31.3.08

Nocturnos silencios alfareros

Cuerpo vencido que en la tarde cae
y suscita otro cuerpo que le haga compañía.
Así me siento yo cuando le encargo
al sueño piadoso que lo forje.
A veces me despierto con esa sensación:
la noche ha levantado de las olas
el cuerpo más hermoso que imaginar pudiera
oculto tras los ojos que me miran.
Y yo los miro como quien contempla
el ofrecido cuerpo que me llama.
Por eso con frecuencia los versos que convoco
son como pura entrega
a la ciega conjunción de mi delirio.

28.3.08

¿Te quiero?

Supongo que decir “te quiero"
es una deuda ineludible, hiriente.
Es un hueco clavado, si no dicho,
como se clava el mal sabor
en la dulzura vieja y enranciada,
es un pecho inflamado que se enfría
sin el resguardo de otro pecho amigo.
Supongo que decir “pasó”,
lo mismo que decir “ya te olvidé”
es el modo más triste de decirte
que aún te echo de menos y te espero.
Supongo que decirte “ven”
es la manera que me queda
de decirte “voy” y de decirte “espera”.
Supongo que decirte que te quiero
quiere sólo decirte que te quiero
aunque aún se me oculte
lo que quiero decir cuando lo digo.

26.3.08

La realidad

No es fácil saber en qué consiste la realidad, tan unida está al modo de presentarla. Uno a veces piensa que lo verdaderamente importante no está en conocerla sino en sentirla, lo cual tiene más que ver con el subconsciente que con la razón.

Bien me acuerdo de cuando se suprimió en España la famosa tercera clase de los ferrocarriles a partir de una fecha determinada. Unos cuantos amigos viajábamos en uno de aquellos famosos vagones con asientos de madera y hervor a pueblo y vocerío cuando tal fecha llegó. Uno de nosotros dijo entonces en voz alta: “¡Qué suerte la nuestra, ya estamos en segunda por el mismo precio!”

Así son las cosas. La realidad en general no se encuentra sino que nos es presentada. Naturalmente va diferencia entre decir: “¡Qué mala suerte! Me he pillado un dedo con la puerta” que decir : “¡Vaya suerte la mía! Me he dejado cuatro dedos de la mano sin pillar”.

Parece chiste, pero si la presentación es así apenas se nota, como mi hija desde bien pequeña siempre ha sabido hacer con habilidad: “De buena me he librado, papá. Se me han caído dos botellas de aceite y sólo se ha derramado una”

Todo es cuestión de manejo de números y estadísticas. La gente no es amante de las Matemáticas por aquello de que las escuelas nos las redujeron a cuentas metidas con lavativa en edades inoportunas. Así que si la mitad no come se dice que tenemos disponible medio pollo para cada uno o si vamos al norte por un camino que conduce al noreste no hay por qué decir que así nunca llegaremos al norte sino que la distancia con el norte se acorta. El despedir a la gente de su puesto de trabajo se llama flexibilizar el mercado de trabajo, el marcharse a producir al lejano oriente se llama aumentar la competitividad de las empresas, el forrarse cobrando más por lo mismo cuando escasea se le llama ley de la oferta y la demanda y la inveterada tendencia a no subir los sueldos se llama resistencia de los salarios al alza, control de la inflación o aumento de la productividad.

Que los precios suben, se busca un país más caro y se hace saber que aún estamos lejos de llegar a los precios de allí; si el 99’9 % de la gente pierde en la lotería todo el mundo se enterará de que hay 30 agraciados con millones en premios.

¡Ah! Y el manejo de gráficos, escalas, límites y derivadas…

La escala vertical del gráfico de las tendencias desfavorables se mide en unidades que las dejen casi invariables mientras que los aumentos favorables de salarios se miden en maravedíes.

