30.11.07

Exquisito

No parece posible vivir sin una búsqueda
constante de las cosas que nos faltan,
o que, al menos, así nos lo parecen.
Nunca estamos contentos con lo nuestro,
como si envejecieran al unísono
la piel y los ropajes.
Pero aún más laborioso es elegir
aquello que queremos,
pues cualquier elección supone mil renuncias.
Lo mismo que tomar la foto de un paisaje:
limitar la belleza ilimitada
con los marcos estrechos de una parte.
Al fin, lo que elegimos
nos parece exquisito en sus comienzos.
Sólo el tiempo termina convenciéndonos
de que lo que hemos elegido es
nada más una gota de un océano:
el mar de nuestro propio inconformismo.

28.11.07

¿Jugar con la maquinita?

Cuando alguien se mete en este curioso mundo de los blogs está expuesto a no pocas sorpresas. Uno puede hacerse pasar por lo que quiera y simular que es, digamos, un apuesto mancebo cuando en el fondo es una madura dama o bien hacerse pasar por comedido asceta cuando en el fondo se es empedernido ligón.

Yo, desde luego, entré por aquí como irremediable curioso, atraído por escritos que me parecieron dignos de más admiración que los que muchas veces podía leer bajo el nombre de afamados escritores. Me situé como espía de intrigantes personalidades con quienes uno disfrutaba comentando e intercambiando opiniones.

Tras los primeros intentos de acertar con el modo de publicar y con las dificultades inherentes al hecho de escribir a tientas de modo totalmente clandestino por aquello de sentirse libre del peso de la cotidiana realidad y hasta encontrar el modo de rellenar adecuadamente el perfil pasé por etapas en que no puse ni sexo ni edad ni aficiones. Para mi sorpresa me encontré con intentos de contactos virtuales con esclavas sumisas, destacados proselitistas y fervientes catequistas que lanzaban su anzuelo a la captura de posibles víctimas.

Una vez que fui capaz de dejar claro que era un maestrillo de madura edad, bastante escorado a la izquierda, deseoso de intercambiar experiencias vitales y admirador de las buenas letras y las hermosas causas me sentí a gusto en contacto con gente maravillosa de todas las esquinas del globo.

Así que cuando hace poco un comentario me aludía como “hombre grande jugando con la maquinita” me pareció hasta halagador. Más que si se hubiera referido a mí como varón de edad provecta intentando contar batallitas a pacientes víctimas o, desde luego, mucho más que si me hubiera tachado de viejo tratando de recuperar una lejana juventud.

Lo de “hombre grande” me recuerda a cuando hace unos veinte años pregunté a un diminuto alumno de mi colegio cuántos años me echaba y me contestó tras exhaustiva indagación visual: “Te he visto una cana, así que tienes sesenta años”. La verdad es que ser profesor de niños tirando a pequeños le coloca a uno en una apabullante situación de veterano y casi con ganas de demostrar que a uno no se le han pasado aún las ganas de juerga.

Claro que lo de “jugar a la maquinita”…. No negaré que me van las maquinitas y que hasta las apliqué a la enseñanza mucho antes de que existieran otra cosa que los equipos anteriores a los PC’s actuales. En cuestión de juegos lo más que conseguí fue jugar a los primeros que salieron con estilizadas raquetas de ping-pong para ser invariablemente derrotado de modo ignominioso por mis hijos de tierna edad y por los alumnos más refractarios a los programas de las asignaturas oficiales.

Por eso con estas intrascendentes líneas pretendo aclarar lo que hasta ahora siempre he tenido claro: aparezco por aquí con más ánimo de admirar que de que me admiren y con más intención de comentar que de que me comenten, pero, sin duda ninguna, lejos del propósito de jugar a las maquinitas.

Quizás porque uno quiere salir de una realidad en que resulta un huraño personaje que nunca juega porque siempre pierde y le place agradecer a tanto desconocido lo que la timidez le impide agradecer a tantos conocidos.

