31.7.06

Contraluz

El tiempo te sorprende en tu cansancio
mirando las aristas de la tarde.
Y luego, tras la pausa de silencio,
miras por la ventana, soñoliento
el borde de esa pausa,
un repliegue de sombras.
Y no es quizás el alba lo que anhelas,
sino esa posición a contraluz
que define tu puesto contra el día.
Sueñas, piensas, pero eres tu figura.
Esa noble postura que define
lo que es la vida para ti: una espera
de lo que ha de venir, lo inevitable.
No hay quizás nada más:
tu pose recortada contra el alba;
capitán solitario en la cubierta
esperando con frente altiva
el murmullo del día y su amenaza.
El tiempo susurrando su guadaña.

22.7.06

Prisionero

Un día, cuando la mirada sea
firme sobre tu ausencia,
el muro de mi piel se ha de derrumbar.
Un día, cuando el preguntar no sea
el primer paso de una rendición
o el responder no signifique
un punto menos de soberbia,
mis diques saltarán con mis palabras,
tan inútiles ya.
Y un día, cuando indague con mis ojos
las nieblas transformadas del recuerdo
me abrasará tu luz
y una ceguera húmeda
derribará mis ojos
ya sin remedio para siempre en la negrura.
Porque es a veces la presencia
una cárcel mayor de la costumbre
que la ausencia.

(Estaré fuera hasta el día 31. No sé si podré leeros o escribiros en este tiempo. Pasadlo bien mientras tanto)

19.7.06

Aire

Entre el aire y el aire,
tus labios frescos.
Entre los labios nuestros,
el aire escueto.

Fuera el aire mi amor
que te besara
y nunca la distancia
que nos hendiera.
Fuera mi amor el aire
que yo te dejo
para que entre en tu pecho,
mariposa de viento,
como los besos.

17.7.06

Dicha

¿Ser dichoso? Muy poco bastaría,
principalmente si se tiene en cuenta
el sitio en que se ponen los afanes:
la ausencia de dolor,
los amores más densos,
el tiempo que nos calma y enriquece.
El ponerlo muy lejos nos acaba quebrando.
El ponerlo muy cerca nos convertirá en miopes.
Pero el truco que nunca falla es
ponerlo en la ilusión de conformarse
con subir un peldaño cada vez
sin contar de continuo los metros que nos faltan.
Que en el fondo la pena es una dicha
vista sólo del lado inacabado.

