23.5.07

Profesores buenos y malos.


Decir que hay profesores buenos y malos lo mismo que alumnos buenos y malos es un lugar común con el que nadie estaría nunca en desacuerdo. Sin embargo no todo está tan claro cuando alguien quiere descender al detalle que dilucidaría en qué estriba esa supuesta bondad o maldad y a qué alumnos o profesores debería aplicarse.

Tengo motivos para saber de qué hablo. Tanto por haber sido alumno durante más de veinte años como por haber ejercido de profesor por más de cuarenta compaginando incluso la doble condición de profesor-alumno por no menos de diez años.

Tengo buena memoria incluso de los tiempos remotísimos en que comencé con terror mi etapa discente con los cuatro años aún no cumplidos y me sentía abandonado en manos de unas monjas distantísimas que me exigían orden y silencio al mismo tiempo que un avance inexorable en el campo de cartillas y dictados y en la memorización de un incomprensible catecismo implacablemente cubierto de dogmas misteriosos y una moral diseñada para forjar adultos de conciencias inmutables.

A partir de los siete años cambié de Colegio para entrar en contacto –o colisión- con una nutrida clase de profesores-frailes y una escasa dotación de profesores-seglares. Mi clasificación en buenos y malos se basaba más en una percepción primaria oscilante entre opresión y libertad. Curiosamente no se basaba esa percepción en la dureza de los castigos que menudeaban por doquier y que los alumnos aceptábamos estoicamente como parte indiscutible a la sazón de nuestra condición de alumnos. Había profesores que preguntaban la lección con una regla cerca de nuestras palmas extendidas para golpearlas inmisericordemente al menor fallo o dilación en la respuesta y, sin embargo, no pesaban como otros que destilaban algo incomprensible que a esta distancia de tantos años casi me atrevería a tachar de odio disfrazado de dureza destinada más a domar que a educar. Esos profesores prácticamente no hablaban más que para hacer preguntas que jamás se repetían, para clavar silencios como agujas que te dejaban el sabor de ser una piltrafa al lado de la indiferencia con que te permitían existir.

Los profesores buenos te dejaban levantar la mano, preguntar, intervenir y manifestar una cierta dosis de tus propias opiniones. En su presencia ningún error era desastre ni ningún fallo era excomunión lo mismo que ningún éxito era privilegio ni ninguna alabanza era carta blanca para dormirse en los laureles.

Aunque el paso de los años hasta niveles universitarios iba inclinando la balanza del lado de la sabiduría del profesor más que de su rigidez siempre quedaba la excelencia de los profesores que destilaban convicción y humanidad al lado de su ciencia y, con ello, iban dejando un surco amable de raíces fecundas.

Al comenzar mi etapa de profesor sin haber acabado la de alumno las tornas se cambiaron: uno, naturalmente, siempre quiso ser un buen profesor. Pero es muy diferente serlo desde la responsabilidad de atender a las necesidades de todos los alumnos que desde la tentación de olvidarse de los más difíciles. Aquí la realidad siempre es mucho más dura que la buena voluntad y sólo cabe el esfuerzo continuo por no olvidarse de mirarse con los mismos ojos de todos los alumnos que te miran.

Y puedo asegurar que no hay mejor opción que la de no olvidar nunca, mientras se enseña, la mirada que se tuvo mientras se aprendía.

Y reconocer que no hay profesor que no tenga mucho que aprender de sus propios alumnos.

Pero de eso más en otro momento.

32 Comments:

Blogger Carz said...

No hay persona que no pueda aprender de cualquier otra, aunque sólo sea lo que no debe hacerse.

Pero para aprender hay que estar dispuesto a ello, al igual que para enseñar.

Un abrazo

23/5/07 5:04 a. m.  
Blogger Chalá perdía said...

Conecto con tus recuerdos, aunque no sean demasiado parecidos, sí tienen la misma esencia.
Ayer hablábamos de eso los compis. Seguimos sin interné y estamos haciendo un campeonato de buscaminas.
-Estos son las únicas operaciones lógico-matemáticas que entiendo -decía yo de coña- porque tuve un profesosr que preguntaba la tabla y soltaba hostias encorajadas a quien no tuviera la respuesta automática...
Todos recordamos a los que fueron buenos profesores.
A veces pienso que si ahora volviera a encontrarme por casualidad con uno de esos psicópatas que también los hubo, disfrutaría devolviéndoles un poco el mal que han provocado en niños inocentes y les haría pasar un mal ratito...

