El profesor (y cuarto)
Por fin, un día sucedió. A finales de mayo salí veloz como una centella por la ventana cerrada con una nostálgica tristeza en mi corazón. Por aquel entonces sabía ya que no era un bromista sino un soñador, que mis bromas eran en serio y que mi risa era el recurso tímido del bufón. Quienes no comprendieran su inmensa verdad sonreirían al menos por estar "ben trovato". Quería degustar la tristeza de mis recuerdos desde la sombra de una nube negra ingente. Un poema se me venía como una flor de un mundo añorado. Primero un verso:
"Dejé flotar un beso en mis entrañas..."
Rechacé la impertinente palabra "pestañas" que acudía como una pegajosa moscarda veraniega al pensamiento y pensé, sentí... mientras el latido rítmico de mi corazón se acoplaba al acento de la sexta y décima sílabas del endecasílabo y un tropel de palabras intentaba desvelar mi visión onírica desde arriba: sueño, pena, plomizo, solitario... río, océano, losa, interminable... estrellas que claman desde lo alto...
“Y yo, sin protección en mis oídos,
perdido en un encanto de sirena,
gemía contemplando desde arriba
el reflejo en la bruma de las piedras....
Sí, quedé atrapado en el asonante y el endecasílabo y ya no quería volver. ¿Cómo iba a explicar, hacer sentir que la pena es un eco de espacios vacíos y que las estrellas son un beso de los ojos de quienes nos miran...?
Acabé la poesía de memoria: ...
“Soñaré desde arriba mientras pueda
y, cuando ya no pueda, diré, fija
mi mirada en el rostro de la muerte:
Quédate los latidos de mi vida,
mas no te dejaré cuanto soñé,
sueño de madrugada desde arriba.”
Cuando volví, me costó entrar. Ya pasaba un minuto de la hora de salida al recreo y el profesor seguía, sordo y ciego a la lógica impaciencia de los alumnos, con un asunto acerca de un trabajo para el periódico mural en el que yo no sentía el más mínimo interés. Me encontraba tremendamente incómodo pero, haciendo un esfuerzo, dije: "Apuntad para mañana dos ejercicios sobre descomposición en factores primos". El profesor acabó lo del mural y repitió después lo dicho con mucho más convencimiento del que yo había podido transmitir. Luego salió a vigilar la tumultuosa salida de los alumnos al patio, mientras yo me sentía arrastrado tras él. Decididamente no había encajado bien esta vez en mi cuerpo. Algo así como si el zapato del pie derecho estuviera en el lado izquierdo o si hubiese metido la mano en un guante de cuatro dedos. Traté de acoplarme mejor, pero fue todo inútil. Mi cuerpo se sentía decididamente autónomo. Todos los ritmos vitales parecían pendulares. Un rato veía una cosa y algo después, otra. Encarna me pidió permiso para subir a clase, pero cuando quise contestar que sí, que subiera, el profesor le dijo que siguiera abajo. Pero, ¿no veía que era verdad que necesitaba subir? El profesor regañó a Alfonso con enfado, a pesar de que estaba claro que la culpa era de Alicia . Me fijé en lo bonito de la risa estruendosa de los niños jugando y lo bien que lo estaban pasando empujándose mientras el estúpido del profesor parecía no darse cuenta de nada y no paraba de decir a los niños que no gritaran. ¿No se daría cuenta de que el que más gritaba era él?
Tras el recreo decidí estar fuera la hora restante, pero no me fui lejos. Ni siquiera me atrajo la tentadora idea de extender el día de reflexión previo a todas las elecciones al trimestre anterior a ellas. Me quedé mirando al profesor desde fuera de la ventana con una extraña sensación de desagrado. Se alargaba insufriblemente en las explicaciones y su tono era totalmente artificial. No parecía fijarse en absoluto en la despreciable fealdad del número 25'015 y la imperdonable inutilidad de multiplicarlo por 7'21, aunque fuera con el pretexto de completar los ejercicios de la página 72.
De repente ya no pude más. Como en un arrebato de locura volví a mi cuerpo con el sigilo habitual y corté la explicación abruptamente. Un torrente de palabras acudió a mi boca y comencé: "¡Disculpad! Hay un grave error de base en lo que os estaba diciendo. Los números sólo sirven para contar las cosas que nos encontramos y no vamos a seguir adelante hasta que halléis números que signifiquen algo: la distancia entre la tierra y el cielo, el peso que nos impide volar, la diferencia entre el pobre y el rico..."
