18.4.07

Caraduras


Una excelente persona, aparentemente: educado, amable, servicial, simpático, buen conversador…

Su impecable presencia y su aplomo, su palabra ágil y certera, sus conocimientos vastos, sus opiniones meditadas atraían a la conversación, al diálogo, al agradable pasar el rato y al intercambio de experiencias y propósitos.

Era representante comercial de una gran compañía y estaba perfectamente dotado para su misión: retenía nombres, sabía encontrar momentos propicios, tenía palabras adecuadas para las más dispares situaciones, siempre con un detalle que aportar hasta lograr la confianza necesaria para la venta o el contrato que reportaría jugosos beneficios.

Me llevaba muy bien con él. Sin llegar a ese extremo luminoso que se conoce con el nombre de amistad, teníamos un amplio margen de aficiones comunes, sobre todo musicales, que nos permitían mantener largas y agradables conversaciones.

Quizás todo estaba ya predispuesto para la entrega a confidencias reservadas sólo para quienes podrían ya llamarse amigos en sentido estricto.

Y, sin embargo, había un pero inexplicable e intuitivo que me mantenía aún a cierta prudente distancia de él. No hubiera sabido explicarlo razonablemente sino por ese instinto que nos pone en guardia ante palabras que tanto podrían ser sinceras como dictadas por la costumbre de crear un buen ambiente o de dejar todo dispuesto más para recibir que para dar.

No me equivocaba. Un día habíamos asistido a un concierto abarrotado de público y habíamos dejado el coche en un aparcamiento cercano. Naturalmente, éramos muchísimos los que nos acercábamos a la misma hora a pagar por caja para retirar el coche y había una larga cola para hacerlo. Mientras estábamos esperando él desapareció sin previo aviso y reapareció al poco rato con el pase para sacar el coche del aparcamiento.

–¿Cómo lo has hecho? -le pregunté.

– Muy fácil. Colándome -repuso él sin inmutarse.

Y luego me explicó con todo el cinismo del mundo que él jamás había esperado en toda su vida en una cola y que, o bien se colaba o bien acudía a contactos influyentes que tenía para no tener nunca que esperar.

Cuando yo le manifesté mi opinión de que eso no era justo con todos los demás que aguardaban su turno él repuso con aplastante aplomo que la vida era así, que el mundo estaba dividido entre apocados y decididos y que había gente para esperar -los demás, naturalmente- y gente para los primeros y mejores lugares –como él y otros pocos, obvio es decirlo.

Bajo esta nueva luz descubrí después que toda su ferviente defensa de las libertades cívicas y de la democracia estaba basada en la absoluta seguridad de que las leyes son necesarias para que existiera un orden –sostenido por una clase anónima de tropa, tan distante como indiferente- que a él y a otros privilegiados le permitiera saltárselas a la torera despotricando, de paso, contra cualquier posible ingerencia en esa zona de nadie en la que tan bien sabía moverse y que continuamente mantenía a su favor con la frase escueta: “¡Tanto prohibir, tanto prohibir! Ya somos mayorcitos para saber lo que nos conviene”. Por supuesto que él lo sabía bien: Ni pago de IVA ni declaraciones rigurosas a Hacienda ni límites de velocidad en carretera ni semáforos ni horario de dejar basuras ni solidaridad con ningún tipo de marginados (que lo eran por indecisos y pusilánimes).

Por eso no me extrañó demasiado que un día en que alguien osó recordarle una decisión acordada mayoritariamente en asamblea y que le obligaba a hacer un trámite para el que íbamos turnándonos se le cambiara el color plácido de persona equilibrada y satisfecha por un acceso de ira que acabó en portazo: “Yo ya he hecho demasiado por vosotros para que ahora me vengáis exigiendo nada más. Así que ahí os quedáis con todos vuestros acuerdos”.

Y se marchó con la ofendida dignidad de quien jamás había aceptado que quedara en deuda con quienes sí quedaban en deuda con él.

No he vuelto a saber de él, pero puedo asegurar que cada vez que espero en una cola armo un escándalo como vea que alguien intenta colarse.

Y otro cuando sospecho que alguien se aprovecha de lo que los otros sufren y encima se sienten ofendidos por la supuesta indiferencia de los demás para con él.

23 Comments:

Blogger Sangre said...

...Pues ya somos dos querido amigo, supongo que por deformación profesional, la justicia es algo que siempre tengo muy presente...un fuerte abrazo.
Carlos

18/4/07 6:53 a. m.  
Blogger Chalá perdía said...

