31.12.08

Un día para recordar

Acaba otro año. Es un vicio irresistible -sobre todo para los veteranos- el mirar hacia atrás. Se me ocurrió echar una mirada a lo que tenía escrito. Aunque algo había guardado en papeles ya descoloridos de los años 65, 66 y 73 los evité, quizás por lo difícil que me resultaba reconocerme en ellos. De los últimos 16 años recopilé lo siguiente, más como hitos testigos de años pasados -esa fue la razón de que se guardaran- que por su escaso valor literario:

Cuando el año es recuerdo de una noche
que apaga los caminos
de los amaneceres,
ved los ojos amigos
que os guardan en todas las alboradas
las gotas de rocío
y el claro resplandor
que las convierte en perlas con su brillo. (31-12-1992)

Las cosas, las personas de cerca son imperfectas. Si lloramos por ello quizás nos olvidemos de que nosotros también lo somos y de que la belleza que habíamos percibido no era falsa, sino incompleta. Como nosotros. (31-12-1993)

Durante 365 días la mañana inexorable casi la noche vencida ha sido testigo de mi mirada seca, cansada o esperanzada, siempre tozuda. Ahí queda sin destino aparente como la huella duradera de un paso efímero por el borde de los días. (31-12-1994)

Poemas de ilusiones y constancia,
de miradas tempranas y de empeños.
Si hubiera en ellos algo de importancia
sería acaso el alma de sus dueños. (31-12-1995)

Sabor amargo:
sino crepuscular de todos los finales.
Compañero animal que hizo nuestros sus jadeos
no ha de seguir ahora con nosotros
más allá de la línea que el tiempo nos ha impuesto. (31-12-1996)

Cuando al rubio arrebol el día muera,
las doce campanadas de la historia
habrán dejado un surco más
en mi espalda doblada y en mis pies marchitos.
Nada se acaba, sólo sigue
con otros personajes, (31-12-1997)

Puede que el tiempo me haya sido hostil,
pero nadie jamás podrá acusarme
de no haberle mirado frente a frente
con los ojos altivos. (31-12-1998)

Fue una suerte que prevaleciera
este sistema de contar sumando
que hoy utilizamos,
porque así hay un abismo
desde mil novecientos
noventa y nueve hasta el dos mil,
sin cifra alguna igual,
con la inmensa sorpresa de pasar
desde un uno y tres nueves hasta un dos y tres ceros. (31-12-1999)

Todo converge en esta fecha última
para hacernos pensar en nuestro propio fin,
porque siendo nosotros limitados
hemos querido limitar el tiempo
como si fuera él y no nosotros
el que llega al final de sus etapas. (31-12-2000)

Ahora todos son –me refiero a los días-
como ruinas cubiertas por la arena
que ofrecen al recuerdo
apenas un tumor imperceptible
donde yacen más búsquedas que hallazgos. (31-12-2001)

Marchaos, dioses, con vuestra altura inútil
y dejadme mi tierra con mi cielo:
mi casa con ventanas
para contar estrellas. (31-12-2002)

He terminado ya de hacer preguntas
al tiempo que me trajo las palabras
sobre las que hasta hoy pensé. Ahora
pensemos un instante tiempo y yo
en lo que hemos traído el uno al otro. (31-12-2003)

Más eres tú quien pasa que no el tiempo,
entelequia que ignora con desprecio olímpico
cuánto tenemos que morir
para seguir viviendo. (31-12-2004)

Recuerdos que no tienen corazón.
Los deseas, los temes,
los evitas o en ellos te refugias. (31-12-2005)

El tiempo que pasó no me ha llevado.
Aún estoy aquí llevándole yo a él
con una silenciosa tozudez
y con la terca determinación
de ir yo por delante. (31-12-2006)

Nadie siga mis pasos
si antes no ha aprendido
a amanecer también al mismo tiempo
que aquellos que le quieren escuchar
los susurros inquietos de su aurora. (31-12-07)

Nadie ha puesto final tras este punto
ni tampoco diré punto y aparte.
Sólo añado dos puntos tras de él
para dejarlo en puntos suspensivos.
Pendiente así el futuro
parece haber más sitio a la sorpresa
sin la cual nunca existe la esperanza. (31-12-08)

Todo lo anterior es ya pasado. Sea hoy el presente de un abrazo a cuantos se asomen a estas páginas.
Quedamos para el año que viene.