26.11.07

Monólogos

Fue al principio el monólogo semilla.
Se hizo después diálogo y trajo amor.
Pasó luego a debate y fue riqueza.
Cuando acabó en lucha trajo derrotas.
Y al final el monólogo es cadáver.

23.11.07

Dibujando

Habito a veces rumores de silencio
antes de trasladarme al día
como quien se dispone a dibujar un cuadro
en el que somos los protagonistas.
De todo este silencio extraigo un pensamiento:
¿Qué pinto en este lienzo ya dispuesto?
¿Los restos mortecinos de las cosas
que luchan entre olvidos o recuerdos?
¿O el vértigo previsto del vacío
a tientas todavía
entre el ser o el no ser?
Tomo el pincel entre mis dedos
y busco en el presente que gotea
los pálidos latidos vacíos de sentido
que todos los humanos llaman tiempo.
Algunas veces tienes suerte y hallas
algún sentido al cuadro que dibujas.

21.11.07

Santa Cecilia, patrona de la música (mañana).

Es muy probable que la música no necesite de ningún patrón para trocar su ejercicio en una ascensión a ese huidizo cielo en el que ciframos todo nuestro desencanto por esta tierra tan querida como injusta. A juzgar por la idea que pintores y escultores nos legaron, la Gloria ha admitido sin discusión como bagaje exento de aranceles toda suerte de instrumentos musicales y partituras varias. En vano buscaremos en el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, en el de la iglesia de Sto. Domingo de Soria o en el coro de la Basílica de San Lorenzo de El Escorial el laboratorio de Arquímides, las pócimas de Galeno, la biblioteca de Alejandría o la piedra filosofal del alquimista. En todos ellos, sin embargo, aparecen multitud de instrumentos musicales, tropel de ángeles trompeteros, miríadas de mártires, vírgenes, confesores y clase de tropa tañendo liras, pulsando laúdes, acariciando violas y tocando clavecines ante un Dios al que, si bien se le niega la sonrisa, no se le oculta la complacencia por el musical mensaje que le llega.

El cristianismo, que eliminó como sistema de comunicación con el más allá el humo de los holocaustos y el delirio de las orgías báquicas, mantuvo, sin embargo, junto a la oración, la suave armonía que se pierde en los espacios y que llega a trascender al otro lado del misterio.

¿Qué necesidad, pues, de celestial patrón, de intermediario entre la música y la Gloria habrían de tener los músicos? Acudan los médicos a S. Cosme, los filósofos a Sto. Tomás de Aquino, los científicos a S Alberto Magno y los artesanos a S. José y procedan sin mediaciones los músicos a los cielos que habrán de ser el reino de la música.

A pesar de todo, la parda envidia no quiso que los músicos ignoraran el camino de otros gremios: buscaron y encontraron una patrona en Sta. Cecilia, una mártir –pretendidamente- del siglo tercero, de tan extendido y antiguo culto como de problemática historia. Ninguna mención a ella en el Calendario Romano del 359, ninguna referencia en los escritores cristianos antiguos, ningún rastro iconográfico. La leyenda de su martirio, de finales del siglo V, es un canto descarado e increíble a la virginidad más inoportuna: la de una mujer casada. Emplea toda un innoble artillería de grueso calibre para conseguir que nuestra santa mártir no se escapara del seguro redil de las vírgenes: la obediencia debida a los padres que la obligan al matrimonio y la intervención celestial en forma de ángel-carabina que se interpone entre ellos la noche de su boda convenciendo de paso al marido para que guarde las debidas distancias. Así queda tan ensalzada la virginidad como denigrado el sexo.

¿Y qué tenía que ver lo anterior con la música? Pues nada. Pero la liturgia católica, al hacerse eco del susodicho panfleto, decía en un antífona: “Mientras tocaba el órgano, la virgen Cecilia cantaba al Señor dentro de su corazón diciendo: Háganse mi corazón y mi cuerpo inmaculados para que no sea confundida”. Donde la liturgia quería expresar que Cecilia rehuía la alegría festiva de su boda refugiándose en su oración interna, allí vieron los buscapatronos una inequívoca señal de la maestría de nuestra santa en el manejo de un instrumento que incluso habría llegado a inventar.

