31.12.07

Fin de año

Acaba el año igual que comenzó,
con otro día más
al que dedico esta reflexión
mientras miro hacia atrás
como quien ha cumplido lo propuesto
y aún no se ha rendido.
Madrugué tanto que llegué cansado
al día y a la vida que quedaba.
Nadie siga mis pasos
si antes no ha aprendido
a amanecer también al mismo tiempo
que aquellos que le quieren escuchar
los susurros inquietos de su aurora.

28.12.07

Siembra

Quizás merezca aún la pena estar
como una siembra azul
de esperas en la aurora.
El sol audaz que en la montaña aguarda
el líquido cristal de luz encadenada
matará la dudosa duermevela
y el tenue parpadeo de sus ojos.
Espigadas las últimas estrellas
y allegados los últimos silencios
habrá seguramente
algún vacío convocado aún
para llenar las ansias de los ojos.
Que no en vano vivir se hace difícil
cuando no hay más andar que lo previsto.

26.12.07

Lotería


Si en algo la humanidad renuncia a la razón o a lo razonable o al raciocinio es en el tema de la lotería. Lo que debiera en verdad ser un reparto, el lote que te toca tras una justa división se ha convertido en una posibilidad, tanto más remota cuanto más divisible, porque lo que se reparte no es el objeto deseado sino la posibilidad de obtenerlo. Curiosamente, esa posibilidad, a veces remotísima, queda desproporcionadamente exagerada cuando se hace público al ganador como algo que podría haberle pasado a cualquiera.

Para eso, naturalmente, se necesita la publicidad y mantener unas falsísimas relaciones de proximidad que no funcionen al azar. Lo primero porque si los medios de comunicación no airearan clamorosamente el resultado o dijeran nada más : “Le ha tocado a Pepe Pérez” la sensación sería más bien de desaliento ante lo imposible; lo segundo porque uno tiende a creer en una linealidad que no existe en los sucesos aleatorios. Cuando alguien acierta todos los resultados menos uno tiende a decir que “casi” ha acertado sin pararse a pensar que hay más distancia en términos probabilísticos en acertar también el que falta que en haber acertado todos los otros. Del mismo modo uno tiende a creer en la contigüidad de un número con el anterior o el siguiente cuando en realidad son tan independientes como los colores o las bolas en los que se leen.

Naturalmente la política y las ideologías han aprovechado hasta lo increíble ese optimismo irrefrenable de las masas que incentivan la ilusión contra toda lógica y que dicen “¡Qué mala suerte!” cuando no les toca cuando saben bien que eso es lo normal y que es ese el opulento negocio de los que montan la lotería.

Yo, que jamás en mi vida he jugado a la lotería acostumbro a exasperar a mis próximos diciendo antes de su celebración que yo ya tengo cobrado el reintegro o preguntándoles después cuánto se han gastado para hacerme una idea de cuánto me he ahorrado.

Por supuesto que es inútil esfuerzo y, como bien saben los políticos, es la más auténtica fuente de satisfacción ciudadana en el sistema liberal que padecemos. La leyenda del ganador que triunfa desde cero es la base de una igualdad de oportunidades fantasmal e imposible porque transforma el hecho de que sólo puede triunfar uno entre muchos en un “cualquiera puede triunfar”.

Afortunadamente no somos así en lo desfavorable, por eso a nadie le va a impresionar el hecho cierto de que hay la misma probabilidad de que a uno le toque la primitiva de que le caiga un meteorito en un círculo de cien metros a su alrededor.

Yo ya he desistido de intentar razonar sobre el tema claro de que el mejor modo de ganar es no jugar.

Y ni siquiera lo sacaría a colación sino fuera por la tendencia de los políticos a sustituir los derechos que la justicia y la Constitución nos otorgan, como la vivienda o el trabajo, por una lotería para todos sin tener en cuenta que en la realidad muchos son los llamados y pocos los escogidos.

Yo, desde luego, más quiero para mis hijos unos metros de vivienda segura que la probabilidad de que les toque un palacio en una lotería.

24.12.07

Tres palabras

Puesto que aquí nos trajo la palabra
para comunicarnos
le hemos buscado una a la distancia
y de entre las más cortas encontradas
hemos tomado tres:
a,
por lo que significa dirigirse,
y,
copulativa y limpia de unidad,
o,
la exacta indiferencia
que no le pone orden al abrazo.
Que ellas tres puedan ser las mensajeras:
alas que salven todas las distancias
para llevar a todos lo mejor.