15.7.06

De la gloriosa majestuosidad del taco

De acuerdo.
Son palabras que el uso, la historia o el tema han hecho incorrectas y vergonzantes. Unas porque aluden a órganos o funciones estrictamente privadas, otras porque se aproximan peligrosamente a lo religiosamente innombrable o lo políticamente incorrecto. En todos los casos vienen a explicitar impúdicamente lo que decididamente es asunto de alcoba, retrete u oratorio.
Sin embargo, o quizás por ello, sería hipócrita no reconocer con qué majestuosidad y contundencia dichas palabras llenan la boca y liberan las tensiones. ¿Quién de cuantos fueron educados en la cultura del silencio del “eso no se dice” no ha dicho en secreto esas mágicas palabras sólo por probar, como Adán y Eva en el Paraíso, el poder de la ciencia del bien y del mal?
No nos engañemos. Por más que esas palabras –más que palabras, palabrotas- sean relegadas del lenguaje culto tienen una entidad propia que las hace, sobre catárticas, semánticamente imprescindibles: Obsérvese la gradación solemne, la trasgresión del límite, la erección hasta los aledaños del orgasmo verbal de esos grados de comparación con que solíamos dejar boquiabiertos a la pacata audiencia: “bueno, mejor, óptimo y cojonudo; malo, peor, pésimo y jodido...”
Nunca se me olvidará la contundencia con que un alumno mío –algo deficiente el pobre- hace ya bastantes años requirió mi ayuda en un recreo: “Profe. El bola m’a dao una hostia”. Como cabe esperarse de la resignada paciencia de un profesor le dije: “Hombre, querrás decir que te ha dado un golpe”. Pero él, impertérrito, insistió. “No, profe. Primero me dio un golpe, pero luego m’atizó una hostia”. Y es que, claro, lo mires por donde lo mires, no es lo mismo un golpe que una hostia.
Con igual aplomo y no menor sabiduría, un compañero mío de profesión se expresaba así en una reunión de profesores en la que se nos pedía hacer un informe detallado de cada alumno de nuestras respectivas tutorías: “Ningún informe puede ser detallado mientras no pueda escribir de algunos que son unos gilipollas”.
Sinceridad ante todo. Como la fama o el mito transmitido por los alumnos de COU sobre el famoso profesor Miguel “el guarro”, así llamado por la inveterada costumbre de dejar caer la chaqueta al suelo con el sabroso y repetido comentario: “¡Vaya! Tampoco hoy han puesto aquí una percha”. Entre las infinitas anécdotas que se le atribuían estaba esta perla: “No soporto las pijaditas. Háganme una putada gorda, porque las putadas molestan, pero las pijaditas joden”. O bien esta otra: “¡Váyase a la puta calle y cáguese en mi padre, pero, por favor, no dé un portazo al salir”.
La historia de la literatura ha sido constante en valorar hasta el sentido poético del taco. Empecé a descubrirlo cuando cayeron en mis manos las poesías completas, siempre censuradas, de Quevedo o aquellos versos del inefable Catulo expresando su desprecio a sus enemigos: “Pedicabo vos et irrumabo” (Os daré por el culo y por la boca).
No le demos vueltas: un díptero testicular jamás será una mosca cojonera.
Y, ya para terminar, permitidme que os traiga un poema antiguo mío con el que procuraba en su día conjurar con buen humor las amenazas de depresión que con frecuencia nos invaden a los sufridos maestros.

Con cuánta pena, hijo, tantas veces
veo a personas regañando a un niño
que, cuando quiere deponer sus heces
dice: "Profe. Me cago ya y me jiño".

Aprende tú, para que nunca llores
a saberlo decir de mil maneras:
"¿Puedo ir a abonar las lindas flores?
¿a dejar mis entrañas más ligeras?

¿a aliviar las angustias que me aquejan?
¿a expandir la apretura en que ahora yago?"
Pero si ves que ni aun así te dejan,
di: "Me las piro ya, porque me cago".

Hay mucho imbécil suelto por ahí fuera
que por no proferir palabras feas
dirán, si mueren de una cagalera:
"Me abatieron crueles diarreas".

13.7.06

Amada, odiada vida

He sido siempre amable con la vida
acaso porque nunca me ha obligado
a desandar lo andado.
Ha sido equitativa en sus repartos
de alegrías, tristezas y entusiasmos;
de ilusiones, fracasos y esperanzas.
A veces, sin embargo, me ha olvidado
en alguna cuneta del otoño
perdido entre las hojas de la melancolía.
No sé si agradecerle ese despiste
o echarle en cara el gesto altivo
con que muestra que es ella la que manda.

11.7.06

Instantes

Apenas ha pasado nada más un instante.
Como no has de morirte aún,
según parece,
lo dejas escapar vivido apenas.
Si hubiera sido el último,
con cuánto peso habrías pretendido
dificultar su marcha.
Quizás la pena sea
que haya que morir
para entender la vida.

8.7.06

La barca sin pescador

Una hormiga se mueve por el suelo.
Ella no sabe que a tres mil quinientas
veces su altura la contempla un hombre.
Estoy limpiando el suelo y la elimino.
Comprendo ahora la razón
de por qué los humanos
se ponen a kilómetros de altura
para bombardear a otros humanos
y los dioses se van al monte Olimpo
para barrer de vida en vida
a los mortales.

5.7.06

Dos Vuelos

(Que nada oponga su verdad a nuestro vuelo.
Porque a menudo es más importante
la distancia tomada en nuestra huida
que la mentira cierta que nos permite hacerlo.)


