Pensé: ¿por qué un paisaje
puede ser la caricia que soñaba?
¿Por qué la ola de un monte hace que baje
la brisa que me besa y no se acaba?

Entonces descubrí que no era brisa,
no eran prados; y el mar en la distancia
no era mar: era huella, leve y concisa
de personas que pasan por la estancia

inmensa del paisaje posando su mirada,
dejando sus suspiros como flores
de un paisaje mejor. Dejé prendada
en las personas mi alma y mis amores

y de nuevo pensé: "miremos juntos,
soñemos juntos, juntos añoremos
el mundo que miramos. Sólo juntos
haremos ese mundo que queremos".


o, mucho más tarde:

Cierro los ojos. Sólo un árbol.
El fondo azul, montañas, nubes, pájaros.
En ellos mi mirada enardecida,
tan dulcemente equivocada y sola,
crea el ámbito excelso de tu forma.
Un viento inexistente te me trae:
que no falte tu voz en este cuadro.

Pero mirar no se agota sólo en cuadros, fotos o paisajes. Además están los cuerpos. Sobre todo los cuerpos deseados. De la mirada implacable sobre ellos es probable que no haya posibilidad de hablar sin hacer sentir previamente ese deseo con el que se mira. Se puede mirar, y así lo hacemos cuando nos lo proponemos, una escultura, un cuadro o la gente que pasa a nuestro alrededor.

Pero nada comparable a mirar cuando alguien nos dice: “Mira”. Supla aquí el silencio pudoroso todo lo que a la impotente palabra se le escapa. Si acaso este tímido poema:

Hay ojos al final de nuestro cuerpo
como hay cuerpo al final de nuestra mente.
Por eso el todo que ahora somos
se vuelca en la mirada
para decir, buscar, hallar sentir.
A distancias que ahogan los abrazos
la imagen acunada en la retina
es la única forma de llenar
el hueco incandescente del deseo.

22.10.07

La gallinita ciega

Además de un amigo ciego
he tenido otro sordo.

El ciego me decía:
“La piel percibe el cuerpo que se acerca:
es el calor ajeno o el propio reflejado.
Luego viene la mano a descubrir los gestos en el rostro,
los deseos del cuerpo
y las formas externas que lo dicen.”
Puso luego sus dedos en mi cara
y me palpó sin pausa
dejando una certeza o una pregunta
en todos los milímetros de piel.
Y al final me comentó sencillamente:
“Eres buena persona y a ti puedo decírtelo.
Dime lo que se siente cuando miras
y yo te enseñaré lo que es tocar.”
Me duele todavía la punta de los dedos
cuando recuerdo el modo con que me describió
la vez primera en la que una mujer
le dejó su cuerpo para que lo estudiara.

El sordo, por su parte me enseñó
lo que son los sonidos en los labios,
la música vibrando entre los dedos
o el paisaje y la gente
flotando entre los flecos del silencio.

Desde entonces confieso que daría
cualquier cosa por descubrir el tacto
de unas manos como las de Hellen Keller
palpándome palabras
en mis manos, mi rostro o en mis labios.

Y también que me encanta
el juego de la gallinita ciega.

19.10.07

Jardín de olvido

Con los ojos velados de cansancio,
sin velas ni timón ni remo parto
al sitio que al azar me desconvoque
sobre un jardín de olvido en que esconderme.
Un pasadizo he de dejar tan sólo
para filtrar mis versos en los sueños,
amistades, amores y recuerdos
que a este lado sin duda me acecháis.
Por él regresaré al caer el día
con los ojos henchidos de nostalgia
para dejar un beso en vuestros ojos
y una suave caricia en vuestro pecho.
No siempre es fácil descansar
a esta parte del ruido y la costumbre.
La ilusión de otro lado es nuestro norte.
Sólo un sueño lejano que nos lleve.

17.10.07

De despedidas

La vida se nos muestra como una sucesión de encuentros y despedidas. Nadie tema. No quiero mostrarme tristemente transcendental sino serenamente reflexivo. Tradicionalmente unimos el gozo al encuentro y la tristeza a la despedida, pero si alguna experiencia da la década de los sesenta (nadie tema de nuevo: ya he dejado de ser profesor y he pasado de nuevo a ser alumno) es que algunos momentos que dolieron como desgarro profundísimo han ido cicatrizando con el tiempo hasta hacerse lugares importantes donde el recuerdo descansa y reconforta.

Recuerdo un verano en otros tiempos en que la invasión de domingueros motorizados o presuntos incendiarios no impedía acampar en cualquier lugar del bosque sin más trámite que notificarlo en el pueblo al que dicho lugar pertenecía.

