27.2.09

Aprendiz de brujo


Todavía era noche cuando huí
sabiendo a ciencia cierta mi papel
de arriesgado aprendiz de torpe brujo
dispuesto a reescribir la historia hueca
del sueño de otro Edén sin dioses ni serpientes.
Todo era crear y poner nombre
a la fugaz aparición de todo.
Miré a lo lejos y pronuncié distancia
y a lo cercano lo llené de dedos.
Y allí dije deseo y aquí dejé placer.
Y no hubo más ni fue ya necesario
cambiar el nombre de lo contemplado.
Volví con mi deseo dibujado
en alba y tarde, estrellas y paisaje
y todos los placeres resumidos
en ahoras y cuerpos de mis dedos
descifrando sin ojos
el braille misterioso de todos sus resquicios.
Y vi que era bueno y descansé
ansioso de empezar un nuevo día.

25.2.09

Como cerdos (2)


Andaba yo intentando hacer mención a mi tercer aniversario en estas páginas al tiempo que no dejar pasar una ocasión de homenajear, además de al maestro Antonio Machado, a Julio Cortázar y a Darwin, afectados de fechas conmemorativas.
De repente, mientras leía a Manuel Rivas en la última página de El País del sábado pasado a propósito de la sorprendente idea, ya señalada por algunos buenos amigos aragoneses asiduos a estos vicios blogueros (http://entrenomadas.wordpress.com/2009/02/11/bechoch-blasco-y-balaguer-la-triple-beeeeeee/#comments con otros dos posteriores y varios enlaces que cita), de dedicar una calle al fundador del Opus, me vino la idea de enlazar con una entrada de hace ya casi tres años (http://nomequedo.blogspot.com/2006/04/como-cerdos.html) en donde aludía, entre otras muchas cosas, al "index librorum prohibitorum" que la iglesia católica mantuvo hasta 1966, pero que, a efectos internos, la Prelatura del Opus Dei mantiene como orientación para orientadores en un "Index" actualizado de hasta más de 60.000 libros (http://www.opuslibros.org/Index_libros/guia_general.htm) de los que sólo pueden leerse sin permiso los calificados con 1 o 2. El resto se consideran así:  3. Los pueden leer quienes tengan formación (puede haber escenas o comentarios “inconvenientes”). Se necesita permiso del director espiritual. 4  Los pueden leer quienes tengan formación y necesidad de leerlos. Se necesita permiso del director espiritual. 5  No se pueden leer, salvo con un permiso especial de la delegación. 6  Lectura prohibida. Para leerlos se necesita permiso del Padre (Prelado).)

La verdad es que he disfrutado leyendo al mismo tiempo que sintiendo el irrefrenable impulso de volver a leer, o de empezar a hacerlo, un montón de libros. Confieso que he tenido que hacer un verdadero esfuerzo para no perderme en tantísimas sorpresas como mi avidez lectora me iba deparando mientras saltaba de un lugar a otro de cuantos me habían llamado la atención en tantos sitios. Cito, como homenaje, una selección de comentarios copiados y pegados:

Cortázar (USTED SE TENDRA A SU LADO)
"Il y a un passage où Cortázar fait l'apologie de la théologie de la libération : "la Misa de Solentiname, en la que los campesinos y Ernesto y los amigos de visita comentan juntos un capítulo del evangelio, que ese día era el arresto de Jesús en el huerto, un tema que la gente de Solentiname trataba como si hablaran de ellos mismos" p. 99). Cortázar apparaît lié au marxisme cubain et a sandinisme. Le conte est une critique des dictatures militaires d'Amérique latine."

Darwin (EL ORIGEN DEL HOMBRE)
"En esta obra resalta inmediatamente la concepción materialista que Darwin tiene del hombre, y que se conecta con el empirismo y el positivismo inglés (Hume, Spencer, Stuart Mill). Desde el principio dice con claridad que no hay diferencias entre el hombre y los mamíferos más elevados, no sólo en el cuerpo, sino en lo que Darwin llama “facultades mentales” (cfr. p. 25). Así, afirma que los animales tienen aptitud para el raciocinio (p. 34), poniendo ejemplos que en realidad sólo prueban la “inteligencia práctica” animal (estimativa, según la doctrina tomista)."