También estoy en esa época ahora con Muñoz Molina y su viento de la luna, él siempre me hace bucear por los recuerdos.

Cuídate...

23/5/07 7:26 a. m.  
Blogger Leuma said...

Aprendo enseñando. La mejor forma de asimilar algo es tener que explicarlo luego transformándote en una ventana al mundo, al conocimiento. Enseñar y educar a la futura sociedad...cuánta responsabilidad! Un beso

23/5/07 9:21 a. m.  
Blogger Caminante said...

Mis primeros recuerdos escolares son, como tú, con 4 años, de espaldas a la pared, junto al resto de los compañeros y esperando muerta de pánico la pregunta odiosa tras la que vendría la hostia segura. Era una escuela "no religiosa" pero tampoco buena -duró poco-
En cuanto a "mis recuerdos malos" no te preocupes, no lo son, porque no salí mal librada, y todos forman parte de mi bagaje.
Un beso PAQUITA

23/5/07 9:32 a. m.  
Blogger Margot said...

Tengo recuerdos de ambos bandos, también, no fui profe pero daba clases cuando era estudiante y luego a mis sobris, muchos sobris jajaja. El mejor profesor coincidía con el mejor alumno: aquellos que me enseñaron a cuestionar, aquellos que me cuestionaban. Todo depende de la asignatura, claro, pero habría que enseñar a pensar, y se puede hacer, antes que enseñar a aprender...

Viste Lugares Comunes de Aristarain? creo que te gustaría, Ybris...

Un beso.

23/5/07 10:56 a. m.  
Blogger MentesSueltas said...

Hermosas letras, quedo reflexionando. Interesante tema.
Entrego un abrazo desde el frío de Buenos Aires.
MenteSueltaS

23/5/07 12:04 p. m.  
Blogger Joan Torres said...

A pesar de haber dado en varias ocasiones con maestros que me aislaban por insulso y aburrido, tengo un extraordinario respeto por vuestra profesión. Y un hondo afecto.

Buenos, malos.... ¿según quién, según qué o en qué momento?

Como bien dices, nuestros parámetros para valorar un trabajo tan complicado van variando según avanza la vida.

Según maduramos, vaya.

23/5/07 12:30 p. m.  
Blogger UMA said...

Pasa el tiempo y uno recuerda un par de todas las decenas de maestros que ha tenido...
Mi recuerdo està ligado a aquellos que han tenido muestras de afecto conmigo, coincidentemente he sido mejor alumna en esos casos, e iba con gusto a las clases, casi sonriendo:)
Un abrazo Ybris, un gusto leerte, como siempre, me hacès viajar.

23/5/07 1:30 p. m.  
Blogger Carz said...

Amigo Ybris,
no estoy del todo de acuerdo con la definición de esperanza que has hecho en tu comentario.
Creo que la esperanza es más la "previsión" de que nos suceda lo "improbable" que el deseo de que nos suceda lo imprevisto.

Un abrazo previsto por probable, y probablemente previsto, pero no por ello menos sentido.

Carz

23/5/07 3:09 p. m.  
Blogger Maitena said...

Mis años en la escuela no fueron muchos pero algún recuerdillo guardo de las maestras que tuve, maestras…nunca maestros, monjas… nunca frailes. Pero no son malos recuerdos, creo que la maestra con la que mas me encariñe fue la ultima, Doña Angelita.
¿Profesores buenos o malos? Yo creo que es lo mismo que si yo dijese… ¿costurerillas buenas o malas? Pues eso…un buen profesor es como un traje cosido con esmero, siempre sienta bien, pero si no te gusta coser el trabajo queda como una piltrafa…ufff creo que no es un buen ejemplo, pero ya esta escrito y escrito queda.
Esta mañana no me ha dado tiempo de comentarte, acaba de recoger tu beso…te dejo otro para ti.

23/5/07 4:42 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No enseña el que quiere sino el que puede...

Y yo creo que el que más enseña es precisamente el que menos lo pretende.

Un beso.

23/5/07 7:58 p. m.  
Blogger Patricia Angulo said...