Así pasamos quince días mi mejor amigo por entonces y yo agotando los momentos de íntimas confidencias hasta que una fecha inexorable le habría de exigir a él marchar a otro continente y a mí al otro extremo del país. Llegado el día de separarnos caminamos en silencio por las crestas de la sierra hasta que él bajó por un lado en busca de la estación de tren que le llevaría lejos y yo seguiría aún una semana en mi tienda de campaña más solo que nunca hasta entonces.

En la soledad profundísima del bosque y entre atronadoras tormentas de verano leía a Rilke y anoté algo sobre su poema:

“Wie hab ich das gefühlt was Abschied heisst…

Cómo sentí lo que es la despedida
y cómo lo sé aún: fosca liberación
de un algo gris que muestra una vez más

algo bello y lo toma y lo desgarra.”

Yo no escribía poesía entonces, pero cuando empecé a hacerlo y ya había quedado todo en paz y cada uno enfrentado a sus propias convicciones reviví aquellas sensaciones y escribí:

Cuán deleznable o plena o inasible
la vida despedaza cuanto, ansiado,
apenas poseído, ya ha pasado
sin dejarnos su ser inasequible.

Qué hay en ti realidad que es imposible
clavarte densa o fiel en el costado.
Perfecta llegas, sólida a mi lado
y en mí te me deshaces a invisible.

La misma mano que alzo por tenerte
muda en vaivén su signo de firmeza
y en adiós el abrazo con que empieza;
raudo apenas vivir entre la muerte.

Densa neblina el paso de la vida:
hondo desgarro de la despedida.

La vida separó a los dos amigos sin remedio y la distancia se encargó de dejarnos el lado más amable de lo que compartimos.

Desde entonces aprendí que las despedidas son tan inevitables como necesarias para encontrarnos.

Y también que las aborrezco profundamente.

15.10.07

Círculo

Parar.

Como si el frío fuera
la última razón de la existencia.

Mirar.

Como si hubiera aún
un vestigio de auroras en la noche.

Andar.

Como si más allá
hubiera otra razón para poder

parar...

12.10.07

Fuga

Necesito una sombra
por donde huir sin ruido.
Necesito escaparme
de mi destino.

Del aire me conjuran
mariposas nocturnas
que en mis ojos se cruzan
sembrando dudas.

Quién pudiera esconderse
de la vida que pasa
para mirarla luego
sin amenazas.

Y a ti, sin mirarte,
calentando mi sombra.
Contacto de mis noches,
ala de alondra.

Que una cosa es huir
buscando un alejarse
y otra dar al olvido
lo inolvidable.


(Más que fuga es una escapada de puente dentro de una hora. Tendré que prescindir, muy a mi pesar, de leeros y comentaros. Hasta el lunes)

10.10.07

Beethoven es un perro

Así respondía, en tiempos en que la serie de películas sobre el perro Beethoven estaban de moda, un alumno después de un concierto infantil con obras de este compositor cuando se les preguntó por su autor.

Quienes nos dedicamos a enseñar siempre hemos sabido de lo difícil que es evitar dobles significados. Parte de la habilidad de los que nos tenemos ya por veteranos estriba en evitar astutamente palabras inocentes que podrían desestabilizar peligrosamente una clase de incipientes adolescentes: pelotas, bolas, huevos, meter, introducir, penetrar, perforar, polvo, paja, raja, puro, cola, rabo, casquete, almeja, linfa, tortilla…Las explicaciones se convierten así en un ágil y a veces imposible proceso de elaboración de frases asépticas de inocuo significado.

Si a lo anterior añadimos los motes que desde tiempo inmemorial han prodigado los alumnos entre sí y a los profesores, palabras tan inocentes como orejas, cabeza, nariz, dientes, buque, jirafa, cerdo y otras muchas, que deben ser aprendidas con rapidez a lo largo del curso, deben ser cuidadosamente sopesadas y evitadas o empleadas.

Pero, con todo y ser difícil ya de por sí la situación, la actual invasión de `publicidad, de películas, de series, de programas de TV, de colecciones o de concursos hacen de la enseñanza casi una carrera de obstáculos de imposible superación. Es desolador comprobar que tras varias clases escuchando música de Beethoven y hablando de él, una película acabe transformándole sin esfuerzo en un perro durante una buena temporada o que Leonardo da Vinci se convierta de la noche a la mañana en Leonardo di Caprio o la Guerra de las Galias en la de las galaxias. Un modo de hablar puede ser entendido como una alusión al que emplea un humorista o una frase corriente empleada hasta la saciedad por un presentador no vuelve a recuperar la normalidad sino trabajosamente. Habrá que extremar el cuidado de los gestos para que un dedo levantado no se convierta en el signo internacional del donut o un color en el reclamo de una empresa de móviles y habrá que asumir que una gran cantidad de melodías clásicas se han convertido mágicamente y por sorpresa en el himno a un perfume, a una marca de compresas o a un detergente. Basta una campaña publicitaria para obligar a cambiar determinadas actividades o habituales exposiciones escolares.

