29.6.09

Eternos parpadeos


Cuanto más profundizo en mi materia
tanto más me seduce lo que veo:
corpúsculos u ondas, materia o energía,
la danza incomprensible en que el vacío
atempera la inmensa densidad
de huidizas partículas formadas en estrellas
saltando entre peldaños de energía
que nunca se destruye y sólo se transforma.
Tengo en el fondo alma de universo,
de ese mismo universo al que me abro
cuando un fotón que tiembla en mi retina
me trae espacios, tiempos y belleza
para hablarme de estrellas y distancias.
Durante el parpadeo en que yo vivo
me comprendo en la forma en la que soy
y me entrego al futuro y al presente
llamado a una eternidad pasmosa,
tomada de un pasado lejanísimo,
sentida en un momento de presente
y devuelta al futuro más eterno.
Lentamente pronuncio estas palabras
también borrachas de inmortalidad
y las dejo en un vuelo que module
la vasta eternidad a la que vuelven.

26.6.09

Futuro pasado


Tendrá el futuro forma de pasado
cuando aprenda a vivir de cuanto ya he vivido.
Engaño al corazón pidiéndole que espere
a que construya el ámbito
que guarde todo el gusto a lo que fue
del modo en que ahora me complace.
Me refiero a la paz de lo guardado
que ya no pide proseguir la senda
sino encontrar resquicios en la tarde
donde amasar lo hecho.
Quizás un día cuando el alba tenga
el espeso sabor crepuscular
con que el cansancio invade el cuerpo laso
abra este álbum sepia de fotos retocadas
y comience otra vez a repasar la vida
ya sin errores y purificada.
Será vivir sin riesgos lo vivido
y jugar con ventaja y sin sorpresas
el juego de un futuro ya jugado.

24.6.09

El placer de la venganza


Quienes nacimos cuando el mundo aún no estaba puesto solíamos bucear en libros de aventuras : Tarzán, Salgari, Verne. Corríamos a la salida del colegio para llegar a tiempo de oír en la radio la novela de Diego Valor y el final de la de Dos Hombres Buenos. No perdíamos ocasión de reírnos con el humor de Gila o el del el insuperable porteño Pepe Iglesias, el Zorro. Pero, sobre todo, éramos fervientes seguidores del rebelde e imaginativo Guillermo con que su autora Richmal Crompton nos inoculaba por igual el afán de aventuras, la rebeldía ingenua, el amor infantil y el valor de soñar despierto.
De uno de sus cinco primeros libros aprendí un oscuro e interesado razonamiento de Guillermo con que devolvía el golpe de una negativa hasta transformarla en positiva por obra y gracia de las mismas armas con las que se le educaba. Se le había dicho: “No. De ninguna manera”. Cuando al día siguiente en clase de Lengua en el colegio se demostraba que dos negaciones equivalen a una afirmación comprendió al instante el modo de salirse con la suya.
También a mí, de modo no muy diferente, y por esos motivos extraños que hacen que algunas cosas perduren en el recuerdo mientras otras se olvidan, se me quedaron grabadas desde los diez años dos -entonces incomprensibles- principios morales que el profesor de Religión blandía -más creo hoy como defensa de ciertos comportamientos de altos personajes que por su utilidad en nuestra indiferencia- hasta con su formulación latina, como si ello les inmunizara contra la duda o la crítica:
Uno era la “Restrictio mentalis” por la que se podía ocultar la verdad sin mentir. “Viene un rojo -ponía como ejemplo- persiguiendo a una monja y te conmina a decir por dónde ha ido”. “Tú no puedes mentir porque la mentira siempre es reprobable, -proseguía- pero ocultas la verdad diciendo: ‘por aquí no ha pasado’ (y mostraba claramente cómo una mano suya se introducía por la manga contraria de su hábito) “. “No has mentido -concluía- porque es cierto que no pasó por tu manga, pero el injusto perseguidor entiende otra cosa y consigues salvar al injustamente perseguido”.
El otro era la “Oculta compensatio” por la cual te podías resarcir de una multa injusta tomando como tuyo lo mismo que el injusto exactor te arrebató. “Nunca se puede robar -argüía- pero puedes tomar lo que es tuyo y te han quitado so capa de legalidad”.
Más tarde llegarían las reveladoras (lástima que la moral católica nunca las aceptara a las claras con respecto a sus normas): “In extrema necessitate, omnia communia” por la que no hay propiedad privada en caso de necesidad extrema o la que afirmaba que la norma próxima de moralidad es la propia conciencia rectamente formada.
Pero, esclavo de mi hábito de divagar hasta encontrarme, ya todo lo anterior es indiferente con respecto a los tres casos que hoy con humor y resignación rebelde me ocupan y que hago preceder de tan largas como pesadas disquisiciones :