Es una pena tanto error, como es una pena que, puestos a inventar historias, algún fervoroso cristiano, no menos ciego por la música y por el amor carnal que lo fue por la virginidad el descarado perpetrador de la narración del martirio de Sta. Cecilia, hubiese abierto la Biblia por le Cantar de los Cantares y hubiese imaginado una mujer enamorada de su pareja leyendo en el capitulo séptimo los requiebros del esposo:

“Tu talle la palmera;
tus pechos, sus racimos.
Yo subiré por ella.
Son sus racimos míos”

Y cantando luego con embeleso la respuesta de la esposa en el mismo capítulo:

“Yo pertenezco a mi amado
que con ansia me desea.
Ven, ardiente enamorado,
al campo que nos rodea.
Hagamos noche en la aldea.
Por la mañana a la viña
iremos, y a ver las flores
del granado en la campiña.
Y al fuego de mis rubores
te daré allí mis amores”

O quizás entonando el principio del libro:

“Bésame con los besos de tu boca.
Son más dulces que el vino tus amores,
más suaves que el perfume tus olores...
Cálmame ya este amor que me disloca.”

Pero... tendré que dejarme de inventos, sueños y digresiones. La triste realidad del cristianismo oficial fue lo que fue como aún es lo que es.

Quede así dicho aquí por quien no cree en esa patrona de la música, pero adora la música y ese libro perfecto de la Biblia que sabe más de amor que todos los aguafiestas de una religión a la medida de tantos aprovechados y reprimidos.

19.11.07

Sucede a veces

Pasa a veces, no muchas por desgracia:
abres los ojos desde tu rutina
con la vulgar costumbre de saludar al día;
la vida te ha dejado
paisajes y personas suficientes
para esbozar sonrisas con gesto acostumbrado,
para traer al borde de tu cuerpo
todo el mar que cabía entre los ojos
de dos rostros pegados,
todo el temblor del viento pasándote a cuchillo
desde el filo inclemente de otros labios.
Pero nada de eso ha sido necesario
porque alguien madrugaba más que tú
y te había dejado mar y viento,
amor y manos, labios y miradas
para que tú encontraras la semana
planchada, perfumada y preparada
como un cuerpo tendido convocándote.
Pocas veces sucede, por desgracia,
que te sientas tan falto de palabras
que le pidas a tu seco corazón
la palabra certera que empapara
en olas de ternura
a quien tanto te ha dado sin pedirlo.
Al final todo es mucho más sencillo:
tan sencillo como decir te quiero,
tan simple como dar las gracias,
tan humilde como estos pobres versos.

16.11.07

Distancias

De alguna lectura pasada de algún blog (gracias desde aquí a su titular) había apuntado esta cita de una canción de Berri Txarrak junto con la traducción que allí se adjuntaba :
"batzuk mila kilometrora bihotzetik gertu alegia, beste batzuk bertan bizi ta horren urrun"
algunos a miles de kilómetros y tan cerca del corazón y otros viviendo tan cerca pero tan lejos...

Y dando vueltas sobre esa realidad de la distancia, que a veces nos descubre aspectos de las personas que el contacto directo emborrona, me encontré con este soneto de hace ya algún tiempo:

Como una carta del amor herido
por tanto pedregal y tanto espino
quiero hacer este alto en el camino
por ver si aún estoy o si me he ido.

Poco queda del paso dolorido
si no hay reposo al ojo peregrino:
sólo quizás el peso del destino
y algún que otro abrazo ya perdido.

Y al escribir mi carta desde lejos
compruebo lo fatal de la amargura
de quedar por detrás de los espejos

que reflejan mi azar por la espesura.
Triste distancia de mis dedos viejos
buscando cercanía en tu cintura.


Quede aquí como una extraña cercanía desde esta distancia.