Machado (JUAN DE MAIRENA)
"A pesar del modo fragmentario y asistemático de exponer sus ideas, de la lectura de Juan de Mairena se pueden entresacar algunos puntos fundamentales del pensamiento de Antonio Machado.
Escepticismo: le lleva a decir: "Yo os aconsejo, más bien, una posición escéptica frente al escepticismo"; o "no toméis demasiado en serio nada de cuanto oís de mis labios, porque yo no me creo en posesión de ninguna verdad que pueda revelaros"; "Aprende a dudar, hijo, y acabarás dudando de tu propia duda."
Ese escepticismo explica el carácter paradójico, irónico, oscuro, sofístico de Juan de Mairena, y es una constante que subyace al considerar otros temas.
Dios: en Machado, hay una búsqueda de Dios, pero puede más el escepticismo de partida. Antonio Machado dudaba de la razón y reducía el tema de Dios a creer o no creer, como si la razón no pudiera demostrar la existencia de un Ser Supremo, Creador y Remunerador."


Y, aunque no sea ningún aniversario reseñable, por alusiones a mi perfil y a mis probadas aficiones, añado a

Erasmo de Rotterdam (ELOGIO DE LA LOCURA)
"— Censura la creencia en los milagros, las indulgencias, el culto a los santos; incluso pone en entredicho el culto a la Santísima Virgen; se ríe de los votos y promesas.
— Ataca las "sutilezas teológicas del escolasticismo" considerando incluso —como cuestiones absurdas e inútiles— temas como la transustanciación, la eficacia "ex opere operato" de los Sacramentos, el carácter sacrificial de la Santa Misa...
— Trata la Sagrada Escritura con ligereza y desenfado, haciendo con las palabras sagradas elogios a la Locura: el contexto es grotesco y la interpretación arbitraria y falsa.
— Rechaza todo culto externo, ridiculiza a los monjes y a los religiosos, se burla de la formulación de los dogmas...
— Esta obra es reflejo de una concepción del mundo y de la vida que une a un profundo criticismo racionalista, una ironía escéptica y corrosiva —no constructiva— en la que mezcla la sátira más hiriente con las creencias más sagradas y trascendentes."

a José Luis Sampedro (LAS FUERZAS ECONÓMICAS DE NUESTRO TIEMPO)
"VALORACION DOCTRINAL
Es una obra marxista, en la que todos los fenómenos históricos son interpretados dentro del materialismo más puro. 
En ningún momento se contempla la posibilidad de la acción humana, sobre la base de fuerzas distintas de las puramente materiales.
Puede ser especialmente dañino por el tono mesurado y aparentemente abierto que, debido a la falta de rigor, el autor puede usar frecuentemente al tratar ciertos temas.
El esquema interpretativo es, sin embargo, en lo esencial, rigurosamente marxista."

a García Márquez (CIEN AÑOS DE SOLEDAD)
"La novela aparece salpicada, frecuente y extensamente, de escenas eróticas relatadas con crudeza y a veces con minuciosidad. Raras veces aparece el amor, y cuando aparece es presentado por el autor como la simple atracción física, aun entre los esposos.
Los personajes centrales carecen de virtudes. Todos parecen más bien movidos por la ambición, el orgullo, el odio o el resentimiento. Lo que parece diligencia es más bien temeridad, lo que semeja abnegación es codicia; y es tozudez irreflexiva la perseverancia. Los resentimientos parecen superiores a cualquier afecto. El descreimiento general sustituye —con excepción de algunos personajes— a la religión y la visión más terrena reemplaza la fe sobrenatural…
La carencia de valores humanos, el menosprecio de los sobrenaturales, y el exceso de descripciones eróticas, hacen que esta obra sea moralmente rechazable." 

a Unamuno (SAN MANUEL BUENO...)
"Unamuno más que aceptar el absurdo de una religión sin Dios, parece presentar la tragedia desoladora de su posibilidad. El tema de Unamuno está en afirmar, en verso y en prosa, en ensayos filosóficos, en obras de teatro, en artículos de crítica y en novelas, la absurdez fundamental de este mundo si no hay un más allá. Lo que sucede es que el didactismo de sus escritos está mediatizado por un entendimiento erróneo de la fe católica y una radical negación de que la razón humana pueda obtener un conocimiento natural de Dios, de que la razón pueda preguntarse, con su sola virtualidad, con posibilidad de respuesta, utrum Deus sit".