Yo de lo que estoy recontrasegura es de que si en la otra vida tengo opción de elegir colegio, me apunto en donde vos estés :)

¡¡¡¡Yo era buena alumna!!!!!

(sonó a olfa, chupamedias o como quieras llamarle a los alumnos que les gusta quedar bien con los profesores, ajajajaj!!!)

Besos

23/5/07 9:16 p. m.  
Blogger peregrina said...

Aquí una profesora...que aprende todavía de los alumnos, hasta cosas que no confesaré nunca.
Un abrazo

23/5/07 9:53 p. m.  
Blogger Dulcinea said...

...No puedo estar más de acuerdo...Siempre es importante hacer un gran ejercicio de empatía, y además la vida es un comtinuo aprendizaje...¿o no?...

un saludo

23/5/07 10:12 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Como en todos los colectivos, hemos encontrado en el de los profesores de todo.

Lo malo, he procurado olvidarlo, aunque para ser sincera no he percibido apenas situaciones negativas, lo bueno,me obstino en traerlo a la memoria para "cargar pilas".

De todo, me quedo con aquellos que contagiaban pasión, entusiamo, con aquellos que no nos daban respuestas y sí nos hacían preguntas, con aquellos que, como nosotros en esas edades, parecían seguir asombrándose por la vida.

Un abrazo

23/5/07 10:13 p. m.  
Blogger Fernando said...

Siempre en el recuerdo los buenos profesores...esos que te han enseñado la materia y algo de la vida...un abrazo..viejo profesor..

23/5/07 10:15 p. m.  
Blogger DaliaNegra said...

Odié las mates porque los profesores que me enseñaban me daban miedo, y con miedo es imposible pensar coherentemente...
Y amé la química porque me enseñaron a amarla,lo mismo que a la música y la historia.
Ojalá hubiera topado con alguien como tú en mis asignaturas odiadas.
Un beso, Ybris.

24/5/07 2:17 a. m.  
Blogger Mamen Alegre said...

Señor profesor, estoy segura de que usted fue de los buenos.
Mis recuerdos se remontan a la EGB porque en esta etapa estuvieron los profesores mas entrañables de mi vida, también los hubo malos, a una pequeña parte de ellos los veo aún por mi antiguo barrio paseando, y me producen una ternura indescriptible.

24/5/07 8:39 a. m.  
Blogger Hipatia said...

Hola Ybris:
Me ha gustado mucho el post. También guardo unos recuerdos incómodos, en sepia (curioso; a cuántos de mis generación estoy conociendo que recuerdan en sepia, no me refiero a tí, que no lo mencionas).
La post-guerra fue una época dañina. Nunca llegaron a tocarme con la regleta en el colegio (tampoco la vi cerca de nadie), aunque los educadores usaban un látigo que dejaban heridas más duraderas que las rojeces en la piel o el orgullo maltrecho. La coacción era constante; y la inoculación de malas ideas disfrazadas de bondades.
Fue una época horrible, de luces agónicas a 125 voltios y música sacramental.

No soy profesora y mi experiencia se limita, únicamente, a mis hijas: he estudiado con las dos (se llevan 13 años), por varios motivos:
-Por sacarlas de la soledad que asola al estudiante en su mesa, mientras en el resto de la casa la vida continúa...
-Por mostrarles otras fuentes sobre los temas que abordaban...
-Por mantener y adquirir los mismos conocimientos, lo cual nos unía en conversaciones y facilitaba el ayudarlas en momentos de fatiga...
-Porque al final le cogí el gustillo a seguir estudiando, puesto que ahora, en el colegio se estudian más cosas que antes...
-Por muchos más motivos...

Por lo tanto (en mi humilde opinión de persona poco entendida), creo que para ser un buen profesor, los niños y estudantes en general tienen que importar al enseñante, porque con cada enseñanza se les está haciendo una entrega de sí mismos.

Bueno, supongo que cada maestrillo tiene su librillo.

Ha sido un placer pasar por aquí.
Gracias Ybris... y a los comentaristas.

Saludos desde la Enterprise.

24/5/07 2:05 p. m.  
Blogger Simplemente Olimpia. said...