14.11.07

Conocer

La palabra conocer, del latín cognoscĕre, y éste, a su vez, del griego gnosko alude sobre todo a la relación que une lo ajeno a lo propio para que ocupe un sitio allí. Algo así como si tuviéramos una cuadrícula dentro de nosotros y asignáramos a lo de fuera un lugar en lo de dentro.

Y, sin embargo, no es todo tan sencillo como parece. Eso bien lo sabemos los que tenemos que enseñar y luchamos por que los alumnos se aprendan una definición como modo de entender algo para acabar descubriendo que la definición a veces es más difícil de entender que lo que quiere significar. Siempre creí en la fecundidad de lo que se dio en llamar el aprendizaje significativo que en el fondo viene a decir que nada se comprende hasta que significa algo para él.

Me imagino a Arquímedes pronunciando su famoso eureka al ver la flotación de los cuerpos en el agua, o a Newton con la manzana que le cae sobre la cabeza, o a Hellen Keller que relaciona la palabra agua con el líquido que le empapa un día las manos y entiende el paso de las palabras a las cosas.

O esa intuición por la que un día leemos algo y nos cala tan dentro que ya no podemos olvidarlo porque se ha hecho parte nuestra

Pero no quería liarme con un tratado insoportable sobre lo que significa conocer. A lo que quería aludir únicamente es a la impresión que siempre me ha hecho un determinado significado de la palabra conocer que últimamente me ha invadido tras releer los relatos bíblicos sobre David y Abisag sobre los que escribí últimamente. La palabra hebrea yada conocer se emplea como sinónimo de tener relaciones sexuales cuando dice que David no conoció a Abisag.

Incluso el diccionario de la RAE en su sexta acepción de conocer dice:

6. tr. Tener relaciones sexuales con alguien.”,

seguramente recogiendo el significado bíblico de la palabra.

No sé si será una peculiaridad de una cultura que en esa época asigna al corazón el lugar del conocimiento y a las entrañas el del sentimiento o bien que en realidad hay algo dentro de la naturaleza humana que otorga a la comunicación sexual el papel más relevante en el conocimiento mutuo. Quizás sea el éxtasis que a los místicos les abría el conocimiento de la divinidad o el orgasmo por el que durante unos instantes una persona se derrama dentro de la otra y las dos se saben uno.

No estoy muy seguro de que todo conocimiento profundo no sea algo así como una cópula por la que lo que está fuera viene a formar parte de lo que está dentro.

A veces viene a suceder que uno se excita demasiado leyendo, hablando o escribiendo. Algunas religiones o concepciones de la vida consideran esto pecado o desviación.

A mí siempre me ha parecido la fuente más excelsa de conocimiento.

Y tanto más cuanto más le cuesta al cuerpo con el paso de los años.

12.11.07

Ya tarde

Miró a su alrededor y ya era tarde.
Se habían traspasado los límites
que permiten mirar con esperanza.
Sólo quedaban las estelas
de la pálida ausencia,
la soledad dejada por la marcha
de la última partida.
No lo dudó. Como era tarde
cavó en la oscuridad su túnel
y por él emprendió la marcha.
A veces él presiente la distancia
que le liga a los otros que se fueron
y sabe que jamás recobrará
los espacios perdidos de su error.
Sabe ya que su inquieto cuerpo
descansará encallado un día
en una parte absurda de su ruta.
Le queda sin embargo la esperanza
de una señal distante:
el sueño de saberse
en el cierto camino de otra aurora.

9.11.07

El túnel del tiempo

¿Cómo podría modelar el tiempo
para que fuera sólo lo de hoy
sin la traición de ayer
ni el sueño de mañana?
Y es que el presente es débil y huidizo
y se va construyendo como el túnel de un topo:
apenas un esfuerzo del que queda
atrás tierra ahuecada,
delante tierra por ahuecar.
Quizás sea el presente nada más
el hueco que define la vida que vivimos.