29.12.08

Puentes

Llego hasta aquí con prontitud de estrella
obediente al lugar en que la deja el día.
Desde una a otra alba existen puentes
que a veces ni siquiera dejan huellas.
Subsiste sin embargo su sabor:
el poso inexplicable de su paso.
Primero noto el gusto
y analizo después a qué es debido.
Descubro con sorpresa de indocto principiante,
a pesar de las veces que ya lo he comprobado,
que basta algo de amor entre las horas
para borrar del día
cualquier otra amargura acontecida.

26.12.08

A Harold Pinter

Todos sabemos qué es correr el riesgo
de equivocarse o de acertar
pero pocos saben aceptar como cierto
que corrige el espacio cuanto hacemos
entre todos nosotros y la muerte
o que algunos se mueran de deseo
de aprobar nuevas leyes
en la que la ceguera sea ver
o que la democracia respaldara
la muerte de los críticos
o que hubiera torturas desgarrando
tendón y corazón en cuartos musicales
donde hijos de la luz
creyeran que su reino había llegado
o que hay especiales relaciones
entre USA y UK
en que alguien se doblega ante otro hombre
y chupa su lujuria.
Ojalá te haya sido leve muerte
la que te permitió disponer de tus horas
aunque las absorbiera como miel
de la flores amables de tu vida.

24.12.08

Hablemos hoy de felicidad y de felicitaciones.

Compartimos un pequeño rincón del espacio y del tiempo en este diminuto planeta perdido en un lateral de una entre millones de galaxias.
Uno sabe que en medio de tanta desgracia, errores, injusticias, guerras y odios con que en él nos encontramos también existen motivos de felicidad y ocasiones especiales para deseársela a todos.
Si esta diminuta isla esférica en que vivimos dibujando una elipse a millones de kilómetros de la estrella que nos calienta e ilumina no estuviera inclinada sobre el plano de su giro los incorregibles habitantes que la poblamos buscaríamos otros motivos para pensar en la felicidad y para expresar nuestra firme confianza en que somos capaces de alcanzarla, pero esa fortuita circunstancia nos brindó el hecho de que el tiempo prolongadísimo y repetido de su giro pasara por momentos en que los días se acortan y alargan robando y cediendo oscuridades y luces a la noche.
Un día singular de máximos y mínimos resulta ser la fecha en que nos movemos y que impuso desde el hemisferio norte que primero lo tuvo en cuenta el hecho de celebrar el fin de la noche más larga y el comienzo del alargamiento de los días y de la vivificadora luz del sol.
El cristianismo acabó llevándose el gato al agua en estas fechas y consiguió extender a ellas su creencia en el acercamiento de la divinidad a la humanidad en la fiesta de Navidad. Con ese motivo se extiende la costumbre occidental de desearse felicidad y hacer regalos como modo de hacer feliz y de sentirnos felices.
Desde estos ciberespacios en que nos movemos algunos para comunicarnos usamos la palabra como mejor modo de expresar estos deseos. Por eso tomo esa palabra "feliz" y la examino con el cariño de analizar cuanto arrastra en su historia.
No parece nada fácil explicar el fondo de esta palabra: nuestro idioma la tomó literalmente del latín "felix" y cuando el Diccionario oficial trata de explicarla incide una y otra vez en la repetición (que tiene felicidad, que causa felicidad). Sólo referida a una idea se señala el hecho de oportunidad; sólo la opuesta de no ser feliz nos remite al opuesto de desgracia.
Lo mismo con la palabra felicitar. En latin "felicitare" era hacer feliz. Para nosotros, quizás ante la imposibilidad de hacerlo se ha quedado en desear que otros sean felices.
Pero la palabra "feliz" quizás dé para más si nos remontamos a unos cuantos milenios antes. Abro el curioso "diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española" que suelo utilizar como fuente de inspiración para muchas reflexiones y me encuentro con algo curioso que aprovecho para compartir con vosotros:
La raíz más probable para explicar la palabra quizás sea la forma no atestiguada "dhe(i)" con el significado de chupar o amamantar y sus huellas con sufijos en Dhe-la (thelos > "endotelio"), dhe-mna (fémina, hembra), dhe-to (feto), dhe-kundo (fecundo), dhe-no (heno) dhi-lyo (hijo) y dhe-l-ik (feliz).
Así pues desde la más profunda antigüedad en que nuestra palabra tomó forma, la historia nos legó junto con esta palabra la convicción de la felicidad del niño que se amamanta, de la relación materno-filial, de la vida en familia. Sabemos que por desgracia no siempre las cosas son así, pero el optimismo de la raza humana y su deseo de felicidad han plasmado en la palabra ese convencimiento.
Es mucho dar vueltas al sencillo deseo de felicidad que uno quiere para todos en estos días, pero no encuentro otro modo de hacerlo.
Hace ya ocho años intentaba poetizar sobre la etimología de las palabras y me encontré de entonces estos versos sobre las palabras "próspero" y "juerga". Con ellas acabo mi sincero deseo para todos de que paséis unas felices fiestas:


Próspero

Quizás porque el deseo va siempre a lo mejor,
cuanto viene según lo que esperamos
nos es feliz o venturoso o próspero.
Y es que uno se imagina
el futuro como algo que nos debe
un gozo que compense
el inmenso trabajo de estar vivos.
Esperamos por eso la alegría
como acto de justicia del destino
que nos da el fruto de cuanto sembramos.
Un próspero futuro, tan sólo ensombrecido
por la odiosa certeza de la muerte
a la cual esperamos y en la cual no esperamos.
Que todo, pues, nos salga
según lo que esperamos
y no según lo que tenemos
para que lo que hayamos de vivir
nos sea siempre próspero.

Juerga

Cuestión de espacio nada más.
Si lo estrecho o angosto es angustioso,
lo ancho u holgado habrá de ser jolgorio.
Del holgar a la huelga o juerga, un paso.
Quizás debamos en la vida sólo
ser felices hallando espacios libres,
una zona exclusiva con holgura.
No ver las rejas de la cárcel es
el paso primordial para olvidarlas pronto.
Ser feliz o encontrarse a gusto
es holgar a distancia de los muros.

22.12.08

Luz

Clara, ardiente, tenue compañía
que saca de la nada su presencia.
Al alba la negrura adormecida
recobra las visiones fantasmales
que hicieron de las cosas un deseo
sin bordes definidos y sin sombras.
El lento amanecer, antes que hiera,
es la deuda rosada y expectante
al doblar de la noche hacia la aurora.
Las cosas todavía son proyecto
vaporoso que amar sin compromiso.
Antes que el día bañe en la certeza
el tedio de las cosas y su pena
aguardaré tu mano desnudando
el pudor vaporoso que nos hace
amar la bruma etérea sin que el sol
permita la presencia previsible
de todo lo manido y ya pasado.
Sólo quiero del mundo y su presencia
la nostalgia de luces fugitivas
en la tarde y el ansia de la aurora.
Sólo la luz naciente y su agonía.

19.12.08

Dibujos

Pinta un cuadro el pintor.
La cortedad del brazo no le deja
que lo haga desde lejos.
Pero de vez en cuando retrocede
para ver el efecto en la distancia.
Nunca supe pintar pero conozco
la misma sensación, si bien contraria:
te dibujo a lo lejos hasta que me entran ganas
de acercarte a la punta de mis dedos
y sentir como cierto el cuerpo deseado.
Y es que el amor dibuja lejanías
tan sólo por las ganas de acercarse.