Un detalle, siempre lo he dicho; con un sólo detalle puedes ubicar a una persona: si es capaz de hacer esto qué más puedes esperar de élla...
Y no es fácil ser honesto, al menos esa honestidad al 100%. El otro día me preguntaba M. ¿qué es la honestidad? y le contesté con las diferentes posibilidades de acción que tiene una persona si, por ejemplo, se encuentra una cartera con documentos y dinero...

Para darte besos sí soy caradura.

18/4/07 6:57 a. m.  
Blogger Maitena said...

hace un mes aproximadamante hacian un concierto en nuestro auditori, Rizossa y MM me mandaron a comprar las entradas, quedaban pocas en ventanilla y un vecino que estaba al principio de la cola se me acerco todo servicial para comprármelas el, le dije que no, que esperaría mi turno...no pudimos asistir al concierto, se acabaron las entradas en el señor de delante...

Un abrazo

18/4/07 7:15 a. m.  
Blogger Caminante said...

Has descrito perfectamente ese tipo de personaje, que se cree con todos los derechos, para los que los demás somos jilipoyas, que opina lo de ...¡marica el último! y que siempre, siempre, son: fuertes con el débil y débil con el fuerte.
Buen día y un abrazo. PAQUITA

18/4/07 9:25 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Perfecta descripción e interpretación del encantador de serpientes, como yo les llamo. Suficientes, pero educados, caraduras, pero amables... hasta que se produce una situación en la que no pueden llevar mascareta y sale la sierpe sin más: están por encima de todo el mundo, del bien y del mal. Es más, sólo se sienten bien si se sienten por encima del otro... Yo también he conocido alguno de ellos. No lo soporto.

18/4/07 10:26 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

No nos falla el instinto. Y ese "pero" del que hablas nos aboca en muchas ocasiones a quedarnos solos con el estandarte de la moralidad en medio de la plaza mayor.
Morro que tienen muchos!.

18/4/07 12:26 p. m.  
Blogger Fernando said...

Eres mi principe valiente...;);)..Ybris, así me gustará llegar a tu edad todavía consecuente contigo mismo..un abrazo.

18/4/07 2:36 p. m.  
Blogger Dulcinea said...

....o me pongo enferma con esas cosas¡¡, pero es lo que hay...es que hay gente que no se corta un pelo¡¡...individualismo total¡¡, eso es lo que prima.

18/4/07 3:31 p. m.  
Blogger Leuma said...

Me ha gustado como has plasmado las dos caras, el Dr Jekill y Mr Hyde, la aparente educación y la ira y falta de respeto al otro. Me matan las colas pero los tipos como éste ya son el colmo para mi impaciencia, como tú también salto.

18/4/07 3:58 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

pues es que usted caballero es civilizado. Y so pretexto de modernidades y falsas libertades hay algunos por ahí que buscan realizaciones personales en el quiebre de acuerdos concensuados.

P.S. Cada vez que paso por su blog una brisa de calma me llena. Thanks por ello.

18/4/07 4:04 p. m.  
Blogger . said...

Las leyes son necesarias para mantener un orden, ya que cometemos muchos errores, pero esas mismas leyes hacen la trampa. O sea, la influencia siempre existirá, y el que diga que teniendo la oportunidad de utilizarla la rechaza, el primer engañado es él. Otra cosa es robarle el lugar que alguien se ha currado él solo, como por ejemplo permanecer durante un tiempo ilimitado en una cola, colarse es tener morro, yo no lo permito nunca, a no ser que sea algún asunto grave. Pero así y todo, también se me suelen colar a veces.
Un abrazo.

18/4/07 5:45 p. m.  
Blogger Carz said...

Cada uno intenta construirse su mundo a su medida... y claro, la profundidad del mundo creado depende de la miopía del creador.

18/4/07 6:28 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Mi "pero" siempre acude en cuanto entrechoco las manos y miro a los ojos. Si como a mi perro se me arqeua el lomo(la espalda) y se me eriza el vello, sin lugar a dudas, huyo como gata escaldada...siempre me puedo equivocar.
En las colas hay que esperar el turno pacientemente, frente a según qué jetas, suelo dejar clara mi visión....mi cara, espejo del sentimiento ;-))

18/4/07 7:11 p. m.  
Blogger ZenyZero said...

Yo mantengo que nadie cambia. El curso de la vida puede bandear tu caracter, pero no el rumbo.
Creo que tú estás por encima de esa persona. No hay peor desprecio que no hacer aprecio, dicen.

