31.8.09

Fin de mes


Digo lo primero que me viene
mientras despido al mes que hoy acaba:
Rosas rojas en medio del invierno
No sé que es lo que quiere decir eso
pero me quedo ahí mientras lo pienso.
Me imagino una voz desconocida
que me observa de lejos y me manda mensajes.
Dudo si responder pero lo hago:
El invierno florece cuando lo anticipamos.
Extraño este diálogo entre desconocidos
cuando ni las palabras significan
lo que a primera vista nos parece
ni siquiera sabemos quién es el que las dice
porque la hemos tomado de algún libro.
Pero en el fondo queda la certeza
de saber que jamás estamos solos
cuando sabemos escuchar y nunca
dejamos lo escuchado sin respuesta.

28.8.09

Excesos


Para vivir, morir o transitar
basta sólo un pequeño recoveco.
El resto, acaso sea enorme exceso
para poder perdernos.
Extraño ese deseo de inmensas extensiones
cuando necesitamos nada más
el espacio exclusivo de vivir:
una mota de tiempo
en un trozo de suelo.
Quizás el resto sea
un ansia desmedida de horizontes.

26.8.09

Cámara lenta

Me permitirán mis sufridos y comprensivos lectores que hoy, para mi prosa de los miércoles, tras haber pasado por las habituales fases de pulsiones transcendentes, quejas dolorosas, profundas visiones, amores acuciantes o amarguras varias haya acabado en algo intranscendente, escasamente visionario y decididamente superficial como la sonrisa a la que únicamente quiere deberse.
Muchos de vosotros ya sabéis que hay zonas, tanto en la vida como en los paisajes, donde la comunicación se hace difícil, no por razones insondables sino por su escasa rentabilidad.
Me explico. Los proveedores de internet o de comunicaciones telefónicas, como suele suceder a quienes comprensiblemente buscan su beneficio sin proclamarse almas caritativas (para eso se bastan y se sobran los bancos, cajas de ahorros, laboratorios y generadores de energías varias que, de repente son más ONG’s y custodios de la limpieza del planeta que vendedores de productos desollando a sus competidores con deslumbrantes ofertas), suelen ofertar sus servicios proclamando su cobertura al 99 % . Quienes tenemos el vicio de huir de las aglomeraciones ciudadanas hasta los lugares menos poblados acabamos descubriendo lo que ya sospechábamos: hablan de población y no de territorio. La geografía está poblada de zonas de sombra o coberturas marginales más extensas de lo uno pudiera imaginarse en donde no interesa ofertar servicios y donde las ondas electromagnéticas se diluyen en hondas interacciones con la paciencia o la desesperación de quienes obstinadamente las buscan.
Mi suerte no es de las peores: el servicio telefónico de internet que voy pagando religiosamente para los días de ocio fuera de la capital me ofrecía “hasta” 1 MB de velocidad callándose descaradamente que eso era sólo para coberturas HSPA. y, si acaso, para las 3G en el caso de que fuera yo y, en todo caso, algún otro vecino anacoreta, los que nos conectáramos al mismo tiempo.
Los numerosos abandonados al GPRS quedamos seguramente en la zona de los desheredados por más que ese tipo de cobertura debería admitir hasta 115 KB aunque use la conexión a horas más propicias a los búhos que a los exploradores.

Hace tiempo que he depuesto mis lamentos y, lo mismo que hago en los atascos de fin de semana en la carretera, comienzo mis afanes con un ejercicio de relajación y un autoconvencimiento de que no hay prisa ninguna y de que lo importante, por una vez, no es llegar sino moverse o, al menos, intentarlo.
Últimamente, mientras las páginas web dilatan su aparición por intervalos interminables, he desarrollado la visión de la observación en cámara lenta al modo de las instantáneas que detienen el tiempo en una milésima de segundo sobre un movimiento y lo convierten en algo de excepcional belleza: la gota de agua detenida en su impacto contra la superficie en la que cae, el vuelo del pájaro o del insecto con sus alas detenidas en posturas insospechadas, el proyectil quieto que atraviesa el globo antes de que éste explote…
En las descargas lentas me entretengo observando detalles que la rapidez me ocultaría: la rara habilidad de las imágenes para dibujarse morosamente por líneas que siempre empiezan por donde menos importa, el dibujito obsceno de la publicidad, la más pixelada de las imágenes del repertorio, el aviso a 100 colores del más insoportable de los tonos para el móvil o, sencillamente, la foto menos adecuada en el tiempo para lo que se esperaba.
Y ¿qué decir de los extraños avisos que pueblan la lentitud de las descargas?
No salgo de mi asombro al leer versos tan poéticos como los siguientes cuando, incluso, ya han comenzado a perfilarse los encabezamientos:

Esta página no se encuentra, puede estar temporalmente inactiva o tal vez se haya trasladado definitivamente a una nueva dirección web. Si se pulsa sobre el enlace “Más información sobre este error” aparece un incomprensible y descarado: Error 101 (net::ERR_CONNECTION_RESET): Error desconocido.

Página no encontrada, revise la ortografia de su URL.

Nombre de usuario o contraseña incorrectas. Acuda a su proveedor para restablecer sus datos.

La observación del monitor de actividad en la red junto con el de velocidad de la conexión es también fuente inagotable de sorpresas:

Puede comprobarse cómo tras constatar una conexión a 115 KB, el rango vertical llega sólo hasta el 1 % y las burlonas líneas dentadas que pueblan el espacio visual oscilan frenéticamente del cero al 0’8 % con traviesas anotaciones del tipo 0’003 % o silencios delatores de total abandono para acabar después de minutos de página en blanco con algo tan profundo como la revelación de un increíble escáner que desnuda la imagen de la escultural modelo de turno.

Otras veces es peor. La página se queda en blanco mientras en el espacio de la última línea intuida en el margen izquierdo aparecen signos de actividad que más parecen indicados para rendirse que para suscitar paciencia: esperando a Blogger, conectando con ilead.it… hasta acabar muriendo en las playas de un infinito arenal de esperas.

O, peor todavía, la página enmudece y aparece, más como signo de burla que de información, una sorprendente palabra: Listo. ¡Por cien mil rayos! ¿Listo qué, si no hay nada visible?

Podría demorarme sin esfuerzo en múltiples constataciones, avisos, frases sin sentido o insultos a la inteligencia del usuario -todo menos lo cierto: Señor cliente no merece usted más rapidez-, pero recogeré para acabar lo interminable de la belleza de la lentitud, estos escuetos hechos o avisos incomprensibles:

Imagen tachada.
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Y, a pesar de todo, hay días en que, tras haber visitado y comentado la décima parte de lo que querría, compruebo que, entre página y página, he visto amanecer uno y otro día el temblor de la hoja amarillenta de los robles mientras las estrellas se despiden suavemente de la paciente mirada de mis ojos siempre alerta.
Y que puedo degustar con provecho insospechado los rincones más atractivos de tantos como leo sin prisas ni frases aprendidas de comentarios de compromiso.
Algo que merecéis sin duda todos aquellos a quienes leo. Siempre menos de los que querría pero siempre más de los que merezco.

24.8.09

Dibujos


Sobre un recuerdo aún no escrito
dibujaré tu sombra.
No me arrepentiré. Por eso lo repito
con esa terquedad característica
de cuantos sólo ponen por testigos
a sus propias palabras.
Dije recuerdos o digo lienzo
quizás porque de ti conservo un cuerpo limpio,
blancura y flor en que escribir mis dudas.
También he dicho dibujar ahora
hecho pincel con dedos de osadía.
En cuanto a lo de sombra no sé bien
a lo que me refiero. Es muy probable
que al remontar el tiempo los ojos se iluminen
y deslumbren aquello que miramos
o bien que aquellos días luminosos
me lleven a tu lado con su luz por detrás
y tu contorno solo por delante
mientras al fondo algo me dice
que prefiero los bordes temblorosos
a las columnas ciertas,
la piel a las entrañas
para atraerte dentro.