Sabes, (siempre) leo dos o tres veces tus palabras, en la primera lectura me aproxímo, intento acercarme, en la segunda reflexiono y en la tercera me evado en un vuelo tranquilo.
Contarte que tuve y tengo tantos profesores como buenos y malos, sería tedioso y aburrido para ti.
He conocido y sufrido pocos doctos y duchos en pedagogía, pero grandes seres humanos, del nefasto, ni me acuerdo, es preferible olvidarlos.
Del aprendizaje sé algo, estuve y estoy a ambos lados de la mesa, y te aseguro que cada día aprehendo y aprendo más de lo que sigo enseñando, formando...yo simplemente acompaño al alumno de ahí que mi riqueza sea cada día tan superlativa como este relato.

besos...sin amaestrar y amaestrados.

Olimpia.

24/5/07 2:05 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

(Disculpa: incluí el comentario en otro texto).
Deberíamos diferenciar entre profesor y enseñante: siempre he creído que no es igual ejercer por tener un título que por querer instruir. Es difícil que un buen maestro tenga malos discípulos, pero de eso siempre sabrás tú más que yo.
Me pregunto qué nos empujaba a aprender cuando la letra entraba con sangre...
Chapeau, maestro!.

24/5/07 4:37 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Saber que en todo momento y de todo el mundo se puede aprender es lo que verdaderamente importa.
La clasificación de a,b o c siempre es tan subjetiva y errónea.
Y la memoria y los recuerdos tan engañosos ;-))

Besos

24/5/07 5:04 p. m.  
Blogger Luisamiñana said...

Totalmente de acuerdo, y también con lo que creo que es el resumen de lo que expones tan sabiamente: el buen profesor debe dejar esa huella de humanidad y convicción, y nunca debe olvidar con qué ojos, con qué oidos, con qué manos buscaba cuando aprendía. Pero eso sirve un poco para la vida misma, ¿no?

Besos, besos.

24/5/07 7:47 p. m.  
Blogger libertad said...

Siempre intento mantener eso presente. Lo que pensaba cuando yo estaba sentado en el otro lado. Sí. Pero a veces con el tiempo, veo que me cuesta más. Pero lo seguiré intentando desdeluego. Gracias profesor por sus experiencias.
Un beso fuerte

24/5/07 11:01 p. m.  
Blogger El Bosco said...

Pues llevas mucha razón. Yo también he pasado por los dos estadios y sé que es así. Y los profesores tenemos muchísimo que aprender de los alumnos. Yo lo que más lamento es el desinterés, pero contra eso sólamente cabe un entusiasmo feroz.

25/5/07 1:26 a. m.  
Blogger Patricia Angulo said...

Ybris, ya te responderé en mi blog cuando pueda hacerlo, pero he venido llevada por la emoción luego de leerte, a decirte gracias amigo, por esa sabiduría que encuentro siempre en tus palabras.

Mi abrazo.

25/5/07 1:38 a. m.  
Blogger Enrique Sabaté said...

es dificil ser un buen profesor. muy dificil.

25/5/07 1:38 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Chapeau ¡¡¡¡

C.A. Makkkafu.

25/5/07 12:50 p. m.  
Blogger mirada said...

Eres genial. Agradecida siempre de encontrar tu espacio, agradecida siempre de todas las emociones, del disfrute que nos haces sentir al leerte. Gracias por estar. Gracias por ser. Un abrazo enorme.

26/5/07 7:57 p. m.  
Blogger amandine said...

yo siempre aprendo de ellos, para seguir enseñando desde la comprensión y la humildad.
Es difícil ser un buen maestro.
Pero es maravilloso y reconfortante saber que lo que enseñas lo haces desde el corazón.
No hay más ley que la de seguir aprendiendo para ser un buen docente.

Me gusta aprender enseñando.
y viceversa.

un beso de profe.
un sueño de alumna.

26/5/07 9:06 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Precioso texto. Magnífico blog.
Admirable el trabajo del maestro. Es verdad que han cambiado los tiempos, pero en mi caso siempre he considerado fundamental el respeto y más en este tipo de relaciones (y lo dice una particular experiencia en amoríos y pasiones consumadas entre profesor y alumna...pero ese tema dejémoslo para otra ocasión)

Besos de primeriza en tu espacio.

31/5/07 10:39 p. m.  
Blogger manuel_h said...

con más o menos los mismos años de alumno que tú, y alguno (pocos) menos de profesor, coincido al cien por cien con estas apreciaciones.

un abrazo

3/6/07 8:18 p. m.  

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