Interminable sería pasarse por poetas, novelistas, filósofos, historiadores…
Con todo mi respeto a quienes voluntariamente quieran someterse a pedir permiso casi por cualquier obra que quieran leer pero con mi reprobación a quienes critican que otros no lo hagan y tienden a  hacer obligatoria a los demás su propia  moral, acabo hoy aquí agradeciendo  una vez más que haya quien me enorgullezca de ir -a mucha honra- contra corriente.
Quizás porque, como a los cerdos, el instinto me diga que cuando me empujan es para llevarme a la matanza.

23.2.09

Antonio Machado. Setenta años.

Me partió el corazón la otra España.
Volveré a la niñez azul y soleada
ya que tan inclementes se me muestran
los días grises y este sol tan turbio
sobre las tristes playas de un mar que ya no es patria.
Pocas cosas habré de rescatar
para soltar al viento de todas mis cenizas:
quizás tu nombre Leonor o Guiomar,
quizás las tardes junto al Duero en luto
tan pardas y tan frías
u osadas reflexiones de aquel Juan de Mairena
o los hondos diálogos
con el hombre que siempre fue conmigo.
Todo lo dejaré por vaciar
mi escuálido equipaje
y abrazarme al silencio de todas mis derrotas
tan solos ya por fin
mi corazón y el mar.

20.2.09

De avideces y ansias

Me he detenido en la palabra “ávido”
por ver si algo de allí me identifica.
De todas las palabras que convoca,
encuentro luz en la palabra “ansia”,
quizás por cuanto alude a  la estrechez angosta
en la que se debate tantas veces
el inmenso deseo de extenderse.
La vista llega lejos, pero más que el oído
 y mucho más que el corto olfato.
Sin embargo, cuando intento huir
de la pesada carga de mi cuerpo,
es la distancia más corta de mis brazos
la que centra en sus dedos
la grieta por que escapo,
con ansia y avidez,
del borde mi piel hasta la tuya.

18.2.09

Libertad

En aquellos lejanísimos años en que la libertad no era un dato tan evidente como podría parecer sino cuando la enrevesada teología del cristianismo se empeñaba en conciliarla con la omnipotencia divina (como si no fuera del revés, que era Dios el que tenía que explicar su influjo en la libertad humana) un profesor mío explicaba una vía intermedia entre las dos teorías en boga. La llamaba teoría psicológica y la basaba en Agustín de Hipona citando un texto suyo que explicaba la acción de Dios en la voluntad humana como una atracción que el hombre sigue libremente: “Muestras unas nueces a un niño y con ellas le atraes”.

Naturalmente sus oponentes le objetaban que estábamos en las mismas, porque, una de dos: o el resultado era infalible e ineludible –en cuyo caso no había libertad- o podría suceder que no se llegara al resultado –en cuyo caso Dios no era omnipotente.

En el fondo se trataba de lo que hoy me parece una realidad: que la libertad es sólo un sensación interna. Por supuesto que no se trata de conciliarla con la omnipotencia divina en el marco de ninguna teología (porque ese es un problema, según creo, que concierne más a los posibles dioses que a los ciertos hombres) sino en el marco de nuestra propia actividad personal.

Hoy me parece claro que la libertad es sólo una sensación que procede de no intentar hacer lo que no se puede o lo que uno voluntariamente no quiere hacer. Y así tan libre es Simeón Estilita viviendo en una columna como Felipe II en un imperio en el que no se ponía el sol. Y, al contrario, tan preso está Adán en el paraíso cuando no se le deja comer la manzana que le apetece como Galileo en las cárceles de la Inquisición.

Me contaban –se no è vero è ben trovato- que Freud (cito de memoria) había inducido bajo hipnotismo a un paciente a que saliera a la calle con un paraguas  en cuanto saliera del trance. Efectivamente, al despertarse el afectado no había modo humano de impedirle que tomara el paraguas bajo todos los pretextos imaginables sin que él jamás se percatara de que algo internamente le obligaba a ello.