21.12.07

Solsticio (de invierno aquí)

En la luz de los aires la mañana
pesa como un dogal, plomo de esclavitud
a la rueda de piedra del molino.
Quizás no sea hoy justo que amanezca
y debería acaso tan sólo mantenerse
la duda silenciosa en que la noche acaba.
Una tregua para tomar aliento
y mirar, ya que no hacia fuera
la ahíta soledad,
al cansancio que dentro se hace el dueño
de esta última noche del otoño
y de este ínfimo día
tan escueto.
Seguir no es importante.
Acaso lo sea detenerse
en la lóbrega cueva
en que la honda noche se ha trocado.
Olvidar cuánto pesa
la luz que hemos perdido
y saber que en el sur ya se ha ganado.

19.12.07

Bi-abuelo

Cuando yo nací, mi abuelo tenía aproximadamente la edad que tengo yo ahora en el momento de nacer mi segunda nieta. Cuando ella pueda dedicarle unas líneas a su nieta como yo a ella hoy quizás intente que mi recuerdo se enlace al suyo como yo intento aún mantener el de mi abuelo.

Si todo sale según lo previsto, desde mi abuelo hoy hasta su nieta el tiempo cierre los dos siglos que van desde 1875 en que aquél nació hasta 2075 en que previsiblemente ella nacerá.

Vistas así las cosas parece que la vida pasa rápidamente, pero a veces hay que hacer ese ejercicio de salto generacional para colocarnos en nuestro sitio. No para hacer, como hacía un profesor mío pesimista que decía el día en que cumplió 40 años: “La vida es un soplo. Yo cumplo hoy cuarenta. Otros cuarenta y estaré ya al final de mi vida”. De ninguna manera. Más bien a la vista de los nietos haya que pensar en cuánto nos pegamos al tiempo cuando somos capaces de abarcar dos siglos con un mero ejercicio de reflexión.

Todas estas tonterías se le ocurren a uno mientras sostiene tres kilos y medio de nieta dormida plácidamente sin saber otra cosa que un presente aún para ella incomprensible.

El mío, de repente, parece haberse dilatado desde hace un siglo hasta casi el final de otro.
Y es que la vida sigue deparando sorpresas cuando uno creía que ya no podía sorprenderse de nada.

Seguramente porque la vida es la mayor sorpresa que puede salirnos al encuentro.

17.12.07

Amanecer


Quiebra ya la esperanza el horizonte.
La turbia nitidez de la vencida noche
acorrala las sombras en la tierra.
En vano intenta el monte
apuntar a los cielos que no alcanza.
Arriba queda el sueño, los amores
que añoramos, la meta inasequible
y el pálpito de nuestros corazones;
abajo está el camino que pisamos,
las lágrimas vertidas en la noche
y el ciego amor que urdimos
para encerrar la luz y sus ardores
en los cuerpos cercanos.
Partido el día mueren los sueños, sus temores
y nace la esperanza de que acaso
todo sea empezar, todo ilusiones.

14.12.07

Ligeros de equipaje


El tiempo denso a veces hiere;
dilatado proclama su desierto
y se hace arena de tedio.
A veces, rapto azul, relampaguea
y se hace eterna sensación
de la retina herida,
un bagaje de sangre en la pupila
con que afrontar la sombra
tendida sobre el ínfimo silencio
de la brecha final de soledad
que cierra al aire el agua de la Estigia.

12.12.07

Volver

El tiempo es gradual y sigiloso y va tomando nuestra vida por sorpresa. Todos hemos experimentado esa sensación al volver tras cierto tiempo a sitios, personas o situaciones y ver que nada es igual y que lo que entonces fue no es lo que ahora nos encontramos.

Ya estoy habituado a sentirlo así cuando paso a veces por la calle en que aún queda el edificio del colegio a que asistí hace ya cincuenta años y que se cerró en 1966. Otras veces recorro los pinares de la sierra donde tantas sendas dibujó mi adolescencia para darme cuenta de la lenta degradación del paisaje de entonces. En otras ocasiones vuelvo a encontrarme con antiguos amigos y compañeros y palpo de inmediato lo distante de los caminos que cada uno hemos tomado.

Ayer he vuelto a notar esa sensación. Tenía en el recuerdo de mis años infantiles las páginas de un libro de Ferenc Molnar que mi padre tenía en su biblioteca: “Los chicos de la calle Paul”. No es fácil evocar los sentimientos que una determinada lectura suscitó cuando éramos niños, pero sí podía recordar una vaga sensación de tristeza final tras la curiosidad de las aventuras de aquellos escolares de la brumosa época de entreguerras en Europa.

Se me ocurrió buscar en Internet y allí me encontré el libro completo que volví a leer con curiosidad y avidez. Nada es ya igual a lo de entonces, pero las sensaciones que de entonces creo recordar se habían mezclado en mi presente con toda una experiencia de trato con muchachos en el ámbito de la enseñanza, con el fenómeno del acoso escolar, con los superados patriotismos de aquellos tiempos y, sobre todo, con la vaga conciencia de la importancia de la amistad a la que no siempre la vida ha hecho justicia.

