De despedidas
La vida se nos muestra como una sucesión de encuentros y despedidas. Nadie tema. No quiero mostrarme tristemente transcendental sino serenamente reflexivo. Tradicionalmente unimos el gozo al encuentro y la tristeza a la despedida, pero si alguna experiencia da la década de los sesenta (nadie tema de nuevo: ya he dejado de ser profesor y he pasado de nuevo a ser alumno) es que algunos momentos que dolieron como desgarro profundísimo han ido cicatrizando con el tiempo hasta hacerse lugares importantes donde el recuerdo descansa y reconforta.
Recuerdo un verano en otros tiempos en que la invasión de domingueros motorizados o presuntos incendiarios no impedía acampar en cualquier lugar del bosque sin más trámite que notificarlo en el pueblo al que dicho lugar pertenecía.
Así pasamos quince días mi mejor amigo por entonces y yo agotando los momentos de íntimas confidencias hasta que una fecha inexorable le habría de exigir a él marchar a otro continente y a mí al otro extremo del país. Llegado el día de separarnos caminamos en silencio por las crestas de la sierra hasta que él bajó por un lado en busca de la estación de tren que le llevaría lejos y yo seguiría aún una semana en mi tienda de campaña más solo que nunca hasta entonces.
En la soledad profundísima del bosque y entre atronadoras tormentas de verano leía a Rilke y anoté algo sobre su poema:
“Wie hab ich das gefühlt was Abschied heisst…
Cómo sentí lo que es la despedida
y cómo lo sé aún: fosca liberación
de un algo gris que muestra una vez más
algo bello y lo toma y lo desgarra.”
Yo no escribía poesía entonces, pero cuando empecé a hacerlo y ya había quedado todo en paz y cada uno enfrentado a sus propias convicciones reviví aquellas sensaciones y escribí:
Cuán deleznable o plena o inasible
la vida despedaza cuanto, ansiado,
apenas poseído, ya ha pasado
sin dejarnos su ser inasequible.
Qué hay en ti realidad que es imposible
clavarte densa o fiel en el costado.
Perfecta llegas, sólida a mi lado
y en mí te me deshaces a invisible.
La misma mano que alzo por tenerte
muda en vaivén su signo de firmeza
y en adiós el abrazo con que empieza;
raudo apenas vivir entre la muerte.
Densa neblina el paso de la vida:
hondo desgarro de la despedida.
La vida separó a los dos amigos sin remedio y la distancia se encargó de dejarnos el lado más amable de lo que compartimos.
Desde entonces aprendí que las despedidas son tan inevitables como necesarias para encontrarnos.
Y también que las aborrezco profundamente.
38 Comments:
Uy!!! No estarás pensando en despedidas?...
Es cierto, las despedidas sólo se soportan con la esperanza del encuentro futuro...
Todos tenemos en nuestra vida despedidas que dejaron huellas , las que tengo en mi memoria de antaño ya no las guardo con tristeza sino con nostalgia de tiempos que a veces no supe retener, las mas cercanas ya no duelen del mismo modo, es cosa de la edad que incluso a las despedidas te acostumbras y las afrontas con las lagrimas escondidas y como dices…yo también aborrezco las despedidas.
Un abrazo muy fuerte…no de despedida…de, hasta luego amigo
No en vano de lo primero que enseñamos a decir a los niños es "adios" en dos versiones: abriendo y cerrando la manita o moviendola de un lado a otro.
Claro que aprender a mover la mano no es sinónimo de saber despedirse a juzgar de lo que lloran los niños cuando aún moviendo las manitas lloran en las despedidas.
No sé si esto que nos dejas aquí es una despedida formal del blog o sólo una reflexión...si que me parece que la vida esta llena de estaciones de tren, en ellas nos encontramos durante un tiempo e incluso llegamos a hacer amigos y a amar deseperadamente esos segundos en que has visto pasar quien podría ser un amor más de tu vida...luego el tren busca nuestros destinos o nos enfrenta a despedidas...espero que sólo sea una reflexión....porque creo que siempre estarás con nosotros...un abrazo.
¿Puedo preguntar qué fue de vuestra amistad? Es decir ¿hay amigos que nos acompañan hasta la vejez? Porque a mí se me han ido cayendo casi todos por el camino.
No hablo de despedida del blog. De momento me encuentro por aquí muy a gusto con todos vosotros. Hablo de las despedidas en general a partir de un ejemplo real de hace ya 35 años.
Mantuvimos contacto durante varios años, pero la distancia y el tiempo son implacables y ahora ya no sé casi nada de él.
Lo cual no obsta para que su recuerdo haya sido y sea algo muy importante para mí.
Confío en que a él le haya pasado lo mismo.
Despedidas que rompen alma y corazón y que no siempre son las que el desamor provoca. Las huellas de la amistad nunca se borran, sea la distancia o el malentendido el que las deje... ójala hubiera perdido a March por cruzar el charco!.
He tenido la suerte de recuperar el contacto con un viejo amigo de hace 18 años. Después de tanto tiempo, cuando nos encontramos fue como si no hubiera pasado el tiempo. En pocos minutos nos contamos cosas que no contamos a casi nadie.
He tenido reencuentros con otros amigos después de varios años, y todo seguía igual. Y tengo la convicción de que seguirá sucediendo.
¿La razón?
Pues creo que es que estaba en nuestra naturaleza ser amigos, y eso no cambia.