21.8.09

Soledades y presencias


Ayer lo oía: “Nadie miente
cuando habla de la propia soledad”.
Quizás eso es así porque no nos es posible
ser más sinceros que al sentirnos solos.
Me pregunto qué tiene la presencia
de otras personas para desdibujarnos
y hacer de nuestra imagen un fantasma.
Debe ser esa la razón por que
buscamos soledades no forzadas
al tiempo que nos duelen las impuestas:
sólo así descubrimos quienes somos;
sólo así descubrimos a los otros.

19.8.09

Las Marchas Verdes

Mucho tiempo ha pasado desde que Marruecos empleara con el Sáhara ex-español este sistema de invasión o guerra que supone utilizar a la población inocente. A la anónima e indiscriminada acción de los suelos sembrados de minas que parecen decir: “No soy yo el que mato, sino tú el que te matas”, se opone una masa desarmada con este significado de fondo: “Si quieres matar mata primero al inocente”.
Extraño procedimiento el que tienen las partes en conflicto para convertir en execrable asesinato de pueblo desarmado lo que de todos modos ya lo era. La guerra, en efecto, nunca se efectúa ya en campos de batalla sino escondidos entre la población civil a la que se hace optar por algo que, la mayoria de las veces, en el fondo les da igual. Los combatientes se esconden en ciudades; los arsenales, las fábricas de armamento, los cuarteles generales se esconden junto a , y a veces dentro de, otro tipo de construcciones civiles; los altos responsables de la guerra se camuflan entre todos los demás para que estos sean el escudo que demuestre -de traspasarse- la horrible maldad del enemigo.
Este procedimiento, aplicado al orden socioeconómico, es de gran eficacia . Tanto, que viene siendo empleado continuamente para conseguir cuanto el voto personal nunca podría. Obsérvese lo que sucedería si se atacase el poder de los grandes una vez que se ha conseguido que la empresa privada sea el único motor de la actividad económica, que el trabajo sea imprescindible para vivir y que éste quede ligado exclusivamente al beneficio de las empresas : Cualquier movimiento repercute en el trabajador. Si el Estado o los trabajadores pretenden mejorar sus condiciones, su estabilidad o su salario los primeros ajustes serán los despidos. Si el Estado intenta recaudar más con impuestos o empresas públicas para mejorar las prestaciones sociales las empresas se negarán a tener más empleados.
El único camino que se deja es favorecer el beneficio de las empresas mediante facilidades para el despido, disminución de Gasto Público que permita al gasto privado conquistar más espacios de actuación, bajadas de impuestos o de aportaciones a la Seguridad Social, empleo de fondos públicos para solucionar sus fallos...
Y así nuestra sociedad se asienta en el beneficio de pocos escudados en muchos que caerán antes que ellos cuando se trate de perder y serán los últimos en el reparto cuando se trate de ganar.
Desgraciamente muchas son las Marchas Verdes con las que unos pocos usan a muchos como escudos humanos o como rehenes.

17.8.09

Quicios


Existen otros puntos cardinales,
del todo inaccesibles,
que únicamente sirven
para centrar el punto en que vivimos,
en sus ciertas y exactas coordenadas.
Vienen algunos para decir que existen
el norte, el sur, el este y el oeste,
donde residen el dolor y el gozo,
las metas, los orígenes y lo desconocido.
A veces me levanto y miro hacia esos puntos
y entiendo la razón
por la que los llamamos cardinales:
nunca habré de llegar a tanto extremo
pero siento que todo gira alrededor de ellos
y me desquicio cuando
me falta su atractiva lejanía.

14.8.09

Paleontología


Llego al que soy y ya no está.
Seguramente algo me ha fallado:
o bien llegar es verbo insuficiente
o no soy el que soy
o acaso nunca estuve
o irse es un proceso involuntario.
Contemplo aquí mis huellas
y me invade un complejo de paleontólogo:
en un cierto pasado me he extinguido
y aún no ha aparecido el sucesor
que evolucionaría de mis huesos.
Entre una especie extinta
y otra en proyecto aún
resulta muy difícil el encuentro.