Son muchos los libros de entonces que he vuelto a leer al cabo de los años, pero quizás éste haya sido el caso más patente de reencuentro con un pasado lejano que se me viene a adherir al presente para descubrirme una vez más que el tiempo no ha pasado inútilmente y que a veces cuesta volverse a reconocer en lo que fuimos.

Y es que suele suceder que la vida no se percibe con justicia mientras no volvemos a evocarla con cariño.

10.12.07

Lo abandonado


Lo abandonado tiene,
a más de la belleza derrotada
y la gloria que evoca,
la tristeza del tiempo exuberante
que cae hacia el marchito límite del olvido
como cae la nostalgia
en el ánimo gris del exiliado.
Con cuánto amor quizás
la piedra hoy derribada
fue escogida, labrada, alzada, colocada
y hecha signo de cálida memoria.
Pero es inútil ir
contra el paso del viento entre los árboles
que es lo único que queda,
olvidado también de su insistencia.
Parado en el destino de la historia,
los sueños tienen más valor aún
porque quedan pendientes en el aire
como lo hace ese suave susurrar
que silba en los oídos del silencio.
Cuando todo lo que has edificado
quede olvidado entre los árboles,
quizás resurja un día suscitado
por la draga nostálgica
de otros ojos de otoño y de cansancio.
Y tú con ellos.

7.12.07

Posturas

De todas la posturas de amor para un poema
prefiero la del frío y la distancia
tendidas hacia la esperanza
de mi pecho en contacto con el tuyo
y el beso agazapado en mis labios sedientos
haciendo presa en tu mirada,
en tu voz temblorosa y en tu cuerpo.

5.12.07

De constancias y cambios

Dibujó la luz sobre el tiempo la flor de su constancia. Día a día el campo y sus criaturas dieron su paso acostumbrado. Pensé en la indiferencia con que ciertas vidas y sus destinos se van cumpliendo al margen de miradas.

El árbol del otoño no sabe de tristezas cuando suelta sus hojas ni habla del dolor de las esperas cuando el frío le aquieta hasta el silencio. La flor que asomó un día sus pétalos a la primavera no se duele de la certeza de su fin. Todo tiene su lugar mientras se acaba, se espera o se levanta. Y no hay dolor ni ilusión que tuerza los hados implacables o la certeza de saberse vivos..

Los ojos de los hombres buscan extraños designios en el fluir del tiempo y en la tenacidad del curso de los astros. Quizás porque nos sabemos emplazados a distintas maneras de sentir. Se nos dio el amor, cayó el sentimiento sobre todos nuestros pasos y somos deudores día a día de un corazón cambiante. El frío nos apoca, el calor nos agobia, el suave amanecer nos eleva o nos deprime, los días se nos muestran como espera ilusionada o como condena irresistible.

Me detengo a pensar si acaso no debiéramos sentirnos árboles o piedras y vivir como si todo fuera parte de una música en que no cuenta el silencio ni la nota aislada sino el conjunto en el que todo significa la grandeza de una obra que se va poco apoco ejecutando sin que cuente demasiado la cambiante soledad de cada nota.

Que los ánimos se trastoquen como cielos mudables nunca debería hacernos dudar de la exacta necesidad con que la vida va componiendo lentamente nuestra mejor melodía en una infinita variedad de acordes que los días nos van interpretando.

Siempre sin pausa, a veces con sorpresas de signo diferente, a menudo con cansancio la vida ejecuta la cierta partitura que escuchamos sin sentirnos arrastrados sino curiosos espectadores.

Ojalá ninguna disonancia nos haga dudar del hecho tan sencillo de estar viviendo como siempre lo hemos hecho.

4.12.07

Belleza

Al mirar la belleza me pregunto
a través de qué cauces, por medio de qué hilos
y quizás en qué medida
se ha quedado clavada en su distancia
la terrible presencia del peso de su autor,
de su firme y densísima sustancia,
o bien del negro grito del azar
que en sus fauces quedó cristalizado
o bien del peso de miradas ávidas
que en ellas levemente se posaron
para que yo algún día
del pozo de su cuerpo me mojara.

3.12.07

Para que no se olvide

De todo lo que fue o que está siendo
a duras penas quedará un olvido
junto a un puñado de anhelantes signos.
Que los hechos se olviden viene a ser ley de vida;
que se hagan olvidar es ley de muerte
para salvar vergüenzas responsables
de quienes las hicieron y aún no se arrepienten.
De todo lo que fue o que está siendo
alzaremos un crudo monumento,
no de memoria sino de verdad,
no de venganza sino de no olvido.
De todo lo que fue o que está siendo
haremos con heridas cicatrices
que sepan del dolor del que vinieron.