Un abrazo, con toda naturalidad.
Yo tengo una amiga - y digo "tengo", aunque hace algunos años que no la veo ni sé de ella-, que ya, cuando teníamos 16 ó 17 años, me dijo que que si alguna vez para seguir adelante nos teníamos que dejar de ver, no pasaba nada en el fondo; la vida tenía que continuar y nosotras siempre tendríamos un lugar donde encontrarnos. Hay gente con la que efectivamente es así. Ella por ejemplo. Con otros las despedidas son más abruptas y abisales. Pero como tú, creo que el tiempo nos da serenidad para apreciar lo que hubo de bueno o de especial. Y eso está siempre presente, aflora en cuanto se rasca un poquito.
En cuanto a despedirse, yo procuro no hacerlo. Siempre evito formalidades al respecto. Si le quito solemnidad, me parece menos despedida. Y siempre digo hasta luego.
Un beso
Es cierto que la vida a veces es neblina, que las despedidas desgarran , y que los amigos pueden perderse con la distancia. También es posible que la neblina desaparezca, que los amigos se reencuentren(lo has intentado?)y que la distancia no sea obstáculo grave, una vez montados en avión qué más dá hacia dónde tire, si es cerca o lejos. Creo que hay personas que permanecen en nuestra vida y la despedida sólo queda como anhelo del reencuentro, un beso
Menos mal que se me dio por hurgar entre los comentarios, porque lo primero que te iba a preguntar era si nos dejabas!!!!!!!!
Ufff qué alivio!!
Odio las despedidas, no las soporto, me desarman, las detesto cada vez mas.
Besos y no te vayas porfis!
Odio las despedidas.Duelen.
Pero es hermoso y verdadero tu poema,y hermosa la historia.Besos***
Cómo no odiarlas? cuando se producen y cuando las recordamos pasado el tiempo y nos dejan esos agujeritos de ausencia.
He tenido pocas de esas despedidas, a lo sumo dos, pero entiendo lo que cuentas: recuerdo a esas personas y llevan el lado más amable de mi vida, aún ahora.
Un abrazo, señor Ybris, y gracias por recordármelo!
Eso es, a veces se hacen necesarias. Sí, he de creer que sí. Creo más bien que sí. Pero yo también las aborrezco profundamente, profundamente. A veces, casi me invento un nuevo comienzo para no pasar el fin o el desencuentro.
Espero que no tengas en la cabeza, lo que por la mía lleva rondando ya desde julio...
Un beso muy fuerte, y, por favor, no te vayas sin dejar migas muy claras, que yo cada día soy más cegata, y en este mundo virtual he sufrido ya muchas ausencias.
mis despedidas son para siempre, en el sentido de que son eternas...nunca acabo de despedirme:-)))
que tiempos aquéllos en que se podía acampar libremente en cualquier esquina del monte!
Cuando leo este blog me siento como el niño que escucha al anciano hablar junto a una ventana negra en donde se refleja la lumbre. Da un calor reconfortante que invita al silencio y la reflexión.
Eres un buen alumno eso sin dudarlo.
Emotivo tu texto y me repito para variar,es grato leerte.
Besos
Hoy le decìa a alguien que tengo una temible facilidad para despedirme de la gente y/o de las cosas...
Serà porque sè que nunca uno se va del todo de ninguna parte.
Serà porque las despedidas siempre propician nuevos encuentros.
Serà porque ya me acostumbrè a las despedidas.
Serà que no se, pero no importa.
Van besos oleados muy primaverales, querido Ybris.
le creo
y porque le creo creo
y sé que todo pasará y que no debo asutarme
he vuelto, búsqueme.
un beso enorme.
El sentido de la posesión es el que nos hace respirar rápido y superficial ante una despedida.
Y existe un mecanismo compensatorio en un rincón del alma que nos ayuda a sacar algo bueno de lo que nos hizo daño. Cómo tu bien dices, "A esto, se le llama vivir" .
Gracias por estar ahí, es un lujo leerte.
Besos :)
Las despedidas siempre son desagradables, aunque con estás te quites el lastre.
Besos
No me gustan las despedidas, más bien las odio.
Sí, como dices, supongo que serán necesarias. Pero fastidiosas. Algunas, se nos clavan como cuchillos en el alma.
Siempre me da pena decir adiós. Mucho mejor decir bienvenido.
A ti, siempre hasta pronto. Mañana vuelvo. Un beso.
...No odio las despedidas, porque siempre recuerdo que cuando realmente lo deseemos, quizás pueda acontecer, la belleza de las amplias sonrisas llenas de anécdotas y buena voluntad, de los reencuentros...aunque siendo un poco realista, a veces en que mi optimismo flaqueó, fueron mismo francamente enojosas, las despedidas...
Un Abrazo querido profesor...
Carlos
Hola, adios...buenas, hasta luego...la vida es un ir y venir constante, todo se mueve, nada permanece, el tiempo...y lo único que perdura (y a veces tampoco) son los recuerdos.
Espero que podamos escucharte durante mucho tiempo!
Realmente son asquerosas. Pero hay que ausmirlas. Será por eso que "infantilmente" nunca digo adiós, sino hasta luego. Absurdo lo sé, pero me ponen de mal café.
Besazos
de las despedidas sólo espero no saber que son para demasiado tiempo.
un abrazo
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