17.12.08

Papel o pantalla: el libro electrónico


Andan divididas las opiniones, o sea los deseos,  sobre el futuro de nuestros libros. Por supuesto la mayoría de la humanidad, que pasa hambre y que bastante tiene con aguardar a que la aurora les sorprenda vivos, vive al margen de este problema con la misma indiferencia que le merece al ciego  el color de que pinte la fachada principal de su palacio el sultán de Brunei.
Casi lo mismo les pasa a los que no leen y para los que es de suponer que se inclinarían sin duda por el libro tradicional cuyo lomo tan bien decora ciertas partes de nuestros muebles.
Para esa minoría de viciosos para quienes lo que cuenta es el misterio escondido tras esos apasionantes signos constructores de sueños y emociones que llamamos letras, palabras, frases u oraciones, las últimas novedades en el campo de las publicaciones escritas les llevan a una cierta toma de postura. Quizás no demasiado crucial, porque los que leemos compulsivamente lo seguiremos haciendo aunque volvamos a las tablas de arcilla y a los caracteres cuneiformes.
Quienes realmente andan preocupados son los editores y libreros que escrutan el mejor modo de atender nuestro vicio con el mejor provecho económico para ellos sin quedarse sumidos en las oscuras aguas en que naufragan los esforzados navegantes del mar del mercado global.
Yo, como parte interesadísima en que esto no decaiga sino en que crezca hasta aplastar la zafiedad y la incultura,  me permito unas reflexiones para que el buen libro siga desgastando nuestra vista y colmando la soledad a la que la vida tantas veces nos confina.
Sobre todo, cualesquiera que sean los derroteros que tomen águilas y buitres del mundo de los libros, debe quedar bien claro que el libro debe poseerse, palparse en su totalidad, desde el ropaje externo de su encuadernación hasta la más recóndita cavidad de su entretela. En eso, la parcialidad de la pantalla, unida a la inexistencia de bordes fuera de ella es comparable al amor físico a través de una sábana con agujero que malas lenguas atribuyeron a puritanos recursos tan deseosos de prole  como temerosos del placer incontenible. Ningún hiperenenlace o salto de página en un libro metido en disco o memoria digital puede saciar el placer de introducir el dedo entre las páginas pasadas o venideras como signo de posesión total.
Sólo cuando el libro es enciclopedia de tamaño inabarcable o monstruosa colección de revistas publicadas sin otro interés que los datos contenidos para consulta, estaría dispuesto a cambiarlo por un breve CD-ROM o DVD, resignado como estoy a que su posesión ha de ser necesariamente parcial por mucho que su extensión inunde  la materialidad de mis estanterías.
Pero el libro, nuestro querido libro, es otra cosa. Tras años de intimidad, uno ha descubierto que los bordes que limitan la página no son la negrura del misterio que rodea los límites de la pantalla de un ordenador, sometidos a las locuras de una máquina siempre propicia al bloqueo, a la reiniciación o al parpadeo. Confieren al lector la seguridad que precisa el amante entregado al amor físico con su pareja y que no quiere estar pendiente de ser interrumpido por el vecino pesado o la llamada intempestiva.
Uno quizás acabe acostumbrándose a todo, pero, por favor, aunque sea en papel electrónico, permítanos la ciencia y la técnica el placer de poder destrozarlo de pasión, escribir al margen, subrayar, dibujar, doblarlo y desvencijarlo.
Siempre ha sido ese mi modo de demostrar mi amor a los libros.

15.12.08

Disculpas

Voy a salir. Compruebo si está todo:
cargado el móvil, llaves para casa,
dinero, dni, tarjetas, gafas…
Ignoro qué disculpa he de poner
para decirte algo que me hubiera dejado
y reincidir en darte un nuevo beso.
Me pregunto por qué no soy capaz
de volver y decir sencillamente:
¿puedo darte otro beso?
Lo pensé al alejarme y me apetece.