¡Y que gran hallazgo el de las derivadas! ¿Que algo empeora? No pasa nada. No cometa la estupidez de decir que hoy vamos peor que ayer sino que busque una derivada primera positiva y diga que disminuye el descenso o lléguese a la segunda derivada y diga que nos acercamos al punto de inflexión. Siempre habrá un incremente de incremento… de incremento que nos sea favorable para poder comunicarlo a bombo y platillo.

¿Y los datos estadísticos! Todo es normal si eliminamos los tramos anormales y presentamos convenientemente los normales. ¿Que tenemos el doble de paro que los países de nuestro entorno? No problem. Se crea un índice adecuado que elimine de la cuenta a los gordos, ignorantes, irregulares y sin techo o sin casa de menos de 200 metros cuadrados y…voilà: ya estamos en primera fila. ¿Que tenemos más lista de espera en sanidad que en Cuba? Pues olvídese de esos rojos piojosos y defina la espera como el periodo posterior en n meses al momento en que se le convoca en la ventanilla X para ser atendido con la presteza suficiente.

Como podéis ver esta chupado. Un día llegaremos a que sólo vaya bien el número uno. Entonces le haremos paradigma de todos los ciudadanos del país y proclamaremos que el país va bien.

Casi como aquel que escribía en un muro: “Nadie es perfecto”

Y firmaba: “Nadie”.

24.3.08

Jardín de olvido

Con los ojos velados de cansancio,
sin velas ni timón ni remo parto
al sitio que al azar me desconvoque
sobre un jardín de olvido en que esconderme.
Un pasadizo he de dejar tan sólo
para filtrar mis versos en los sueños,
amistades, amores y recuerdos
que a este lado sin duda me acecháis.
Por él regresaré al caer el día
con los ojos henchidos de nostalgia
para dejar un beso en vuestros ojos
y una suave caricia en vuestro pecho.
No siempre es fácil descansar
a esta parte del ruido y la costumbre.
La ilusión de otro lado es nuestro norte.
Sólo un sueño lejano que nos lleve.

21.3.08

Ceguera


Es difícil saber
la esencia de lo negro o su apariencia.
Ausencia, acaso, de la luz
o un vacío de cosas que se han ido.
Otras veces se embota la mirada
de los ojos, la piel o los sentidos
y no puedes saber
si el mundo te ha fallado o si eres tú
quien ha perdido el rumbo entre las sombras.
Inútil tantear, oír el viento
o andar el círculo fatal de las tinieblas.
Tú sigues, sin embargo, abandonando
migajas de palabras
como un intento mudo
de afirmar la mirada en la ceguera.

19.3.08

El triunfo de la medicina



Mientras catalogababa los libros de la biblioteca del colegio la semana pasada una pequeña obra de teatro llamó mi atención: Knock o el triunfo de la medicina, de Jules Romains. Hay libros que tienen la virtud de retrotraerte a tiempos pasados con una viveza que no habría uno sospechado. En algún momento de principios de los años sesenta había representado yo aquella obra en el papel de Knock con todo el entusiasmo de mis años adolescentes.

Tomé el libro para releerlo y me lo llevé a casa. Sabía que en algún lugar perdido del cajón de mi mesilla de noche tenía alguna foto tomada durante los ensayos de aquella obra. Hacía mucho tiempo que no volvía sobre esas antiguas fotos en blanco y negro a pesar de que siempre me ha gustado asomarme a ellas para rememorar épocas pasadas.

No tardé mucho en encontrar varias de ellas. Me fijé especialmente en una en la que se me veía luchando por no perder el bigote mal pegado durante la interpretación del primer acto. Allí se veía el coche de cartón que habíamos confeccionado con todo nuestro entusiasmo para la obra. Reconocí a Ernesto y a Miguel Ángel y me pregunté qué habría sido de ellos al cabo de los años. Alfonso andaba todavía por allí sin sospechar siquiera que un cáncer se lo llevaría nada más comenzar el siglo siguiente.

Volví a leer la obra y me asombré de que todavía me sonaban párrafos enteros desde la lejanía de aquellos más de cuarenta años transcurridos.