7.11.07

Abisag (2)

No es indiferente la vida que ve Abisag cernirse sobre su bello cuerpo. Ella, esclava de esa costumbre abominable en la que nada cuenta de sus deseos o de sus esperanzas, amanecerá día a día suplicando al destino por que su padre, su rey o sus tutores no tengan para ella otros designios que los que pudieran satisfacer sus ilusiones.

Pero el hado no le es muy propicio como suele suceder a las grandes bellezas que aún no han sido pasto del deseo de posesión de los poderosos.

Amanece un día en que todo se ha desmoronar para la vida que tímidamente Abisag ha montado en las noches de desvelo como secreto ardor para su cuerpo apenas despertado.

De parte del rey David ha resultado elegida por su belleza no mancillada aún para servirle. Oscuros presentimientos se agolpan sobre su espalda para derribar de un plumazo el resto de su vida soñada en libertad.

Pero no podrá resistirse a su destino y comprende que desde ahora será propiedad del anciano rey que podrá añadirla a su ya larga lista de concubinas. Ella, que en sus más secretos sueños había imaginado el ardor entregado de quien no sólo la tomara sino que también se le diera, el placer inmenso de ser explorada mientras exploraba o el ardiente fuego del placer compartido, se ve conducida hacia el lecho real con la única posesión de su doncellez y su hermosura que ha resultado ser el peso insoportable de su vida derribada en flor.

Su cuerpo no tiene más que una piel de resignación sobre la inmensa indiferencia de los designios de David sobre ella. Como quien resulta ajena a su propia existencia se hace a un lado para que el rey ocupe el sitio ya entibiado de la cama y deja que se arrime y la abrace.

Ella aprieta los dientes mientras teme una insoportable agresión que le haga odiar todo lo que en sus sueños había amado. Pero nada de eso sucede. David parece distante en sus pensamientos y explora su cuerpo como quien desea sólo calor y compañía.

Abisag se deja hacer cuando ya comprende que su papel es sólo de una indiferente, lejana y anónima compañía que siente en su piel únicamente recuerdos y nostalgias.

Las manos del anciano se aquietan en sus pechos mientras el resto del cuerpo busca una paz acurrucada que seguramente no tiene en su pensamiento ya ajado por la vida.

Ella a la que tan poco se le ha dado disfrutar de la vida deja deslizar en su cuerpo expropiado los sueños que quizás pueda aún realizar con otro cuerpo que acaso le esté esperando en un rincón perdido de su camino.

Mientras el sueño la vence bajo el contacto de David. Las manos y el cuerpo cansados que la oprimen se transforman en las de alguien aún desconocido que la toca como quien pregunta.

Y ella, entonces, aprieta sus piernas con su mano inquieta entre ellas mientras contesta casi con la fiereza del desconsuelo:

“Sí, sí”

5.11.07

Consideraciones sobre el tiempo

El tiempo, según dicen,
consiste en la medida
del movimiento.
El nuestro, sin embargo, parece haber fallado
en uno de los dos.
O bien nuestra medida era inexacta
y atribuía injustamente el mismo peso
a distintos periodos,
o bien los movimientos estimados
como estables estaban escorados
del lado de la luz o de las sombras.
Por eso, cuando miro a la distancia
y veo años perdidos entre espaciosas crestas,
prefiero contemplar mi vida como un cuadro.
Paisajes situados sobre un fondo
blanco de ingenuidad avara de esperanzas,
negro de madurez de vidrios rotos
seguidos de un azul de mar
y el sepia de una tarde de lento declinar
intentando leer un código de barras
grises y amarillas que aún no he descifrado.
Quizás esté acabado el cuadro ya.
Sólo falta el final que me distancie
para ver el sentido de sus manchas.
Quizás entonces vuelva a ver
el rítmico latido
con que el alba empujaba mi existencia.

2.11.07

¿Palabras?

Qué añade la palabra a lo que somos
sería una pregunta sin respuesta
si no fuera porque la palabra es
la forma que nos dice quienes somos.
Por eso me afianzo en las palabras
por si acaso al decirlas descubriera
las raíces que me hacen estar vivo
y modelar los ojos con que miro
las huellas que a mi paso voy dejando.