12.12.08

Epitafio

Quiso ser, mas nunca pudo serlo;
o acaso pudo ser, mas nunca quiso serlo.
Quizás ahora conozca
la leve distinción o el parecido
que la muerte construye
entre el ser y el no ser,
el querer, el poder,
el vivir, el morir,
la palabra, el silencio
o el liviano rumor de nuestros pasos.

9.12.08

Viajes

Es curioso constatar lo distinto que resulta lo rutinario cuando se moja con la peculiaridad de lo no habitual. Sólo había estado tres veces en Barcelona –siempre de paso- antes de esta última del pasado breve puente.
No conservaba apenas recuerdos más que tres detalles de la primera perdidos en las brumas de la adolescencia allá por el año 1961: una parada de poco más de una noche en un largo camino en tren desde Madrid hasta Roma. Y de ella cuatro recuerdos desgastados: mi primera visión del mar, el frío nocturno de la Plaza de Cataluña desdibujada, la estación de metro de Lesseps y una cabina telefónica cerca de la Estación de Francia donde se habría de quedar perdida la documentación de uno de mis acompañantes –afortunadamente reenviada desde allí hasta Port-Bou, donde quedamos retenidos.
Esta vez pudo ser un recuerdo más duradero en que –mucho mejor acompañado sin duda- di la mano a aquellos pequeños detalles de hacía ya 47 años.
Todavía no amanecía en un pequeño hotel cercano a la estación de Francia cuando escribía estas reflexiones con las que hoy acabo estas líneas:

Si fuera la rutina omnipotente
y se lo permitiéramos
no habría posibilidad ninguna
de huir de vez en cuando de sus garras.
Por eso estamos lejos de lo usual
para ver lo habitual de los demás
como una nueva fuente de sorpresas.
Observamos de cerca lejanías
y nos las apropiamos
en un avaro intento de ampliar
la vastedad de espacios de los ojos cerrados.
Cuando de nuevo la rutina vuelva
descubriremos que hasta lo habitual
se ha vuelto un tanto diferente
y hasta el amor que siempre nos penetra
ha podido escalar nuevos peldaños.
Volverá herida la rutina en su mismo meollo;
nosotros nos habremos vacunado
un poco más contra la indiferencia
de una vida que no va a repetirse.

5.12.08

También escribo para no olvidar

No hay en mí demasiado que deba ser escrito,
pero sí hay que ordenar las sensaciones
más al fondo de aquellas que tenemos:
el beso de acogida en mi memoria
o en mi imaginación
a quienes hace tiempo que no veo,
esa leve demora de su mano
entre las mías,
la risa transparente de sus labios
abriendo las mohosas puertas
de mis ámbitos grises,
la mirada que va a reconstruirme
para andar otra vez algunos trechos
escuchando mi voz,
el eco de mi nombre en otra boca
y el desvanecimiento de su forma
en la niebla lejana
con la suave nostalgia
del héroe que se aleja al fin de las películas.
Pequeños impactos del poema que es la vida
en un intento humilde
de disecar su forma con palabras
sin matar su emoción
ni el estremecimiento que a veces nos provoca.
Ni el hueco que nos deja
para llenar con risas
o con lágrimas.