Estamos decididamente en otro mundo y quienes se quejan de la reforma educativa y la acusan de empeorar la situación con respecto a épocas anteriores deberían quizás pensar en que entre todos hemos creado un clima de estupidez y ramplonería del que es muy difícil salir. Oía a un publicista de los buenos que se lamentaba de verse obligado a hacer anuncios tontos porque la gente en realidad es tonta.

Así pues, en un mundo que cree más en un vidente o en un horóscopo o en una superstición o en la televisión que en una laboriosa interpretación de la historia o la ciencia no pidamos milagros a la educación ni nos extrañemos demasiado de esos conocidos disparates recogidos de exámenes que pueblan la memoria de la época reciente.

Que a veces hay que verlo para creerlo.

8.10.07

En ausencia de sonidos

Me faltan los sonidos de la aurora:
el ligero avanzar del nuevo día
susurrando horizontes a los ojos,
el lenguaje del aire entre las copas
cantando estrellas blancas fugitivas
o el sordo borboteo del arroyo
en su eterno acarreo de montañas.
Por eso escruto limpiamente el sueño
que zumba en mis oídos sus fantasmas
y una turbia sorpresa se despierta
en las nieblas austeras de la noche
para sembrar susurros sibilantes,
sombras suaves que siguen musitando
sonidos y silencios, dioses, sueños...
La noria mientras tanto gira y gira:
las vueltas son las mismas; la esperanza
del agua, sin embargo, va subiendo
su peso más arriba cada día.

5.10.07

Lo que faltaba

Aquí, a la derecha, puse unos sonetos como perfil de mi humilde y ajetreada persona. Pero el avaro blogger no me permitió más espacio que el de dos, y eso, saltándose hasta las líneas intermedias.
Después de publicar la entrada anterior me entraron ganas de hacer justicia al resto -en que aludo a la incitación al consumo y a la sumisión a la esclavitud del trabajo.
Sé bien que es largo, pero me digo que ahora o nunca. Así que, abusando de vuestra paciencia, os lo dejo hoy:

Mostrémosle lo mucho que se gana
vaciando en los nuestros su bolsillo.
Tomemos su buzón hasta que el pillo
sepa cual es la fuente de que mana

el bienestar. Por si nos sale rana,
le acosaremos a machamartillo:
radio y televisión como un cuchillo
que destroce la paz de su quintana.

Luego será el teléfono y la puerta,
periódicos, revistas y paisajes,
su lugar de trabajo, su familia...

Al fin se rendirá, por muy alerta
que esté. Caerá con armas y bagajes
en las redes de la consumofilia."


Resistí a los embates como pude
llenando papeleras del buzón,
convirtiendo mi puerta en un bastión
y el teléfono en losa que no dude

en aplastar la voz del que a mí acude
armado de falacia y sinrazón.
El ceder es perder y no es cuestión
de que un viento fugaz mi mente mude.

Películas en vídeo pregrabadas
para poder saltarme los anuncios.
La radio siempre en Radio Nacional.

Periódicos, revistas mutiladas
de alados cantos de sirena nuncios.
No comprar, si anunciada, ni la sal.


Pero largo es el brazo del dinero.
Estudiaron a fondo mi problema
y encontraron la fuente de mi flema,
el sostén de mi aliento pendenciero.

Y es que tengo un trabajo duradero,
Seguridad Social y algún poema
que me quite la angustia y el dilema
de preocuparme por lo venidero.

"Nadie se arrastrará hasta nuestras puertas
mientras haya un rincón donde escaparse
‑dijeron‑ de nosotros: el mercado.

¡Gasto público abajo! Las inciertas
praderas liberales han de andarse
sin sombras protectoras del Estado.


Menos mal que el trabajo es un derecho
amparado por la Constitución
y así mi jefe dice con razón:
Ella te amparará si yo te echo

que no podré amparar bajo mi techo
el veneno de un pérfido escorpión
que dude del favor, sin discusión,
de todo cuanto yo por él he hecho.

Dice que su ganancia es mi seguro
y es verdad. ¡Oh qué inhóspita es la calle
mendigando derechos, si ninguno

te da por ellos un cochino duro.
Cuanto más a disgusto yo me halle
mayor será el provecho de mi ayuno.


Y así quisieron hundir al enemigo.
Que, si bien el derecho no se niega,
la obligación es sólo de la ciega
suerte o del enchufe del amigo.