El País: Por ese extraño hábito, sucedáneo del síndrome de Diógenes, que a todos a veces nos domina , suelo intermitentemente recortar los cupones del final del diario para pegarlos en una suerte de cartilla y conseguir así los mas variados e inútiles productos que poder dejar arrinconados en cualquier olvido. El rito exige que consigas un código de reserva mediante el pseudoinocente requisito de telefonear o mandar un SMS a un número de alto coste (siempre me recuerda el proceso seguido por esos matones que exigen a todos en las calles que les des un euro “voluntario” si no quieres problemas, a sabiendas de que por un euro nadie se va a buscar líos mientras que a ellos, tras cientos de “solicitudes” les va a suponer un sueldo jugoso). Pues bien, tras haberme sometido no pocas veces al ignominioso rito de escribir “El pais xxx xxx” y obtener inmediatamente el número de reserva, en la última promoción observo estupefacto que tras mandar mis 1’2 euros+ IVA al albur de las ondas electromagnéticas no obtengo más que un absoluto silencio, incluso después de esperar más de un día. “Vaya. Me habré equivocado -me digo”. Repito el proceso a los dos días y el resultado es exasperantemente idéntico. Me veo obligado a bajarme los pantalones ante un 902 de atención (más bien desatención) al cliente y a dilapidar mis euros con esa línea a cambio de pulsar numeritos, escuchar musiquitas, soportar cuelgues, aguantar derivaciones y quemar paciencias hasta conseguir hablar con alguien. Tras contar el caso y dar múltiples explicaciones, el resultado es que de repente hay que escribir ELPAIS y no Elpais (“como siempre ha sido” -asegura la telefonista- “Como nunca ha sido” -insisto yo , que sobre ser contrario a mi religión el escribir todo con mayúsculas no sabía todavía hacerlo con la exasperante exigüidad del teclado del móvil”. Al fin todo solucionado dejando de fondo el tiempo perdido, el dinero que nadie me devuelve y la exasperación del triste destino de los humillados y ofendidos.

Operador de telefonía&fabricante de terminal móvil: Contemplo la minuciosa factura. Observo atónito varias llamadas de dos segundos por las que me cobran sensiblemente lo mismo que por las de 20 segundos. como si en 2 segundos hubiese resuelto el más apremiante de los informes. Acto seguido contemplo varios consumos de datos al margen de los que habitúo cuando uso el móvil como módem para conectarme a internet. Encima intento descifrar llamadas a núneros desconocidos. No puedo por menos que relacionarlos con el extraño comportamiento del móvil que se lanza a conectarse ante cualquier movimiento del teclado, a llamar autónomamente a quien se le tercie o a descolgar buzones de correo no solicitados.
Me imagino a los fabricantes de móviles promocionando sus terminales ante los operadores: “Te ofrezco este que se conecta a internet al menor descuido y, además, se desbloquea solito, y encima llama por presión involuntaria… Jeje y encima nadie lo nota: un chollo”.

SGAE: Compro100 cedés para hacer grabaciones y repartirlas a modo de aprendizaje de nuestras propias actuaciones en la coral donde amaso aficiones y consumo tiempo libre. Tengo que pagar a modo de “canon de remuneración compensatoria por copia privada” 17 euros más IVA (22 si son regrabables) como si los utilizase para no comprar obras con derecho de autor. Igualmente pago 0’30 euros más IVA por cada memoria USB que uso para pasar los mp3 de nuestras propias grabaciones.

No diré más. No soy persona que goce viendo ponerse el sol sobre su ira ni alienta deseos de venganza como quien amasa placeres inconfesables. Pero me vengo de tanta injusta, prepotente e impune acometida mascando posibles modos de resarcirme a base de compensaciones ocultas y de restricciones mentales.
O de interpretaciones afirmativas donde bien sé que las quieren negativas (o del revés).

