15.9.08

Ich bring dir's

Reitero aquí la dedicatoria cuya certeza entonces ignoraba que habría de tornarse despedida por esa ley de Murphy inexorable que obliga a lo posible a suceder.
No podía quedarme y me quedé por dos años y medio. Ahora tengo que irme con este último brindis. Quedará el blog abierto y no lo borraré por algún tiempo porque una vez escrito ya no es mío y acaso alguno quiera llevarse lo que quiera. Quedará aquí ofrecido como dice en el título el alemán del que procede nuestra palabra brindis:

Brindo por la amistad y su tibieza,
por las palabras densas
que hicieron tan cercano lo lejano,
por tanta compañía en horas huecas,
por tanta plenitud en el vacío.
La vida aún ha de seguir su curso.
Quizá otro círculo me acerque aquí
donde ahora dejo esta mano abierta
por si acaso otra mano y otro tiempo
permitieran que entonces se enlazaran.
Nunca digas que no puedes quedarte
porque habrás de quedar en mal lugar
cuando otra vez te asomes y te quedes.

12.9.08

Trascendente intrascendencia

No todo habrá de ser tomar postura
en cosas trascendentes, serios casos,
asuntos de vital profundidad;
algunas veces necesito un soplo
de leve intrascendencia, de paseo sin rumbo,
de brisa ensortijada revolviéndome el pelo,
de un azar bien plantado sobre caminos lentos.
Perspectiva total de mariposa,
me digo sin pensarlo:
Marchando una de flores, dos de vuelo sin rumbo
y una cópula cierta en colofón
de una vida entregada, intensa y breve.
Quizás no sea tan intrascendente.
Si bien lo pienso, ese vagar incierto
en el fondo consume el tiempo igual
y me deja por dentro
el sabor placentero de los juncos
cuando dejan que el viento los agite.

10.9.08

Leyes no escritas, 15: La ley del hecho consumado


Formidable hallazgo que permite a ciertas personas cortar por lo sano la parte de obligación que las leyes inducen. Porque, ya se sabe, la ley justa no debe permitir excepciones injustas para que nadie parta con ventaja. Si eso se cumpliese a rajatabla quizás las leyes fueran la manera perfecta de conseguir un mundo con menos diferencias. Pero no era de esperar -como así ha sucedido siempre- que los halcones de arriba se quedaran tan contentos mano sobre mano observando cómo la justicia va gradualmente reduciendo esas diferencias para las que sólo viven quienes pretenden ser diferentes por definición.

Así que, manos a la obra. Es cuestión de saltarse ciertas normas con toda la caradura del mundo pero con la suficiente astucia para que no se note demasiado y, al cabo de los años, lo injustamente adquirido o alcanzado sea un derecho adquirido al que -ahora sí- quienes quieran transgredirlo se las tengan que ver con la fuerza inexorable de la ley.

La fuerza suele permitir estas situaciones. Pone un fuerte cara de tonto y de decisión y se coloca en un sitio de tu propiedad, se apropia su derecho o toma la costumbre de hacer lo que en modo alguno la ley le permite. Y luego, el tiempo implacable, la desidia o la ignorancia hacen el resto. Un día la incauta víctima quiere sentarse en el sitio que hace tiempo tenía, quiere andar por el terreno que antes fue su propiedad o era de todos, quiere echar al intruso y ve con pasmo que no sólo no puede sino que la ley protege al usurpador que ha adquirido por la cara unos derechos contra ti que la costumbre le tolera.

No otro ha sido el camino de las guerras, de las desamortizaciones, de las expropiaciones y de las subastas amañadas. De la noche a la mañana quienes un día entraron a la chita callando o por la fuerza se aferraron a otras leyes para no marcharse. De esa manera las guerras han sido el injustísimo camino por el que se ha llegado al justísimo reparto de territorios nacionales que, una vez ocupados, jamás serán cedidos.

Ese camino no es otro que el del hecho consumado. Se hace algo por muy ilegal o molesto que sea y luego es ya cuestión de sostenella y no enmendalla. Sería bueno que, sobre todo en el campo de las propiedades “de toda la vida” , la historia señalara sin lugar a dudas las extorsiones, las ventas fraudulentas, los desahucios prepotentes o la simple caradura que han llevado a la consumación de los hechos que hoy día son tan inconmovibles como las estaciones.

Que se lo pregunten a las mafias quienes quieran comprobar la realidad de esta ley no escrita sobre la que se asienta el mundo en que vivimos.