Ahora la comprendía mejor que entonces y se me hacía extraño imaginar aquella lucha de Knock por hacer triunfar la medicina según su peculiar interpretación de que ese triunfo habría de conseguirse en el momento en que todos los habitantes de la comarca fuesen considerados como enfermos.

Volvieron a sonarme las contundentes palabras de Knock: “Las personas sanas son enfermos que se ignoran”, “su error es dormir en la seguridad engañosa de la que les despierta demasiado tarde el rayo fulminante de la enfermedad”, “la salud es una palabra que no habría ningún inconveniente en quitar de nuestro vocabulario. Por mi parte, sólo conozco gente más o menos aquejada de enfermedades”, “…una comarca habitada por algunos millares de individuos neutros, indeterminados. Mi papel es determinarlos, llevarlos a la existencia médica. Les meto en la cama y veo qué puede salir de ello: un tuberculoso, un neurópata, un arteriosclerótico, lo que se quiera, pero alguien ¡Dios mío! ¡alguien!” y, sobre todo la apoteosis final de su triunfo mientras mira desde la ventana del hotel transformado en hospital atestado de enfermos: “En doscientas cincuenta de estas casas hay doscientos cincuenta habitaciones en donde alguien proclama la medicina, doscientas cincuenta camas en donde un cuerpo echado da fe de que la vida tiene un sentido, y, gracias a mí, un sentido médico. La noche es todavía más hermosa, porque hay luces. Y casi todas las luces son mías. Los que no están enfermos duermen en las tinieblas. No cuentan.”

Al acabar de releer el libro, junto a ese inevitable sabor que lo pasado e irrecuperable pone en los hombros y los pies del cansado viajero, me quedé pensando en que, después de todo, también hoy un oscuro doctor Knock mueve los hilos para convertirnos en una inconsciente y exhaustiva clientela. Repasé la solapada e incisiva publicidad que nos advierte de la ciega amenaza del colesterol, de los problemas de tránsito intestinal, de los escapes de orina, de los dolores de cabeza, de la caída del cabello, de la bajada de las defensas, de la fatiga, del odioso olor corporal, de la excesiva sudoración, de la halitosis, de la lumbalgia, de los gases intestinales, de las arrugas insidiosas, de las almorranas, de la fragilidad de los sentidos, de los herpes labiales, de la línea indeseada, de los cabellos quebradizos, del cuerpo estéticamente mejorable…

Quizás hoy –y con menos humor que Jules Romains- los grandes laboratorios sigan la visionaria táctica de Knock y desde algún lejano despacho alguien esté diciendo mientras nos mira con su peculiar visión diciendo como aquel:

“Piense que dentro de unos instantes van a dar las diez, que para todos mis enfermos las diez significan la segunda toma de temperatura rectal y que, dentro de unos instantes, doscientos cincuenta termómetros van a penetrar a la vez…”

El humor lo pondremos nosotros diciendo: Mientras sólo sean termómetros…



PD.
AL final pude hacerme con dos fotos. La memoria me había traicionado y el bigote en esos momentos no se me caía. Al que se le caía era a Carlos (Ernesto no estaba) junto con toda la barba.
Yo soy el de camisa y sombrero blancos: el auténtico doctor Knock.



17.3.08

Aniversario (17-3-1975)


Si pusiera elegir, elegiría
olvidarme de ti, y en ese olvido
olvidarme también de cuanto he sido
y volver a empezar. Descubriría
el irte descubriendo cada día
y sentirme otra vez ciego y herido
mientras palpan tus manos mi latido
y se encuentra tu mirada con la mía.

Tantos años unidos no han bastado
para colmar el vaso de mis ojos
ni cansar mi camino enamorado,.

Pero a veces quisiera soles rojos
de olvido y luz de amor recuperado:
tus manos suscitando mis sonrojos.

14.3.08

¿Otra vida?