Algún día lamentarán haberme provocado.

22.6.09

Solsticio


No sé qué ha terminado con el día más largo,
si la gloria del sol contra la noche
o la vuelta tozuda de la labor de zapa
de la sombra creciente ante la luz.
Hace calor y en este ardor no me hallo:
Tomo en mis manos la penumbra antigua
de cuando era un niño y me arropaba
para ahuyentar los miedos de la noche
y me dejo caer contra mí mismo
donde el frío no está pero se atisba.
Sueño en el polo sur y en su terrible viento
que aún conserva brisas del otoño
y el abrazo amoroso de la noche más larga
antes de fundirse en el invierno.

19.6.09

Quietud


Desciendes lentamente a la quietud
de un tiempo fósil al que tú le sobras.
Y así no involucrado y prescindible
observas el eterno remolino
donde todas las cosas tienen sitio
y apuntan en su giro a más lentos destinos.
De repente tu prisa desentona
en tanta aceptación de lo que es
donde lo que será o un día fue
ni guarda huellas ni desbroza sendas.
Cuando de nuevo vuelvas al afán
te sentirás extraño buscando la manera
de decir lo que has visto en ti o en todo
cuando ni vas ni vienes
y cuando sólo miras.

17.6.09

Crónica

Por diversas circunstancias que no son del caso sino que son el caso mismo, me veo obligado a comenzar esta mi rutinaria prosa de los miércoles con ese frecuente título de algún capítulo habitual en otras épocas: “Donde se cuenta lo que el amable lector descubrirá si lo leyere”.
Justamente hago esto porque, de empezar por el final, quizás no se entenderían estas líneas como quiero que se entiendan: como un descubrimiento que sólo lo es porque fue buscado y fue, por tanto, descubierto poco a poco. Y digo buscado con justicia porque comenzó con un desplazamiento de tres horas de duración con el tiempo medido para llegar dentro del plazo permitido por las circunstancias.
El caso es que, tras ese desplazamiento me quedé con un libro entre las manos cansadas que apenas tuve tiempo de hojear mientras el sueño me vencía al finalizar la jornada. Los libros suelen ser una compañía de delicado tratamiento para penetrar en su meollo como se merece todo lo que ha sido construido con dedicación y cariño. Y es que este libro, librito en apariencia, pero enorme y profundo en su engañosa simplicidad y en su tamaño, se resistió a la llamada del primer vuelo sobre sus páginas -incluso o quizás por haber sido objeto de una presentación previa- y tuve que dejarlo para mi propia interpretación recordando poco antes de dormirme lo que hace muchísimo tiempo me dijo alguien tras dejarme un disco con música de Krzysztof Penderecki: “escucha el corte del Stabat Mater; no te gustará. Luego escúchalo una y otra vez hasta que te guste”. Acertó de lleno: me pareció extraño pero perseveré escuchándolo hasta que me fui haciendo a su armonía y acabó encantándome.
La temprana amanecida que ya es habitual en mí me atacó con el propósito y el deseo de repetir insistentemente la lectura hasta llegar al punto del descubrimiento que no habría de tardar. Eso ya lo sabía porque, como ya he dejado caer descaradamente más de una vez por estas páginas, siempre me he confesado asquerosamente parcial con ciertas personas de las que me fío. Y, añado ahora, que, sobre fiarme, he descubierto de cerca que no me faltaban razones para hacerlo.
El caso es que acabo de leer una y otra vez varias páginas del libro que no entraban dentro de las que había oído leídas ayer tarde. De repente, en un momento imprevisto, me sobrevino la sed que me haría beberme de seguido todo el libro. Sólo la falta de tiempo que el regreso a casa me imponía me obligó a dejarlo para escribir estas líneas poco antes de volver.
Tendré que volver sobre ello. De momento sólo tengo tiempo para copiar algunas líneas:
“Habito tras las gafas de sol, porque/ no puedo ver y prefiero la luna”.
“Echar de menos causa eternidad”.
“…Soy/ una llama/ de amor/ viva, a la que se ha tragado una serpiente.”
“…Duermes/ Marcharse/ cruje: ya nunca será el vuelo a ras de las palomas.”
“Tu sueño es una ola ciega que me cubre como un pájaro enorme/ o un eclipse.”