12.8.09

Justicia y ordenadores


Tiempo hace ya que leía en algún sitio la encendida defensa que un abogado hacía de la labor de los jueces. Sobre la posibilidad de error introducía un elemento humano necesario para juzgar a las personas dentro de un margen de libertad que haría menos ciega la justicia. Y concluía: “Sin ese elemento humano de los jueces sería la justicia como un programa inflexible de ordenador.
No le faltaba razón al articulista. La compleja relación que hace a las personas delinquir y las recónditas interioridades que motivan a los humanos harían necesaria la mirada abierta y comprensiva de aquel que participa de la debilidad humana y conoce también el espíritu que anima las leyes por encima de la letra.
Sin embargo la realidad de la justicia va haciendo creer a muchos que el punto de humanidad que los jueces y las instituciones de justicia deberían aportar resultan en muchos casos un conjunto de tácticas dilatorias y un campo abonado para que unos se embarquen en procesos interminables que acaban infaliblemente en olvidos, absoluciones o mínimos castigos, mientras que otros se enfrentan sin remedio a condenas desmedidas tras juicios someros y absolutamente predecibles.
No sería tanto mal si el resultado, analizado al cabo de largos periodos, pudiera considerarse equitativo tanto para unos como para otros. Pero no. Las cárceles están llenas de desheredados de la tierra mientras campan por sus respetos o disfrutan de cadenas de oro los afortunados dueños del cotarro.
Ante esta escandalosa situación soñaría con una justicia por ordenador, bien pertrechado en su memoria con todas las leyes, disposiciones y jurisprudencia nacional e internacional, al que se suministrase un programa consensuado e inamovible realizado por expertos en inteligencia artificial en el que un dirigente, famoso o magnate sea A tanto como cualquier chorizo, homicida o camello del montón. Las leyes serían B para todos y el proceso prácticamente instantáneo.
¿Se lo imagina? El juez X juzga a A por B: Espere un instante… Sí, A es culpable. Pague Y por lo que hizo y confínesele en Z por un tiempo U.
Qué ilusión rellenar las letras con nombres, países, situaciones y meter de una vez por todas el miedo en el cuerpo a los habituales del “No sabes con quién estás tratando” o a quienes todo lo amañan a fuerza de tiempo o de dinero que nunca les falta.

10.8.09

Por alusiones

Me he asomado despacio al borde de mis ojos.
Me he derramado cautelosamente
por las más sigilosas comisuras
en que mi alma a menudo se refugia.
He indagado sin pausa
tras todo aquello que tuviera forma
de signo claro de interrogación.
No siempre me sucede,
pero en algunos momentos del todo imprevisibles
distingo claramente
que algo ha detectado mi presencia
antes de que acudiera
y se refiere a mí patentemente.
Hoy ha sido la sombra de la luna
proyectada por árboles y nubes
contra el informe suelo enmudecido
tras el soplo del viento entre las copas.
He acusado recibo
y escondo mi respuesta en el poema.
Respondo nada más por alusiones.

7.8.09

Malum ex quocumque defectu


No hay nada más injusto
que ese flagrante y atroz desequilibrio
entre lo malo, que lo es por poco,
y lo bueno, que exige
que todo lo que abarca sea bueno.
Una sola manzana trajo la muerte al mundo
según ese designio irrevocable
que la deidad imaginada impuso
desde su indiscutible perfección.
Nos basta un solo caso de desastre
en un vuelo de avión
para cubrir de miedo cualquier vuelo
mientras que la seguridad exige
que nunca haya un error en lo perfecto.
Lo bueno, total para que sea bueno;
para lo malo basta lo parcial.
Pero yo, incrédulo convicto y terco,
me solazo aplicando ese principio
a cualquier poderoso que delinca,
aunque sea una vez únicamente,
mientras que justifico al débil
capaz de redimir toda una vida
con un acto de amor perfecto y puro.
Y así prefiero formular mi adagio:
lo bueno es bueno, aunque sea parcial;
lo malo sólo afecta a lo contaminado.