Hoy día, bajo la influencia de la publicidad que decide trabajar a los clientes con presiones psicológicas –subliminales a veces- bien pensadas que se plantean conseguir consumos preestablecidos y del influjo de la educación, la costumbre o la presión social, dudo mucho de que quede de nuestra libertad algo más que un gesto por el que nos refugiamos en un ámbito escogido por nosotros para movernos libremente en silencio.

Por eso algunos nos sentimos (y, quizás, en gran medida lo seamos) libres, más que por la efectiva posibilidad de elección de opuestos, por ser dueños de una zona íntima cuyos bordes nos hemos impuesto nosotros mismos libremente.

 

16.2.09

Lógica borrosa

Deshabité mi voz y la hice cuenco
que fuera recogiendo lo olvidado,
lo gris, lo atroz, lo no cabal, lo informe,
lo relegado, audaz o preterido.
Y ahora busco palabras que lo digan
sin bordes definidos y de niebla.
Yo, que siempre dudé, más dudo ahora
incluso de mi duda más certera.
Palpo a tientas la región del vaho
donde encuentro el estúpido consuelo
de habitar porque quiero
la huida de la suerte a que renuncio.

13.2.09

Cerrar los ojos

Se cerrarán las puertas al final
y cuando se haya ido el último invitado
quedaremos tú y yo
irremediablemente.
Me afano por ello en socavarte
para que incluso hasta lo más liviano
de cuanto cupo en mí
deje la marca de su sombra en ti
lo mismo que yo llevo ya la tuya.
Bastará con cerrar los ojos un momento
y el primero de los dos que parta
dejará su señal
en el primero de los dos que quede
El espacio que ocupan los silencios
habrá de ser ya siempre
la más sonora ausencia compartida.

11.2.09

La trampa del lenguaje


El estruendo irrumpió como un trueno en el silencio sepulcral del miedo.
El asiento del mi pupitre se había salido del bastidor sobre el que giraba y había caído empujado por mi cuerpo contra las tablas de su entarimado.
Si eso hubiese sucedido en estos tiempos menos inhibidos, una inmensa carcajada habría surgido sincera de lo más hondo de la espontaneidad del resto de la clase, pero en aquellos años cincuenta de abandono infantil a las garras de algunos domadores a los que reverencialmente había que llamar profesores aquel estrépito fue seguido del más hondo silencio expectante a la terrible reacción de la ira de los dioses.
El dios de turno entonces estaba encarnado en el enjuto cuerpo de un terrible intermediario en cuyas manos temblaba nuestra inocencia de aquellos diez años sometidos a férrea disciplina.
Sobre ese terror brilló como relámpago el fulgor instantáneo de las gafas de présbita del amo de nuestros destinos al bajárselas hasta la punta de la nariz y poder así mirar por encima a la temblorosa víctima propiciatoria en que mi mala suerte me había convertido.
- “¡Póngase en pie inmediatamente, señor Gómez! ¿Tiene algo que decir?”
Mi voz temblorosa apenas pudo balbucir:
-”Perdone Usted. Se me ha roto el asiento”.
La tensión contenida del silencio sepulcral tembló unos segundos hasta que la ira y el sarcasmo del Olimpo cayeron sobre mi frágil cuerpo:
-”Señor Gómez. Conjuga usted a su favor. ¿No debería haber dicho más bien ‘he roto el asiento’?”

Mucho de aquellos años tenebrosos se me ha diluido en las brumas del olvido, pero esa aseveración, a la que se podría aplicar el verso contundente de Benjamín Prado “Palabras implacables como el viento que mueve/ la ropa de una estatua.”, ha perdurado en mi memoria junto con toda la tensión de aquellos momentos indelebles.