(en el tiempo)

Como aquella paloma del arca de Noé
he dejado volar mi pensamiento
hacia el futuro ignoto.
También mi pensamiento ha regresado
sin un lugar amable en que posarse,
sin un sitio de paz entre sus alas.


(En el espacio)

Con un vuelo de mi imaginación
me voy muy lejos, como huyendo
de esta rota ceguera en que me muevo.
Pero otra vez descubro
que en el atroz diluvio de las horas
huir es tan sólo una manera
de ver que no hay lugar en que posarse.

4.7.06

Los besos de Catulo

Isabel Romana me propone adoptar un poema de Catulo y publicar una versión suya con un comentario.
Osado como es uno y dudando entre los preciosos III o CIX y el sugerente V, en que se vuelca en el uso de la palabra basium sobre el clásico osculum, acabo decantándome por este último con una traducción mía poco elaborada por la premura de tiempo, que contiene una pequeña trampa en los tercetos para completar los catorce versos del soneto.

Vivamus mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum severiorum
omnes unius aestimemus assis!
soles occidere et redire possunt:
nobis cum semel occidit brevis lux,
nox est perpetua una dormienda.
da mi basia mille, deinde centum,
dein mille altera, dein secunda centum,
deinde usque altera mille, deinde centum.
dein, cum milia multa fecerimus,
conturbabimus illa, ne sciamus,
aut ne quis malus inuidere possit,
cum tantum sciat esse basiorum

Amemos y vivamos, Lesbia mía.
Y si se quejan los severos viejos
nos importen un bledo sus consejos.
Que el sol salga y se ponga cada día:

no bien marche la luz que antes lucía
dormiremos la noche hasta muy lejos.
Dame cien y mil besos sin complejos
y luego mil y cientos a porfía.

Y otra vez otros miles y otros cientos.
Después de habernos dado muchos miles
habremos confundido a los obsesos

y no podrán contar tantos momentos,
confusos de ese modo los muy viles,
al ser innumerables nuestros besos.


En cuanto a un comentario al poema, cuando se habla de besos no puedo evitar el recuerdo de la impresión que me causó la primera lectura que hice de la leyenda de Bécquer “El beso”. Pero la vida me trajo otra impresión que ahora intento revivir con un poema escrito hace muchísimo tiempo desde un lejano día en Roma herido por lo que hoy es ya el recuerdo de mi primer beso digno de tal nombre.


Escondido para ti,
sólo por que juegues a encontrarlo.

Escondido en mis palabras,
en el seno de una blanca flor
de versos.

Escondido, atado al alma,
lo asomo a mis labios
y por estar en mis labios
se parecería a un beso...
pero, tan hondo, tan hondo...
que quiero que me lo encuentres
para sentirme morir
cuando me lo arranques.

3.7.06

Bienaventuranzas

Dichosos, sí, los dioses complacientes
porque de ellos será el contrato indefinido
de estar sentados a la diestra de Bill Gates.
Dichosos ciertamente los dioses silenciosos
porque con su silencio avalarán
el justo poderío del tío Sam
y se harán acreedores
a un sitio en su paraguas protector.
Bien dichosos los dioses lejanísimos
porque de ellos serán las cuentas en Suiza
a salvo de molestas inspecciones.
Dichoso, tú, oh dios, que votas
siempre a favor de todos los gendarmes
porque estarás del lado de los buenos.
Dichoso el dios del libre y gran comercio
porque suyas serán las stock options
que harán indiscutible su deidad.
Dichosos dioses que seguís sin duda
la irresistible globalización
porque habréis de tener asegurado
el lugar preferente de los dioses.
Dichosos dioses que olvidáis al pobre
porque vuestro será el rostro de los ricos.

Retírate Jesús de Nazaret
y trata de vender mejor tu mercancía.
Después de tantos años,
abandonado incluso por tu oficial iglesia,
ni siquiera has logrado arañar
la más mínima parte del poder
de aquellos dioses adaptados
a las movidas aguas del mercado
a quienes siempre habrán de ser debidos
el honor y la gloria por los siglos
de los siglos, amén.