3.12.08

Rodeados

La legión romana era un grupo numeroso variable en sus diferentes épocas pero siempre superior a los cinco mil soldados. Por eso, desde que lo leí, me pareció disparatadamente inteligente el humor chovinista de Goscinny cuando, ante el ataque demoledor de Asterix y Obelix, el jefe de un destacamento de legionarios manda un mensaje de socorro a sus superiores: “Dos galos, superiores en número, nos atacan”. Y, ante la recomendación de que intenten rodearlos, contesta: “No se dejan”.
A veces la realidad demuestra que aquel humorístico disparate no deja de ser real en todos los disparatados rincones que la historia ha mostrado hasta ahora: un grupo reducido de personas influyentes tienen sitiada a toda la humanidad sin que en ningún caso puedan ser rodeados ni, mucho menos, sometidos.
Sucede así tanto en pequeños países como en el ámbito de la humanidad entera: ese reducido grupo tiene acceso a todo tipo de pociones mágicas que les confieren el poder económico, político, jurídico, militar y social. Refugiados y casi anónimos en el fondo de sus bastiones están protegidos por blindajes de todo tipo y siempre tan versátiles como exigen las cambiantes condiciones de lugares y tiempos a lo largo de la historia. Pueden doblegar a cualquier legión con la sola amenaza de dejar sin puesto de trabajo a decenas de miles de trabajadores, de desplegar miríadas de abogados, de medios de difusión, de campañas, de matones o de mafias para colapsar el tiempo y la paciencia de todas sus innumerables víctimas. Evidentemente, esas víctimas no se sienten tales ya que, como el perro para con su amo, no pueden morder la mano que les da de comer. Algo así nos decía un antiguo profesor mío de descomunal envergadura, certera palabra y aguda visión: “Podría matarte y no lo hago: me debes la vida”.
Naturalmente, pueden equivocarse -de hecho no paran de hacerlo- pero, cuando vienen mal dadas y no hay más remedio, basta con reconocerlo y extender la responsabilidad a otros. Que el resultado de su error sea la muerte de miles o millones de inocentes que pasaban por allí no tiene importancia. Eso le sucede a cualquiera. Y aquí paz y después gloria.
Ante ellos no valen las estrategias. Su vista de lince y su capacidad de adaptación es capaz de hacerles ir siempre por delante de cualquier actuación que pudiera mermar su poderío. Consiguen todas las patentes, se reservan el derecho a adelantar a todos, se extienden por todos los países y sobreviven siempre en los medios más desfavorables a base de esquilmar el entorno antes de que se les prohíba a los demás, ya que para entonces están siempre en otra zona esquilmable del planeta. Podría suceder que alguno de ellos caiga, pero siempre será porque otro como ellos los desplaza y su sustitución será como escapar de la sartén para caer en el fuego.
Me admira ver cómo, ante millones de personas privadas de sus derechos más elementales de vivienda, alimento, trabajo o medios de subsistencia que nunca han salido de sus crisis, son capaces de amenazar a todos con un desplome de la economía mundial si ellos se hunden. Así que no cabe otra solución que ayudarles a escote para que no pierdan un centímetro de sus crecientes beneficios.
Nunca he podido creer que ese sea el mejor mundo de los posibles como ellos gustan de hacer creer. Siempre me ha parecido que la inercia del sistema lleva sin remedio a mantener este dislate mediante la técnica liberal del “laissez faire”, fácilmente propensa a la intervención ocasional favorable a sus privilegios. Así que me he propuesto vivir en la resistencia beligerantemente pacífica de no dar un paso en la dirección que ellos me marcan.
Que así, aunque ellos ni se enteren, a mi me da la satisfacción de afirmarme mientras me arrastran.
Magro consuelo, lo concedo, el de ser arrastrado. Lo cual, sin embargo, confiere cierta confianza en la propia dignidad. No otro es el motivo por el que en estos rincones blogueros blando mi perfil más protestón y me suelo acoger a todas las denuncias que en ellos se formulen.
Quede aquí a todos ellos mi reconocimiento a su resistencia .
Que es la mía.

1.12.08

Nieve

Sobre el copo liviano asentaré mi cuerpo
como se alzan mis ojos en su vuelo.
Miro tras el cristal su blancura intacta
y no quiero pisarla
por no saber del suelo en que reposa.
A su fugacidad le tomo ahora
la exacta indiferencia con que cubre
la piedra u hoja o musgo o barro o hielo.
Quede hacia fuera sólo la lisura
y el brote de esperanza
de alguien que la acepte
sabiendo lo que oculta.
Y que así la recuerde
cuando desaparezca.