Ha pasado ya más de medio siglo desde aquello y he podido comprobar desde entonces la irrefrenable propensión de los responsables de muchos ruidos a conjugar a su favor. Y no sólo conjugar sino declinar, neutralizar, suavizar, enfatizar , soslayar y ocultar dicha responsabilidad bajo palabras, formas y gestos con que ellos se eximen de cuanto al resto nos hiere.
No me quedaré hoy con las ganas de blandir titulares de los medios con que subliminalmente se nos adoctrina día a día como si no hubiera otra posibilidad gramatical que nos recordara la infame condición con que los abusones nos tildan de sometidos:
Donde dicen que el empleo ha caído ¿no deberían haber dicho que han sacrificado los escudos humanos tras los que se parapetaban?
Donde dicen crisis por recesión ¿no deberían decir proceso de normalización tras burbujas de beneficios insostenibles?
Donde dicen restricción de créditos ¿no deberían decir derivación de los mismos desde los necesitados a los poderosos?
Donde dicen desplome del consumo ¿no deberían decir hastío de seguir aumentando el consumo innecesario?
Donde dicen flexibilización del empleo ¿no deberían decir libertad de despido?
Donde dicen aumento de competitividad ¿no deberían decir disminución de salarios?
Donde dicen derecho al trabajo y a la vivienda ¿no deberían decir a mí que no me miren, yo no soy una ONG?
Donde dicen papá-estado ¿no deberían decir 'responsables de la administración de los bienes de todos'?
Donde dicen disminución de gasto público ¿no deberían decir dejar espacio para gasto privado?
Donde dicen liberalización del mercado ¿no deberían añadir ‘mientras me favorezca’?
Donde dicen todos iguales ¿no deberían apostillar ‘siempre que no se toquen los privilegios de los privilegiados’?
Donde dicen crisis que hay que superar ¿no deberían decir, fracaso de un sistema que hay que sustituir?

Un libro se podría llenar con el curioso lenguaje con que aluden a derechos de todos donde deberían afirmar que sí, pero … mientras no haya obligación de nadie a forzar su cumplimiento.
Por lo menos hasta que queden -si fuera posible- ahítos del banquete y nos dejen los derechos como migajas.
Pero nunca para todos no sea que pase el hambre que obliga a costearles sus banquetes.

(Desahogo sin matices por el que digo cosas donde debería decir mejor :En lo imprescindible, lo público -todos-; en lo prescindible, lo privado -algunos).

9.2.09

Paréntesis vividos

Hablamos de la condición humana,
ese estado de cosas en que se imponen densas
las ganas de vivir. Uno quisiera
apartar como no vivido
todo aquello obligado, impuesto, odiado
o simplemente innecesario e inútil.
Luego es cuestión de abrir un buen paréntesis
que se pueda cerrar a cal y canto
para empezar el tiempo necesario
donde estemos a gusto en zapatillas.
Miro hacia atrás y dudo
de si cabría tan escaso espacio
en un puño cerrado,
tan sólo por el íntimo placer
de abrir la mano al final de nuestros pasos
y soplar suavemente.
Quedará entonces una niebla tras nosotros,
la leve sensación de unas manos vacías
y una total indiferencia
hacia el vacío o plenitud que acoja
el salto decisivo adonde acaso
no sea necesario ya
-por imposible digo-
colocar más paréntesis basados
en separar la vida de lo otro.

6.2.09

Probable o improbable

Prefiero un dios o un no dios posible
a un no dios o a un dios seguro y cierto
lo mismo que prefiero posible a imposible.
Todo el problema estriba en el nivel
de duda o de certeza
sobre todo porque hay una moral
basada en la certeza de los dioses
que impone su capricho
de castas, privilegios, jerarquías,
de ayunos y oraciones, de normas en el sexo,
de modos de acceder a sus misterios,
de fiestas y liturgias,
de modos de vestirse o desnudarse.
Con sólo algo posible no habrá regla ninguna
fundada en una duda
que venza a la certeza de mi cuerpo
o a la visión tan clara de mis ojos
que, acaso a veces, se equivocan
pero jamás me engañan
ni nunca perjudican a los otros.