Pero nadie pareció reaccionar. Me paré a respirar y seguí oyendo la monótona voz del profesor: "Tres elevado a cero es uno. ¡No seas bruto!" Esperé algo más por si el desfase habitual hubiese ido en aumento, pero no oí las palabras que tan vehementemente había pronunciado. Volví a tomar la palabra y ordené: "¡Cerrad los libros! ¡Cerrad los ojos! Vamos a contar en silencio los pétalos que le quedan a una flor cuando nadie la mira. Vamos a surcar los aires para contar las estrellas que pueden reflejarse en una lágrima..."
Fue inútil. Ni siquiera tras cinco minutos de espera pude oír mis palabras. Me pareció escuchar algo acerca de las potencias de base negativa y exponente impar... y ya me callé invadido de una gran pena.
Poco ante de acabar las clases conseguí que el profesor mirara al mismo tiempo que yo a la sierra lejana y tarareamos juntos el "Va pensiero" mientras ese pensamiento lanzado sobre alas doradas para posarse ”sui clivi e sui colli” sonaba a triste despedida.
Luego salí otra vez, ya sin ningún cuidado, pero nadie pareció fijarse en mí. Ni siquiera me importó ver a Carlos escarbar un agujero en la mesa con la punta del compás para poner dentro el chicle que mascaba disimuladamente.
Ya no regresé. ¿Para qué? El profesor siguió con sus clases como siempre, incluso algunos alumnos decían que era buen profesor. ¿Qué sabrían ellos, los muy pelotas?
Algunas veces me asomaba a la ventana durante los últimos días del curso para ver el denodado esfuerzo del profesor por sembrar semillas incomprensibles en el agua y arar surcos en el aire que se habría de llevar el viento de un mundo reseco. No le odiaba. Sólo le compadecía. Fuera del Colegio parecía ser algo más razonable, pero no me fiaba demasiado.
Únicamente aprovechaba los ratos de la madrugada para volver con él un ratito y escuchar juntos música, leer poesía, escribir cualquier tontería o extasiarnos ante algún paisaje.
Él seguía creyendo con Machado que hablaba con el hombre que siempre iba con él.
Lo que no sabía era que el hombre era yo.
Quizás algún día se lo diga.
21 Comments:
Os haré una confidencia porque para eso os considero amigos comprensivos: En realidad nunca he renunciado durante el día al que aún lucha hasta el agotamiento por esa gente menuda a la que en el fondo ama perdidamente como a victimas o éxitos de la estupidez o cordura de los mayores. Día a día le cuento de madrugada al profesor que, como él puede recordar de los profesores que tuvo cuando era pequeño, lo que enseña no es lo que dice sino la porción de su alma que arrastran sus palabras al decirlas.
Prueba de que él aún me cree es que sabe que volvería a repetir el camino andado si tuviera que regresar a aquel lejano 1965 en que empezó a enseñar con unas clases de griego a alumnos siete años menores que él.
Y organizaría otra vez con ellos en clase aquella fiesta por la que casi le expulsan el día que aprendieron todos de memoria los versos de Safo: “élzes, égo dé s’emaióman, /ón d’épsyxas éman fréna kaioménan pózoi.” Llegaste, yo te buscaba, / y has refrescado mi alma que ardía de ausencia..
Por eso firma conmigo cuanto ahora dejo dicho.
No se ni que decir, luego releo mas pausadamante... el final ha superado las anteriores entregas.
Hago mío el verso de Safo para ti.
Llegaste, yo te buscaba, / y has refrescado mi alma que ardía de ausencia..
Besos
Té frío, retardo temporal y alma compungida. Ojos llorosos, como esa vez que cierras la contraportada de un libro con una mezcla de tristeza y perfecta perfección de lo acabado, por fin y por desgracia...
Me voy tarareando el va pensiero que ha sustituido en mi cerebro al himno fallero...aunque aún escucho eso que canta... "per culpa teuaaaaaa tinc el cor encés en flameeeesss"
Besos maestro...al profesor también, pobret.
Un brazo al viejo profesor y otro a mi amigo poeta...en el silencio de nuestras palabras se esconden a veces los versos más hermosos...
Sabes una cosa? Daría lo que no tengo porque al menos les hubieras dado una única clase a cualquiera de los míos. Añoro a los profes como tú, tuve algunos, pocos, pero que dejaron huella...ahora...ahora aunque los hay excelentes, el sistema los relega a tristes funcionarios lo que no deja de ser una tremenda putada(perdona la grosería)
Un beso
Ahora entiendo mejor que nunca el por qué de los encuentros y los desencuentros con uno mismo.
Me encanta el final del relato.
Muchos besos, Ybris.
El profesor debería enseñar lo que los alumnos quieran aprender. Y digo quieran y no deban porque la magia de un profesor radica en transformar el deber en placer.