Ya reposaba en paz la sangre de la herida
que el cauterio del tiempo había coagulado.
¿Qué provecho se obtiene volviendo a escarbar
en la duda nocturna de aquella encrucijada?
Me he pasado a esta vida con armas y bagaje
y afronto ya desnudo el áspero sabor
de la gris soledad y su fatal victoria.
Quizás fuera posible la isla abandonada
de otra tarde azul en la que ver morir
el sol sobre mi espalda. Y acaso me aguardara
otro modo diverso, otra parda nostalgia
al pensar en la vida en la que ahora peno.
Pero uno no escarmienta y quiere revivir
las cenizas amargas que nunca poseyera.
Quizás sea posible, ya que no la humedad
de los ojos al cielo, la vista convergente
hacia aquel estallido que nos hizo fragmentos
del día solitario en campos de desguace.
Quizás sea posible lo imposible,
si no en la realidad al menos en los sueños.


12.3.08

Listas de espera


A nadie le gusta esperar, pero diríase que ese disgusto es la llamada irresistible para engendrar el deseo e inyectar valor a los objetos y a los acontecimientos. Podemos comprobarlo cuando queramos en cualquier entidad pública o privada a la que se accede para cualquier trámite necesario.

Observaremos que de cada diez ventanillas abiertas nueve –justamente las que están vacías- no le resolverán absolutamente nada porque todas le remitirán -¡oh casualidad!- a la que tiene una larguísima cola ante ella. Igualmente podremos constatar que de cada diez personas empleadas en cualquier centro y que se muevan ágilmente de un lado para otro nadie podrá atendernos si no es aquella que tiene gran cantidad de gente alrededor.

Así que no me extraña que la gente haya desarrollado un instinto infalible por el que sólo se orienta o se siente atraído por las grandes aglomeraciones y parece sentir horror por los sitios recatados y poco frecuentados.

Observemos una exposición, una feria o una representación y nos daremos cuenta inmediatamente. La gente se agolpa alrededor de unos pocos sitios dejando libres todos los otros. Lo curioso es que no parece haber razones objetivas para ello porque cualquier persona razonable puede comprobar que los puntos de atracción viene a ser de idéntico contenido a los otros.

Así que no es nada extraño verificar cómo unos habilísimos manipuladores de masas alquilan o contratan personas para formar colas o aglomeraciones que acabarán infaliblemente atrayendo a más y más personas. En lo cual parece que imitan a la naturaleza que formó planetas allí donde se agolpó material mientras que la dispersión sólo dio lugar al fracaso de los asteroides.

Ya de pequeños solíamos hacerlo. Nos poníamos varios alrededor de un vacío y mostrábamos signos indudables de actividad o inquietud o bien tres o cuatro mirábamos a un lugar absolutamente indiferente del espacio, preferentemente superior. Al cabo de un rato, si se conseguía atraer a unos pocos incautos podríamos observar grandes aglomeraciones entre las que era posible difundir bulos y comprobar cómo se propagaban y deformaban.

Por eso, en el fondo, nadie se preocupa demasiado por las listas de espera. Es más, los grandes éxitos de los más horribles bodrios vienen precedidos de campañas millonarias para crear inmensas listas de espera. Nadie irá a ver un espectáculo o a apuntarse a una institución ni acudirá a un profesional si no se ve acompañado por gran cantidad de gente. Y es el que el subconsciente funciona alertándonos de que cuando algo está vacío por algo será.

Donde parece que aún no se han dado cuenta es en la Sanidad pública donde procuran falsear las listas de espera para que no parezca que haya gente esperando. Infelices. Pues ellos se lo pierden.

Así que nos apuntaremos todos a la Expo de Zaragoza. Por colas no ha de quedar.

10.3.08

De inutilidades e injusticias

Hicimos lo debido. Siervos inútiles somos.
Triste sino del siervo:
no la inutilidad de su trabajo,
sino su triste condición de hacer lo imprescindible
y encima ser inútil.
Más glorioso el destino del amo:
dádiva su trabajo que sobre enriquecerle
es obligado agradecer.
Lo opuesto es rebeldía.
Por eso el mundo está repleto
de ingratos siervos tuertos condenados
por dar ojazos en el codo pródigo
del amo poderoso.