4.2.09

La rebelión de las máquinas


Lejos quedaron los tiempos en que el poeta o el artista se escudaba en la soledad sonora, en los cantos amenos de los pájaros o en el rumor de la brisa sobre las copas de los árboles del bosque.
Sumido ahora en las lentas cavilaciones del sencillo soñador que todos llevamos dentro escuchas un sonido de repente que, más que inspirarte, te desvela como pedrada en un sueño o como tos en medio de una sinfonía: es tu móvil que te comunica un mensaje o te llama.  Abres el mensaje o descuelgas con resignación en vez de con expectación porque sabes la cruda realidad: es publicidad Movistar, es alguien que dice querer conocerte pero sólo quiere que mandes un mensaje a un número de alto coste, es una voz acogedora que pretende que compres, que firmes, que accedas, que contrates, que cambies, que suscribas.
Cuelgas pero no puedes desconectar porque quizás te llegue la llamada o el mensaje esperado que te dé y  no te pida, que te llene y no te vacíe.
Vuelves  a tu paz…
Hasta que suena el telefonillo de la entrada o el timbre de la puerta. Sabes que no tienes más remedio que abrir por ese improbable acaso de que sea la llegada de lo inesperado y deseado. Los causantes de la llamada también lo saben y de eso de valen: es el cartero del banco, el repartidor de publicidad, el vendedor de enciclopedias, el agente de seguros, el falso revisor de la instalación del gas, el que se ha equivocado.
Regresas al principio tras intentar relajarte…
Ahora suena otro pitido. Lo analizas y aventuras que uno de los móviles o el inalámbrico se va quedando sin batería y te avisa para que lo pongas a cargar. Sabes bien que tendrás que abandonar la comodidad de tu asiento y la lectura que te absorbía porque el terco aparato irá repitiendo su aviso incansablemente e incluso acelerando su estridencia como en la lenta agonía de quien no quiere morir sino matando.
Luego oyes otro sonido procedente de la cocina: la vitrocerámica hace sonar la alerta porque no sabe si es que el parpadeo de la luz significa que se han activado varios sensores o es que una nube repentina la ha cubierto con su sombra.
Y luego será el aviso de las horas en tu reloj de pulsera cuya alarma jurarías haber desactivado o la señal con que el antivirus te avisa de que ha terminado de revisar tu disco duro o que ha culminado con éxito la grabación que le habías encomendado.
Acabaré con  -y no por último menos importante- el extraño comportamiento con que mi GPS demuestra bien a las claras su autonomía. Ignoro que insólita programación le imposibilita el silencio en los momentos más críticos y decisivos: te manda girar a la derecha cuando a la derecha sólo existe un muro impenetrable, te insta agónicamente a dar la vuelta en espacios imposibles, te coloca en mitad del campo cuando vas por una autovía despejada o te sumerge en el lodo del río cuando las obras te obligan a cambiarte de carril, te alerta de una rotonda en medio de una recta inacabable o te dice que no te desvíes cuando la autopista cruza a 10 metros de altura sobre un camino de tierra.
La señorita de mi GPS jamás enmudece tras perder la señal en un túnel. Observo atónito cómo, al recuperar la posición, me avisa de torcer a la izquierda después de 10.000 kilómetros o se queda en suspenso tras decir “a los cien metros…”. Muchas veces parece darse cuenta de que lleva tiempo callada y salta con un “siga todo recto” en mitad de una curva o se pierde en un bucle que te obliga meterte un una calle cortada por obras sin más alternativa que la desesperación.

Cuando los novelistas de ciencia ficción narraban la rebelión de los robots jamás pensaron que más que enfrentarse a nosotros con terribles armas lo harían invadiendo  nuestra paz a base de toda suerte de sonidos molestísimos que se regeneran por defecto cada vez que pretendemos anularlos.

A veces, tras la desesperación del ruido inacabable, me someto a la cura del recuerdo de un buen amigo que pasó unos días retirado en un pueblecito castellano y que contaba embelesado los momentos de paz que le invadían cuando al atardecer polvoriento de los caminos de regreso al pueblo se detenía a ver el lento caminar de los bueyes tirando de la carreta.
Y es que hay veces en que hasta el estridor de la chicharra es música celestial al lado de la intromisión de las maquinarias en nuestras vidas.
Menos mal que siempre tengo el recurso de ponerme los auriculares y escuchar  la grabación de Rostropóvich interpretando la primera suite de Bach para chelo o el concierto para violonchelo de Dvorak.
Eso tiene siempre la virtud de reconciliarme con la vida.

2.2.09

Victoria

Mientras vivimos cuenta nuestra muerte
con la cifra de todas las derrotas:
la que nosotros mismos le infligimos
por el mero hecho de estar viviendo.
Que haya un día de vengarse de ello
nada le quitará a su humillación
ni mermará la gloria
de nuestro actual triunfo.