22.12.10

Silencio


Durante todos los años en que ejercí como profesor siempre entendí que el aprendizaje era un proceso distribuido en tres etapas: observar, investigar y averiguar.
Dentro del apartado observación intenté los más variados objetivos, siempre mejores cuanto más cercanos al alumno: su propio cuerpo, sus pertenencias, las clase en que estábamos, el terreno de alrededor del colegio…
Nunca faltó en todos los cursos una observación sobre lo que dábamos en llamar “los sonidos del silencio”: todo aquello que se oye concentrándose con los ojos cerrados durante dos minutos y tratando de identificarlo. En la puesta en común posterior pocas veces dejaban de manifestarse curiosas observaciones: la respiración propia y de los compañeros, los latidos, crujidos, toses, carraspeos, siseos, zumbidos de reactancias, roces, ruidos de la calle… y hasta, algunas veces, el grito de algunos que eran incapaces de soportar el silencio.
Todo eso me ha venido recordado por una noticia leída hace poco en la prensa sobre el intento de un colectivo de internautas británicos de colocar como disco de estas navidades la pieza de John Cage (1912-1992), 4’ 33”, de la que se pueden, entre otras, encontrar en YouTube estas versiones para orquesta, piano y guitarras, respectivamente:


Podrá parecer una tomadura de pelo el presentar como música unos minutos de silencio en tres movimientos con una partitura en la que solo hay una palabra: “Tacet” (Calla) si no se está convencido de que el mismo silencio es un imposible destruido por esa misma palabra que lo dice y hasta por el mismo intento de evocarlo. El material sonoro y musical es algo que pone nada más el oyente atento al huir de todo los sonidos y del ruido:

Con los ojos cerrados
escuchas esos ruidos incesantes
que enmarcan el silencio
y apenas la costumbre nos descubre:
el goteo lentísimo del grifo,
las aspas del tenaz ventilador,
el zumbido de ocultas reactancias,
tu latido de fondo en tus oídos...
Con esas u otras formas
el tiempo va gritando
la derrota más honda del silencio.

Mis mejores deseos de silencio para estas ruidosas fiestas. Una antigua tradición cristiana, al invadir las fechas del solsticio de invierno, quiso ambientar la Navidad en medio del silencio, cuando la noche llegaba a la mitad de su curso (Dum medium silentium tenerent omnia et nox in suo cursu medium iter haberet...). Quizás alguno pueda evocar el silencio en esta sobria melodía gregoriana mejor que con John Cage:


4.12.10

Recordando olvidos

Si hablamos de olvidar no ha de olvidarse
el tenebroso olvido de nosotros
con que responden a nuestros recuerdos
todos aquellos que nos precedieron
en la ausencia de todas las presencias.
Dibujo lentamente las figuras de antaño
que hogaño se debaten tras mis ojos
supliendo con silencio aquellos gritos
de tibia compañía en frías soledades.
No es justo ese estruendo con que callan
en medio del sonido que me gritan
tantas voces ingratas y molestas
como tampoco es justo
el tiempo inacabable de la muerte
o el vasto espacio que el olvido ocupa
cuando los comparamos
con la avara estrechez de toda vida
o la escueta amplitud de los recuerdos.