7.3.08

Audaces fortuna iuvat


Las gloriosas figuras del triunfo
ofrecen su reclamo:
ganan premios pródigos en justas literarias
o acaso oposiciones
si son inteligentes;
y si son del montón
ostentan orgullosos la fortuna
ganada con quinielas, primitivas,
sorteos, cuponazos, loterías...

Mundo feliz, sin duda, para todos:
la victoria al alcance de la mano.
Por si acaso, no dicen nunca
cuántos fueron llamados y cuántos escogidos,
no vaya a ser que dejen de creerse
tanta felicidad
y descubran lo cierto:
que la vida se juega en desventaja
con las cartas marcadas
y que
la inmensa mayoría
tiene perdida la partida incluso
antes de haber jugado.

5.3.08

Política y publicidad


Muchos son los lenguajes que cabría esperar de los políticos para que hicieran saber a sus electores las ideas que pretenden llevar a efecto. Sería de esperar de ellos siempre una idea clarísima que pudiera transmitirse usando las armas de la oratoria, la precisión de los términos, la lógica de los argumentos y la claridad de la exposición.

Lamentablemente se ha ido imponiendo poco a poco la auténtica tomadura de pelo de que el único lenguaje utilizado es el publicitario con el que los políticos pretender alcanzar el poder como las marcas de coches pretenden vender sus modelos.

Hoy sería perfectamente posible ahorrarse los interminables discursos y las invectivas de unos contra otros usando los medios que la técnica pone a nuestra disposición.

¿Se lo imaginan? Unas elecciones en las que se obligara a cada partido a rellenar unos informes o cuestionarios sobre objetivos políticos y medios para conseguirlos. Los electores sólo tendrían que leerlos y decidir en consecuencia. ¡Qué ahorro tan increíble de tiempo y dinero para todos! Se acabarían esas llamadas fiestas de la democracia que sólo sirven para que los que más tienen más consigan a base de gritar más fuerte que los otros. Y, además podría ampliarse a un mes el día de reflexión previo a las elecciones.

Una pena. Pero no era de esperar otra cosa. En el fondo pocos creen en la democracia, o sea, en la libre elección por parte del pueblo. Por más que se hable del pueblo soberano al que nunca se le podrá engañar todos se cuidan mucho de dejarle la libertad de elegir sin que le hablen de lo malos que son los otros y le pretendan crear sensaciones desagradables o agradables –según los casos- más que convencer con argumentos.

Para eso la política ha caído en manos de la publicidad y –no nos engañemos- eso no garantiza el triunfo de los mejores ( recuérdense los casos VHS-Beta, compatibles IBM–Mac, Cocacola-Trinaranjus, hamburguesas-tortilla de patatas) sino el triunfo del engatusamiento sobre la convicción. La victoria, en consecuencia, queda más del modo de decir las cosas que de decirlas.

Que es un modo de considerar al pueblo tonto. Quizás porque la mayoría no quiere pensar ni leer sino sólo ver un espectáculo.

3.3.08

Competencia


Cuando era monaguillo de pequeño
me decían: Es fácil. Sólo intenta
no ponerte jamás donde haya otro
y, en los casos de duda, siempre genuflexión.
Hoy ya todo ha cambiado.
Los monaguillos son
una especie en peligro de extinción
y es norma de absoluta competencia
ponerse donde ya esté otro
por ver si tú los echas antes de que te echen.
Veinte esfuerzos pujando donde uno bastaría.
Goya de las pinturas negras,
dos hombres golpeándose en medio de un desierto
de arena que les llega a la cintura.
Si el resto es necesario
como la vida, el ocio o la sorpresa
no parece contar para un sistema
en que es muy peligroso cubrir lo necesario
porque el valor depende de la escasez
o del viento gélido que acecha
a los que caen en las oscuras simas
de los márgenes tristes de la tarta.