No tengo tiempo para más. Tendría que copiar a líneas todo el libro luchando contra las ganar de leer sin escribir antes de volver a Madrid por la mañana.
Se me olvidaba.
Escribo desde Zaragoza a donde llegué para escuchar la presentación del libro de Luisa Miñana: “Las esquinas de la luna”.
Precioso.
Quien lo leyó lo sabe.

15.6.09

Superficies

Hay superficies más profundas
que un reflejo de luna en el espejo de un pozo:
la piel en que se hunden nuestros dedos,
las formas que convocan los deseos,
la duda temblorosa de un faro entre las nubes,
la ola más nocturna de un océano,
una palabra ingenua preguntando,
los labios cuando acosan a otros labios,
una boca tan muda como el odio que guarda,
algún silencio rencoroso,
la música que guarda un chelo callado,
el abrazo apretado de dos cuerpos unidos,
el roce de una mano acogedora,
el hombro refugiado en esa mano,
los ojos de tus ojos en mis ojos.

12.6.09

Instantánea

El tiempo detenido. Visto así
no parece feroz ni amenazante
ni siquiera letal para la vida frágil.
Amanece y la luz es nada más
una tensión o un ansia retenidas.
Miro y veo el color de lo inminente,
la inocua oscuridad de la noche pasada
a punto de entregarse.
Nada es mortal, todo es eterno
como es eterno el gesto de la estatua,
el vuelo de los dedos del artista
dejando en piedra su visión inquieta.
Así resulta ahora todo aquí
mientras escribo esto y dejo esta instantánea
en donde quedo vivo
y para siempre indemne.

10.6.09

Feria del libro (y van cuatro)



Aunque el pasado año no dejé aquí constancia de mi paso por la Feria del Libro de Madrid –y eso que me pasé también por la de Zaragoza- no quiere decir que faltara a esa cita ineludible para mí desde que tengo uso de razón y siempre que las circunstancias imprevisibles no lo hicieron imposible.
Pero este año no seré desleal a la reseña de esa inveterada costumbre que cumplirá su cuarto número ordinal desde que me asomo a estas ciberpáginas. Me gusta imaginar que, puesto que nunca celebré el día de mi santo a pesar de las presiones familiares por hacerlo en aquellos tiempos en que el martirologío o el calendario cristiano influían tanto como la religiosidad materna en esa celebración, la invariable afición a la lectura que se me inculcó y a la que me entregué gustosamente desde que aprendí a leer ha sido la auténtica fiesta de mi onomástica.
Sea como sea, lo cierto es que la anual llamada de los libros volvió a enfrentarme con un año más para poner a prueba la escoliosis y la terca resistencia al paso del tiempo con el antídoto de la ilusión por seguir mirando a través de quienes se dejaron su visión del mundo entre lo escrito. Bien flanqueado por la compañía que siempre –como en tantas otras cosas- me asiste en este trance, me acerqué con la idea ya clara de encontrar tangible a algunos a quienes ya había encontrado por aquí de modo menos palpable aunque no menos cierto. Como todos los años aprovecho para adquirir allí el último premio Hiperión de poesía que este año me había sorprendido por tener el mismo título que un blog enlazado por Kike Sabaté: Tras la puerta tapiada. Al seguir el enlace descubrí tarde que se trataba de Francisco José Martínez Morán, un madrileño con marcadas raíces en Alcalá de Henares, y del que ya no podría obtener la firma allí por habérseme pasado el día 29 en que lo hizo.
Fue culpa mía (por no llevar apuntada la referencia)  –y de los del Stand (por no saber localizármelo por el nombre)- el no poder hacerme allí en Rialp con ninguno de los dos accésits al premio Adonáis de Fermín Gámez publicados por esa colección, ni de ningún otro de los seis excelentes libros de poemas que tiene publicados. Una vez degustadas extensa y profundamente las muestras que aporta en su blog, está claro que me haré con todos ellos en breve.
Y, puesto que de sorpresas va la cosa, nos encontramos aposta en Anaya con la jovencísima y encantadora Lucía Serrano y su cuentecito infantil ilustrado, escrito y premiado El día que olvidé cerrar el grifo. Tras la sorpresa de identificarnos y reconocernos (¿Qué sois los padres de C ...? ¿Qué conocéis a D ?) aprovechamos para que nos firmara dos para los nietos diminutos que ya empiezan a aficionarse a la lectura.
Pasando por la UNED ya no tuve más remedio –tras haberme hecho con la antología de poesía lírica antigua bilingüe de Carlos Alvar y Jenaro Talens, Locus Amoenus , en todos los idiomas de la península ibérica hasta el siglo doce–  que adquirir la Antología bilingüe de la poesía vasca seleccionada por Patricio Urquizu a partir de los primeros rastros escritos de la tradición oral desde el siglo catorce hasta los poemas escogidos del siglo veinte.
La visita concluyó –tras contemplar las magníficas fotos sobre el aire que este año Joaquín Araújo seleccionó para deleite de paseantes- con la sorpresa de la firma de Ángel Guinda de varios de sus numerosos libros de poemas. Tras preguntarle por Fernando Sarría y Luisa Miñana, el punto de contacto más adecuado que teníamos en común, le presenté a firmar su curioso poemario Toda la luz del mundo. Minimal love poems, traducido a veintitrés idiomas de la UE. Allí dejó escrita su dedicatoria “con la alegría de nuestro primer encuentro y la emoción de la amistad con Fernando Sarría y Luisa Miñana”.