Soy el que soy y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Mi opinión es que hay que saber perdonar, buscar la fuerza para ello. Otra cosa es la connivencia en la que no debemos caer. Luchar por un mundo más justo es muy necesario. Y una mirada agradable, amable, una sonrisa inteligente dice más que un airado "hasta nunca".

Eres una gran persona. Nunca te irás de mi memoria porque es ahí donde decidiste que residieras en mi.


Un abrazo.

18/4/07 9:14 p. m.  
Blogger thirthe said...

hay gente tan sumamente educada, aduladora, envolvente, cortés, afable...que te quedas en la duda de si es realmente sincera o por el contrario se trata solo de un cortesano redomado. En estos casos, lo mejor es hacer como tú...dejarse guiar por el instinto, a ti no te falló;-))

19/4/07 12:15 a. m.  
Blogger Simplemente Olimpia. said...

Ya lo dije...no siempre el "caballero" lo es, como no siempre el hombre es "humano".

La apariencia...un envoltorio tan desechable como deseable por quienes necesitan de ella.

MI beso a tu "valor".

Olimpia.

19/4/07 1:51 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Eres un fenómeno que diría el Fary.

Soy aquel embaucador
el de la palabra justa,
demócrata... mas con fusta
pero soy encantador;
un caballero, un señor.
Soy al par que sonriente
el mejor, muy buena gente
un tipo bien educado
con el traje bien planchado
tú eres plebe y yo.....indecente.

Como me caen de mal los listos que se saltan el orden que exigen a los demás. Los típicos jilipollas que pretenden estar por encima de ti que encima te miran por encima del hombro si te engañan, creyéndose con todo el derecho.
Y el caso es que siempre tienen suerte cuando los descubres tan sólo se mandan mudar y a engañar a otra parte.

Salud.


Kike.

19/4/07 3:46 a. m.  
Blogger Millaray said...

La verdad es que intuitiva no es mi segundo nombre ,pero sin embargo,generalmente le doy el valor que procede ,cuando ese "algo" como bien dices ,me hace un llamadito de atención o me da el vamos!!! y afortunadamente en este caso o sea me refiero a usted el vamos estuvo a la medida ,es un agrado ir conociéndole a través de sus escritos.
Escándalo es lo mínimo que provoco cuando me enfrento a esos caraduras y no es broma,es que los hay y a raudales niño!!!
Besos...voy vuelvo, cuando el tiempo me lo permita ¿¿¿el tiempo dije??? ese si que es caradura jajaja ya no os molesto más y otro beso nada más porque sip:)
Besos

19/4/07 4:36 a. m.  
Blogger Chalá perdía said...

Buenos días!!!...besos.

19/4/07 6:53 a. m.  
Blogger libertad said...

...Así es, defensores acérrimos en apariencia de la democracia, aparecen con ese tipo de comportamiento absolutamente individualista y caradura, como tú bien dices. No puedo con ese tipo de actitudes y te aseguro que manifiesto mi más absoluto desacuerdo siempre que me encuentro con alguien así. Siempre me rechinó la falta de consideración para con los demás. Siempre.
Un beso fuerte

19/4/07 10:08 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Nadie se lo cree, pero los alemanes no saben hacer una cola. Y aquí estoy yo, españolita caótica donde las haya, indignándome cada vez que los veo venir con ese aire decidido,por no decir descarado, del que hablaba tu "amigo". Y es que me fríen...

19/4/07 10:44 p. m.  
Blogger Coblenza said...

shusss,shussss, ey Ybris(amigo) sabes tú, si el perla éste no tiene que ver con el caso Malaya?
(tiene tóa la pinta).
No crees que es el testaferro de la Pantoja?)
Yo me lo huelo, me lo huelo...

pd. Querido Ybris, con lo que yo te aprecio, eso no te lo haría yo nunca.
Es más, yo pienso ¿para qué quieres medios días, habiendo días enteros?

o más vale sólo, que mal acompañado.
Ea
Te beso.
Muá.

20/4/07 12:10 a. m.  
Blogger Joan Torres said...

Me costó aprender que tengo los mismos derechos que el resto de las personas. De joven era incapaz de enfrentarme a aquella persona apresurada que se colaba delante mío. Generalmente callaba.

Con el tiempo comencé a darme cuenta de que la importancia de la educación, de la ecuanimidad, reside en la satisfacción personal que aporta.

Pasar de ese descubrimiento a tener la seguridad necesaria para no dejarme pisar fue casi inmediato.

¡Y qué gusto da defender los derechos de uno, o pedir, con justicia, un libro de reclamaciones!

Joan

27/4/07 11:51 a. m.  

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