La explicación de esta evasividad recíproca, quizá esté en el nulo convencimiento con que se acatan planes y leyes de educación raros como un pekinés tocando las castañuelas.
Ese final ha sido un vuelo magnífico.Y agridulce...
Afortunados tus alumnos.Y nosotros.
Muchos besos, amigo Ybris ***
Besos por cinco.
Notable tu relato, me ha gustado mucho, se intuye sincero, es bello, agradecida de tus letras te dedico este poema de Wislaxa Szymborska:
CÁLCULO ELEGÍACO
Cuántos de los que he conocido
(si de verdad los he conocido)
hombres, mujeres
(si esta división sigue vigente)
han atravesado este umbral
(si esto es un umbral)
han cruzado este puente
(si se puede llamar puente)
Cuántos después de una vida más corta o más larga
(si para ellos en eso sigue habiendo alguna diferencia)
buena porque ha acabado
mala porque ha acabado
(si no prefirieran decirlo al revés)
se han encontrado en la otra orilla
(si se han encontrado)
y si la otra orilla existe.
No me es dado saber
cuál fué su destino
(ni siquiera si se trata de un solo destino,
y si hay todavía destino).
Todo
(si con esta palabra no lo delimito)
ha terminado para ellos
(si no lo tienen por delante).
Cuántos han saltado del tiempo en marcha
y se pierden a lo lejos con una nostalgia cada vez
mayor
(si merece la pena creer en perspectivas).
Cuántos
(si la pregunta tiene algún sentido,
si se puede llegar a la suma final
antes de que el que cuenta se cuente a sí mismo)
han caido en el más profundo de los sueños
(si no hay otro más profundo).
Hasta la vista.
Hasta mañana.
Hasta la próxima.
Ya no quieren
(si es que no quieren) repetirlo.
Condenados a un interminable
(si no es otro) silencio.
Ocupados sólo con aquello
(si es sólo con aquello)
a lo que los obliga la ausencia.
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Un abrazo.
C.A. Makkkafu.
La autora del poema es WISLAWA SZYMBORSKA (sorry se me coló una X)
Bienhallado, profesor...
Nos hemos saltado el prima non datur, et ultima dispensatur..he llegado a tiempo a su lección magistral...¡¡
Un beso,
Ofelia
Que nos gustas, ya lo sabes.
Pero hoy quería decirte que cada día un poquito más.
¡Por ti!
Me sorprendes, no te achicas, te retas, escribes de todas las maneras, y siempre bien... Gracias por el texto y por las confidencias.
Muchos besos
Oh mezcla de contradicción y desdoblamiento de personalidad!, no aterrices nunca y conviértete en Pepito Grillo del maestro... Quisiera como tú, saltar del tren en marcha y recuperarlo en las estaciones imprescindibles.
Besos, magíster.
y eso. Mil reverencias y un abrazo muy fuerte. Me ha emocionado este final.
Tú bien sabes que por lo menos una buena parte de los alumnos "sabemos saber" cuando vienen juntos el profesor y el hombre que siempre va con él. Y siempre es ése hombre el que te enseña a amar lo que el profesor cuenta, el que te enseña a querer crecer en emociones y en conocimientos.
Con algunos de ellos a los alumnos siempre nos ha gustado arriesgarnos, porque ellos se arriesgan por nosotros.
Gracias, pues, profesor a ti y a todos ellos.
Te acabo de descubrir, por una entrada tuya en animal político, este relato es un lujo, cuentas estupendamente que somos algo más de lo que lo que vemos, de lo que se ve. Y bueno, que siempre he pensado, que bendito el profesor que sabe estimular a los alumnos, que les impulsa a amar el conocimiento, bendito.
Gracias por tus palabras. PAQUITA
cuanto daría por tenerte de profesor de griego siete años mayor que yo!!
un beso muy fuerte, y mi enhorabuena por albergar a tan buenas personas dentro.
Seguro que tú eres de los profesores que transmiten esa porción del alma a través de las palabras que dices.
Me voy en silencio degustando este final que me llena de reflexiones.
Muy buen texto has hilado. Te felicito.
Abrazos.
A Ybris que me ha emocionado hasta las lagrimas con su ultima entrega y al profesor que va con el:
Aplausos!!!!!
La verdad que has escrito delicias todo este tiempo, pero estas cuatro entregas me has maravillado por completo, te has pasado!!
Yo creo que muy intimamente el hombre y el profesor se han puesto a contar en silencio los pétalos que le quedan a una flor cuando nadie la mira. Y han surcado los aires para contar las estrellas que pueden reflejarse en una lágrima...
No se si solo por las madrugadas, tal vez muchas mas veces al dia logran encontrarse.
Un abrazo fuerte, desde la emocion absoluta.
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