Nadie tiene que ver nada conmigo
si no quiero comprar al que me llega
cualquier cosa que quepa en mi bodega.
Mas yo pongo a los cielos por testigo

de que no es éste el mundo que deseo:
trabajando por no quedarse quietos
e ignorando el trabajo necesario.

Necesito empuñar como trofeo
la paz de mis momentos recoletos,
la paz de mis hermanos de calvario




Después de este venía el que concluye mi perfil. Perdonad mi exhibición y vuelvo a reiterar mi admiración por los inmensos artistas que militan dignamente en la publicidad y saben conciliar el liberalismo con la justicia.
Que los hay.

3.10.07

Acoso no sexual

Hacen bien las personas, sobre todo las mujeres, que son las que lo suelen padecer, en denunciar esa práctica extendida y abominable, versión moderna del derecho de pernada, por la que alguien que se cree superior supedita la concesión de derechos -que no de favores- al íntimo y denigrante manoseo o -por quedarnos en lo más suave- a la babosa mirada directa y autoritaria.

Puesto que no es justo y es por demás humillante sacar el justo sueldo de los calzoncillos del jefe no acabo de entender la pasividad con que el público acepta ese acoso económico que obliga a nuestras vidas a que estén abiertas y receptivas hasta en lo más íntimo, al indecente tacto de nuestro dinero por parte de quienes nos venden hasta el aire que respiramos.

Es hasta incluso más grave, si cabe, pues no se trata de decir que te regalan un ordenador, una cubertería o llamadas gratuitas a fijos a condición de que te magreen la entretela de tus intimidades monetarias sino del indecente engaño de ofrecerte gratis un caramelo que, cuando menos te lo esperas, se convierte unos momentos en el cipote de quien ha pagado a los de los caramelos por tal servicio.

¿Cómo debe, si no, entenderse esa tendencia a metértela (de la publicidad a traición hablo) de improviso y sin cortinillas ni profilácticos en medio de lo más emocionante y atractivo que te puedas imaginar? Te aflojan la entrepierna de la belleza estética con fotos o escenas o diálogos impactantes y, cuando estás abandonado a íntimos y excelsos sentimientos y crees que estás solo sintiendo tu emoción, te encuentras con la rastrera solicitación, el lascivo canto de sirena o la directa acometida a la entrepierna de tus adormecidos deseos consumistas.

El acabar en la TV no de pago (y hasta en ésta, a veces) una película a la que has dedicado en principio dos horas de tu sagrado tiempo de calidad supone bajarte los pantalones o subirte las faldas a intervalos imprevisibles y traicioneros para no quedarte sin saber cómo acaba..

El sórdido, alevoso y taimado manoseo de nuestros bolsillos se viste arteramente, no sólo de espectáculo, sino de solidaridad, de lástima, de generosidad, de deseo de comunicación o de los más elevados sentimientos. Te llaman a la puerta, se te meten por el bluetooth, te invaden las páginas web que visitas, te dejan una carta, suena el móvil… y tú, que esperas a amigos o personas queridas o información te encuentras con (y me refiero sólo a los que no manifiestan con claridad sus intenciones publicitarias) vendedores, encuestadores, captadores, luchadores encarnizados entre competidores sin escrúpulos abusando –y eso es lo más triste- de personas movidas por la necesidad a los que se le paga nada más por cliente conseguido sea cual sea el procedimiento empleado.

En el fondo piensas que acaso tú mismo o tus íntimos un día podrían verse en esa necesidad cuasi mendicante y te das cuenta de que el mercado de trabajo debería estar muy por encima de tales acosos.

Se habla de libertad de mercado, de flexibilidad laboral, de reducción de gasto público…

Pero en el fondo todo acaba en que tienes que agacharte y chupársela al sistema después de que te hayan dado por ahí.

(Con todo mi respeto a los dignísimos publicistas que exhiben su arte sin complejos ni engaños ni comercian con el hambre de la gente)

1.10.07

Introspección

Me indago en los momentos en que la pausa impera.
Labor a veces ardua e imposible.
Vas acallando ruidos, apagando resoles,
discriminando voces, atemperando duelos,
soslayando temores, matizando esperanzas,
asentando recuerdos, amansando gozos…
Cuando todo se aquieta y sólo quedas tu contigo,
después de preguntarte descubres en ti mismo
lo poco en que te quedas si estás solo.
Luego, como sucede al tomar la tensión,
dejas salir el aire que ahoga tus arterias
e intentas descubrir
donde se posa tu primer latido
y con qué corazón se sincroniza.
Poco a poco vas restableciendo
lo que suele llamarse realidad
pero a la que has arrebatado ahora
ese conocimiento que te dice
quién eres tu y por qué o por quién te mueves.
Incluso a veces, tras sentirlo, ves que aún tienes
honda razón para seguir viviendo.