(El adagio moralista cristiano completo decía: "Bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu", el bien exige que todo sea bueno, lo malo lo es por cualquier defecto)

5.8.09

Hasta (decir basta)

Entre el desde y el hasta se extiende la vasta llanura de la realidad bien acotada en tiempo y en lugar.
Nuestra propia vida es prueba fehaciente de ello, tan exactamente delimitada por la fecha del nacimiento, que celebramos, y la de la molesta muerte, que tememos.
Igualmente nos enfrentamos de continuo a espacios y tiempos bien establecidos: naciones de nítidas fronteras; espacios protegidos o vedados marcados con patentes fronteras, vallados, bordes, muros o alambradas; tiempos minuciosamente definidos por implacables relojes que nos hacen pasar inexorablemente de periodo a periodo, de estación a estación, de hora a hora.
En todos ellos palpas la certeza del borde, la exacta dureza del límite, la precisión del corte que nos sitúa en una u otra parte del tiempo o del espacio. Tan importante es ese corte que de él dependen cosas tan trascendentes como la responsabilidad penal, la posibilidad de votar, el idioma que tienes que aprender o utilizar, el derecho a ser atendido o rechazado, la posibilidad de decir lo que piensas sin que te encarcelen o de ser atendido sin cobrarte.
Sin embargo la dura realidad de los avances mercadotécnicos nos ha enfrentado al hallazgo increíble de espacios y tiempos no sólo inaccesibles sino, lisa y llanamente, inexistentes y que hasta hoy estaban reservados al campo de las metáforas, de las hipérboles o de las múltiples formas de figuras literarias o pertenecientes al campo del arte o la ficción.
No exagero. En esta prosa de hoy, pensada para columpiarse entre sonrisas y lágrimas o entre seriedad y broma, aludiré a dos ámbitos fantasmales colocados, como la mítica Atlántida, en tiempo y en espacios impalpables.
Un buen día te topas entre las páginas de un diario o en cualquier otro medio de amplia difusión una llamativa oferta de una golosa apariencia: Billetes desde 10 euros, estancias desde 100 euros, raros aparatos desde 25 euros, menús desde 8 euros. Cuando te decides a informarte más a fondo te sueles encontrar con la escurridiza realidad de la oferta que, o bien, se ha agotado infaliblemente por mucha prisa que te hayas dado en acudir o bien resulta la fantasmal cantidad que queda tras quitar los impuestos indirectos, las tasas, las comisiones, los traslados, las reservas, las facturaciones obligatorias o los imprescindibles complementos. Lo cierto es que, por una u otra razón ese desde es en realidad el ámbito del país de Nunca Jamás.
Sin escarmentar aún, te dejas atraer por una llamada de sirena de una operadora telefónica que te ofrece conexiones de banda ancha a Internet hasta tropecientos Megas o terminales con memorias hasta incontables Gigas. Incluso en ocasiones incurres en la debilidad de dejarte engatusar y caes ingenuamente en la trampa: para llegar a ese límite hay condiciones insuperables, tales como comprar accesorios no incluidos que cuestan más que todo el dispositivo o bien dependen de inventos aún no descubiertos como conexiones de altísima velocidad en circunstancias imposibles o desde páginas saturadas o a horas en que nadie se conecte. Ahora mismo estoy conectado a una velocidad de hasta tres Mb que en realidad avanza a una media de 30 Kb. Menos mal que he promocionado desde una conexión a 100 Kb que iba normalmente a 1 Kb.

Lo que fastidia un montón es que a mí no me cobran hasta sino desde pero a una exacta cantidad de desde más 25 unidades de cuenta.
A veces me imagino la venganza de pagar hasta una rigurosa cantidad de hasta menos la velocidad media registrada durante el periodo de pago.
Pero, como no me dejan, me conformo con sonreír con el inmenso Groucho:
“Partiendo de la nada alcancé las mas altas cimas de la miseria.
O lamentarse proclamendo:
“De perdidos al río.”
Que, como bien saben todos, quiere decir:
From lost to the river.

3.8.09

Regresos


Los días pasarán después que nos marchemos
como si nunca hubiéramos estado.
Y cuando regresemos al lugar
del que una vez partimos
el tiempo habrá pasado sin nosotros.
Extraño este trayecto
del tren de nuestra vida
donde las estaciones también están en marcha:
tenemos que subirnos acoplando
nuestra velocidad a cada sitio.
Por eso regresar y progresar
acaban confundiéndose
y nunca volveremos sobre los mismos pasos
sino que volveremos al principio
para que vuelvan a pasar de nuevo
de modo diferente.