Eran casi las nueve cuanto terminamos. Una vez más esta pretendida onomástica-cita anual había dejado su huella como lo que no tenía otra razón de ser que el contacto con los libros y la ya constatada convicción de que un libro es mucho más cuando lo escrito te lleva a la persona que lo escribió.

De esas personas esta cita sabe hacer como ninguna otra el descubrir un lado amable y atractivo de  lo más hondo de sí mismos.

Aquí mi gratitud a todos ellos y mis disculpas por no citar a quienes sin duda estarían en algún sitio que se me pasó y a los que conozco de estos sitios blogueros en los que los frecuento.

8.6.09

Olvidos


Un día se te olvida dejar huella
y al volver hacia atrás te quedas sorprendido
al ver que no ha cambiado nada
de la ruta que luego seguirías.
Hay tiempo así: momentos fantasmales
en que te perderías si volvieras.
A veces con el paso de los años
descubres esas trampas del pasado
y tiemblas al pensar que acaso desde ellas
hubiera otro camino tenebroso
saltando desde un hueco hasta el siguiente.
La vida que ahora tienes por vivida
quizás sería entonces la ficción
que discurre lejana y paralela
en la que alguno como tú
pensaba en ti del mismo modo
en que tú desde ahí piensas en él.
A veces los recuerdos se cambian en amnesia
desde ciertos lugares en los que no te encuentras.

5.6.09

Monólogo


A menudo nos hemos enfrentado
por asuntos menores o mayores
bajo apariencia siempre
de discutir quién era tentación
y quién recto camino.
Mas hace ya algún tiempo que lo hemos superado
tras la simple y veraz constatación
de que andamos los dos extraviados
y de que nos turnamos en buscar
la senda menos mala para el fin más idóneo.
Fue cuestión de mirar bien al espejo
para dilucidar cual de las dos miradas
era la consecuencia de la otra:
si uno miraba por ver cómo miraba
o si miraba acaso
para que su mirada coincidiera
con un cierto mirar que deseaba.

