Un año exactamente hoy del primer escrito mío en este mundo bloguero. Caído, como ya he dicho, por extrañas secuencias de azares en las redes de páginas sugerentes, espléndidas, sinceras, dolidas, curiosas, humorísticas, marginales, didácticas, críticas... dedico, como todos vosotros, parte de mi tiempo a leer, escribir y, con frecuencia, a preguntarme qué es lo que mueve los hilos de este pequeño y gran mundo.
Como todos vosotros leo, perdido por enlaces de los que uno a veces ya no sabe volver, páginas anónimas que me emocionan, intrigan, sorprenden, indignan, provocan y siempre me hacen pensar.
Como casi todos vosotros he lanzado señales de acercamiento, guiños, gestos de aliento, peticiones, alabanzas, huellas sencillas de presencia... de las que a veces ha brotado el gesto de un enlace como signo de amistad, de aceptación de enfoque de la realidad o de agradecimiento por palabras dichas.
En estos doce meses las palabras leídas a veces se han rendido a la cruda realidad de la vida implacable en que el esfuerzo, la falta de tiempo, el cansancio, la tristeza, el desaliento o, sencillamente, el plazo concedido han superado los motivos por los que se escribía.
Mantengo, como es fácilmente comprobable, 60 enlaces, de los cuales 9 se han despedido ya y otros tantos escriben sólo muy de tarde en tarde.
Además, tengo una lista de 70 favoritos por los que paso sin comentar siempre que el tiempo disponible me lo permite.
Seré totalmente sincero si os digo que hay veces en que no se sabe dónde queda la línea entre el placer y el agobio y uno tiene que poner ciertos límites para no verse desbordado. Para mí está claro que, puesto que vine más por mirar que por decir mis límites son los siguientes:
Nunca una lectura pendiente impedirá que me detenga todo lo que me apetezca en otra que me impresione. Es muy frecuente que algunos escritos (o imágenes o músicas) me lleguen muy dentro y me diga entonces que esa sensación hay que apurarla todo lo posible con el sencillo gesto de dejar el reloj y aplazar todo lo demás. Discúlpeseme entonces queden algunos sin comentario.
A pesar de que supero amplísimamente en edad –que no en experiencia- a la casi total mayoría de mis enlaces jamás dejaré de venir a aprender de tantos puntos de vista como se me ofrecen.
No comentaré por cumplir sino tras haber dejado claro todo lo posible que he buceado en lo que entiendo que ha sido cuidadosamente escrito.
Me tomaré esto como una clara señal de comunicación desde el lado de mi personalidad que la vida diaria necesita para ser más plena.
Baste con esto para expresar, por si no quedara claro tras haberme sólo referido a tres enlaces en mi breve serie de recuerdos hace un año, mi reconocimiento a quienes no he mencionado expresamente pero a los que procuro demostrar con mis comentarios día a día mi agradecimiento a sus letras y mi propósito de seguir siendo su adicto lector.
Muchas cosas más se me ocurren.
Pero de ellas confío que hablarán más las obras que las palabras.
Seguiremos.