8.9.08

Todo o parte

Dije totalidad y dije bien:
tomados parte a parte en este cuerpo
quizás seamos nada más dolores
o vuelos, sueños, saltos, iras, tedios;
si nos vemos del todo, sin embargo,
dibujaremos en él una envolvente
que habrá de definirnos globalmente
sin tanta turbulencia de detalles.
De este modo, aunque a veces dudemos
y otras veces nos sintamos más seguros
será la dirección de nuestros ojos
la que habrá de decirnos quienes somos
en vez de este lugar que ahora nos pesa
y que sólo nos dice donde estamos.

5.9.08

Agua, río

Hilo terso de lágrimas
en el rostro tranquilo de la tierra.
Arranca a mi mirada
el turbio paso o llanto que me queda
y deja en mí el sabor
de un hueco de humedad en mi aspereza.
A ti te escribo, azul
de nieves altas rumbo al mar. Espera
y arráncame también
el musgo verdinegro de la pena.
Quede yo roca fría
y tú el mensaje tibio de mi piedra.


3.9.08

Leyes no escritas, 14: La ley del Talión

Por más que esta ley se considere ley no escrita, sólo es cierto en la actualidad, ya que el Código de Hammurabi, la Biblia en su Pentateuco y no pocos ordenamientos jurídicos antiguos se hicieron eco de ella y la expresaron por escrito. Incluso se consideraba un avance humanitario en cuanto que establecía la equiparación del castigo con la pena sin concesiones a una venganza indiscriminada.

Pero pasados ya aquellos lejanos tiempos de la Torá en que Dios nunca habría de dar cuenta de sus arbitrariedades por mantener la primacía y la subsistencia de su pueblo, pocos hoy mantienen, si no es por motivos de tradición religiosa, la justicia de una ley que devuelve mal por mal.

Es evidente que, tomada así, la ley del “ojo por ojo” no es más que la expresión de la venganza que a todos, como carcoma en viga vieja, nos corroe.

“Si la haces la pagas”. Tal parece cual si lo tuviéramos grabado a fuego en las entrañas. Sólo unos pocos héroes, que conservan la lucidez de la razón en medio del sufrimiento y la injusticia de la agresión inicua, son capaces de decir: “Ningún daño ni castigo infligido a quien me hirió me habrá de devolver lo que me arrebataron”.

Y así el castigo como restauración de un orden irreconstruible tras la ofensa se ha ido abriendo paso como expresión moderna de la ley del Talión. Mucha gente que se queja de la violencia inculca a sus hijos el golpe por golpe: “Si te dan tú no te quedes quieto”. En el fondo todos sabemos que ese no es el camino de la paz. Dentro de lo vergonzoso y humillante de poner la otra mejilla todos reconocen, sin rendirse a practicarlo, que los caminos de la paz jamás pueden venir de la mano del odio y la venganza. Es mucho más probable y, por supuesto mucho más firme, la paz del que reconoce la parte de razón o de justificación que asiste a sus antagonista que la paz del que se calla por temor a las represalias.

Claro que el hecho de reconocer una cosa en teoría no garantiza que haya de tomarse como camino seguro para lograr lo que se pretende. Es extraña la estúpida satisfacción del que se venga aunque sepa que no sirve para nada. Todos hemos escuchado en pequeños círculos la expresión iracunda con que algunos pretenden “sacarse la espina” de la injusticia clavando otra tan injusta como la padecida y creyendo que así su herida quedará curada.

Quizás la ley del Talión sea un freno a la espiral de la violencia creciente mediante el círculo de la violencia equiparable, pero en el fondo el avance que Jesús de Nazaret o Gandhi proponen de luchar contra la violencia con las armas de la paz y de la justa resistencia habrán de ser el único camino que nos salve de la fiera insaciable de venganza que llevamos dentro y que corroe como lepra el mundo que vivimos.



1.9.08

Fatum

Han sonado truenos a lo lejos
y te has sentido en paz:
no hay ninguna amenaza de los dioses
ni hay el temor de lo que no comprendes.
Luego llueve a torrentes
y no hay castigo de los cielos
que junten otra vez
las aguas superiores e inferiores.
Al final aparecen las estrellas y te alegras
de que su luz, que ahora ves,
salió de ellas mucho antes
de que existiera nadie en esta tierra
y que por tanto, no tienen influjo
en tu propio destino ni en tu origen.
Te sientes libre de los hados ciegos
y das gracias a todo lo aprendido
por esa libertad que te ha dejado
de no temer ya más que a lo posible
y de amar sobre todo lo imposible.


(PD. En marzo publiqué un poema titulado Ceguera . Versions célestes ha hecho del mismo una bella traducción al francés que publicó ayer. Se lo agradezco con todo cariño)