3.6.09

Goliardos


Hay coincidencias extrañas que lo son menos si se consideran las aficiones que cada uno muestra. Desde este rincón virtual de un blog tuve la suerte de toparme con la poco frecuente figura de un enamorado de las tradiciones populares y -sobre profundo pensador y gran poeta clásico- digno continuador de la escuela de troveros, romancistas y copleros que desde tiempos inmemoriales amenizaron fiestas  a la par que narraban hechos o denunciaban excesos prepotentes de poderosos.
Y digo coincidencias extrañas pero menos porque alguna vez habría de ser que coincidiéramos en un lugar tan poco frecuente como podría ser una fiesta en Braojos, pueblo perdido en la sierra madrileña y no por perdido menos  admirable en la conservación de sus tradiciones y en la promoción de variopintas inquietudes  culturales.
Imposible que allí me pasara inadvertida la figura de Enrique Sabaté fácilmente identificable por la compañía de su inseparable rabel más que por ningún otro aspecto de su figura inasequible a mi probada incapacidad para reconocer hasta mi propia cara. Bastó una pregunta: “¿No te llamarás Enrique?” y una presentación “Soy Ybris” para que en breves segundos estuviéramos hablando como si nos conociéramos de toda la vida.
Hablar con Enrique mientras esperábamos la actuación genial del grupo Mayalde es algo tan fácil como difícil es estar callado a su lado. 
Que él sea un extemporáneo y humilde representante de las casta más noble de troveros medievales con un cierto sabor a intrépido goliardo daría pie a que habláramos de mi encuentro con los Carmina Burana en la cantata de Orff y nos pasáramos a comentar esas imprescindibles figuras de frailes extramonacales al estilo del hermano Tuck de la alegre pandilla de Robin Hood, de los osados estudiantes rompemoldes de las universidades europeas medievales tan enraizados en su papel de tunos tunantes tunando por calles y tabernas y de cuantos vinieron a identificarse -entre gouliards, golosos  y seguidores de Goliat- con todos los iconoclastas antisistema de aquellos oscuros tiempos de la alta edad media que nunca se sometieron a los dictados sombríos de las oscurantistas y  represivas religiones cristianas oficiales.

De aquellas impresiones comentadas sobre los poemas medievales en latín, alto alemán o provenzal encontrados en la abadía bávara de Beuren y armonizados por Orff en su cantata Carmina Burana entresacaré ahora tres por su letra para dejarlas como final de este rollo de post: 

- La impresionante evocación de la diosa Ocasión :

“Verum est, quod legitur,
fronte capillata,
sed plerumque sequitur
occasio calvata.”

La leyenda es cierta:
pelos por delante,
pero la Ocasión
es por detrás calva

Y es que la diosa Fortuna sube y baja como rueda impredecible que hay que agarrar antes que llegue porque es inasible una vez que ha pasado. No en vano a la Ocasión la pintan calva.

- Otro punto que me ha llamado la atención es que, al contrario de las indicaciones sobre la interpretación del Mesías, de Händel, en que se nos decía que la letra religiosa había que vivirla mientras se cantaba, por mucho que no fuéramos personas religiosas, nadie nos recomienda ahora hacernos prostitutas cuando coreamos la estrofa que una representante del más antiguo oficio del mundo entona:

“Chramer, gip die varwe mir,
die min wengel roete,
damit ich die jungen man
an ir dank der minnenliebe noete.”

Dame, tendero, el color
que enrojezca mis mejillas
y así atraer sin remedio
a jóvenes incautos.

- Como último punto reseñare el canto tabernario en que, tras la prepotencia del Abad al que hay que someterse y el cómico canto del cisne asado que vivó tiempos mejores en el lago y ahora es pasto churrascado de dientes ávidos, aparece el canto irreverente que remeda, entre brindis inacabables y profanas letanías, una secuencia litúrgica gregoriana: 

“Bibit hera, bibit herus
bibit miles, bibit clerus,
bibit ille, bibit illa,
bibit servus, cum ancilla,”

Bebe el ama, bebe el amo,
bebe el militar y el clérigo,
bebe aquel y bebe aquella,
bebe el siervo y la criada…
 

En fin, concluyo tras tanta divagación. Quizás hubo tiempos sombríos de ignorancia y represión, pero me alegra saber que, por mucho que se esforzaran los jerarcas por silenciarlos, todavía subsisten aquellas voces disidentes de antiguos goliardos (y nuevos como Enrique) con las que uno cantaría a pesar de todos los pesares: aunque fuera sólo por protestar:

“In taberna quando sumus/ non curamus quit sit humus”

Cuando estamos en la taberna/ no nos cuidamos del barro de que estamos hechos.





1.6.09

De nuevo

Volveré y no me acordaré de nuevo
de las veces que estuve aquí
ni de la compañía que entibió
el ámbito glacial en el que estaba inmerso.
De tan hondos olvidos pertrechado
dudo mucho del árido papel
que vengo confiando a mi pasado.
A veces paso sin saber si he vuelto
y otras regreso como si no pasara.
No parece la vida igual así:
siempre nueva cuando no lo debería,
antigua a veces sin saber por qué.
Quizás de tanto olvido algo al final me quede:
el gusto de mirar con ojos nuevos
o hacer de lo segundo lo primero.