29.12.06

De la tristeza (sin exagerar)

Doquiera que tus brazos
encuentren sólo aire al abrazar
habita la tristeza.
Quizás incluso la tristeza sea
sólo eso: una ínfima porción
de aire entre tus brazos solitarios.

27.12.06

Posturas

Una postura tuya, tan lejana,
que se te me coloque acurrucada
en mi distancia sepia, tan lejana.
La lejanía tiene la ventaja
de que sólo le llegan las posturas
y no hay lugar para ningún reproche.
Lo malo es esa duda de ignorar
cuánta entrega se da desde su acaso.
Me habré de conformar con la sospecha
de que sospeches tú también conmigo
que yo también estudio mis posturas.

25.12.06

Felicidades



Y
no
fue
puro
canto
vaciar
el alma
sin amor
que forjó
el egoísmo
sino cantar
el alma azul
adormilada ya
por la estrechez
de
ser
un
gris
en
vez
de ser
color.



Saber es ser feliz:
Saber adonde ir. Saber dónde buscar.
Saber dónde se encuentran las estrellas.
Saber ese rincón de nuestras lágrimas.
Saber de cada cosa y de sus vidas...

Soñar es ser feliz:
Las cosas que suceden sólo arañan
las fronteras del miedo de los ojos.
Las cosas que se sueñan con los ojos perdidos a lo lejos
permanecen: el fuego, el mar, la luna, los misterios...

Ser feliz: olvidar.
Borra las sombras de tus ojos. Deja
que se dibuje en ellos el paisaje a que miras
y pon en tus espaldas un olvido
del que solo conserves la huella de tu huida.

Has sabido, soñado y olvidado.

Sé feliz.

22.12.06

Así que eso era también el aire

Era lo nuestro un amor a ciegas, la terca fidelidad con que uno se aferra a lo que necesita, su tacto en mi piel, su caricia al enjugar mi sudor, su lejana mutación en olas de verdura en las altas copas del pinar, su distancia amable al pasar ante mis ojos las formas infinitas de las nubes, sus recuerdos invernales de frío en las llanuras castellanas, su aullido más fúnebre en las largas velas de noches de difuntos...
De repente la sorpresa. Lejos de la fugaz belleza que uno quiere imponer a lo que ya es sabido, iba meditando esas ramplonas ideas con que a veces uno llena el paseo solitario por las calles inclementes de la gran ciudad en que no hay pensamientos más profundos que el precio de los boquerones que va a comprar en la pescadería y el incordio de tener que limpiarlos luego en casa, cuando, tras treinta y cinco días de aire insípido agrietándome las amígdalas y dejándome la lengua y el paladar como un trapo, un dardo fresco de sutil burbuja logró pasar por mis maltrechos orificios nasales aún avaramente a cubierto de inclemencias tras muros de ignotas congestiones.
Lo tomé con el cariño debido a un viejo amigo y le di su merecida bienvenida... cuando ¿qué era eso? Donde uno había pensado que reinaban los aromas con que el otoño obsequia al tierno invierno allí había una extraña mezcolanza de pestíferas emanaciones: gasóleo mal quemado, la fétida alcantarilla, la fritanga de la cocina cercana, un ácido hedor a sudor rancio del grupo abrigadísimo que me precedía, la peste de la esquina usada como efímero urinario por algún ciudadano en apuros...
Creo que la última vez que olí algo a fondo fue en el lejano y más acogedor Madrid de hace treinta y tantos años. No negaré que algún lado bueno tenía. De hecho una vez me quisieron gastar la broma de arrojar una bomba fétida en clase. El gesto de repugnancia de todos delató el osado hecho para dejar paso a la desesperación de una insospechada realidad: la de mi risita vengativa (Je, je. ¡Sorpresa! Como yo no huelo a joderse tocan. Cerrad todas las ventanas y sigamos la clase) . Ese fracaso tras el, ya marcado por la ancestral tradición, del día en que me metieron una lagartija en la caja de las tizas (¡Vaya! ¿Es de alguien esta lagartija? ¿No? Pues entonces me la quedo yo, pero luego no me vengan a pedirla) me inmunizaron contra las bromas ya que no contra la apatía del alumnado y me suministraron un aura de “coleguismo” que pocas veces me ha abandonado.
Pero volvamos al aire al margen del olfato.
Parece que esto va ya por buen camino. Así que aprovecho para comunicarlo a cuantos se han interesado por mi dilatada y lenta recuperación. Confío en que con ello mañana el la agudo del “Glory to God in the Highest (/Haaaaaaiest/)” y el del “and He (/Hi/) shall reign forever and ever” me sean menos traumáticos, más llevaderos a la clara memoria de Händel y más clementes con el osado esfuerzo de cantantes aficionados.
Más vale tarde que nunca.
Y que os toque a todos la lotería.
Yo -como nunca juego- tengo ya cobrado el reintegro.

20.12.06

Bordes

Me detengo callado y de puntillas
mientras estás dormida
ante el líquido azul de tus ojos de mar
por si acaso pudiera arrebatarles
alguna cándida pregunta. Por ejemplo:
¿Algo nuevo en tu lúcida alborada?
¿Me has echado de menos?
¿Tienes hoy algo nuevo para mí?
No te respondería,
pues no tengo respuestas para darte.
Y es que el tiempo que araño a las tinieblas
no suelen ser momentos de encontrarme
sino sólo señales del camino,
mensajes escondidos,
que algún día quizás sin horizontes
pudieran permitirme regresar
a este quieto lugar donde se avista
el faro de tu cuerpo en mis silencios,
los labios de tus ojos en mi piel.

18.12.06

Soliloquio

Me dije niégate a ti mismo y huye:
cuando te afirmes satisfecho y pleno,
cuando te creas ya llegado arriba,
cuando te venza un lastre de obediencia,
cuando seas a ti mismo indiferente,
cuando el alba no abrase tus entrañas,
cuando nada te importe más que tú...

Niégate entonces y huye dignamente
al sitio en el que vuelvas a afirmarte
de nuevo insatisfecho y peregrino,
tenaz desobediente de la aurora
en ascuas siempre ante el dolor ajeno
sin más cansancio que haya de humillarte
que el que cierre tus párpados al terminar el día.

15.12.06

Aquí un rincón amable donde lavar tristezas



Hay que reconocer que a veces los propensos a la poesía nos ponemos pesados como pidiendo constantemente a la tristeza los versos más tristes de la noche. Podríamos con ello dar la sensación de que no hay lugar poético a la risa distendida y al apacible refugio de las manos juntas sobre la intrascendencia.
Nada más falso.
Quizás sea éste el momento, si no de rectificar lo que de hecho fue así, sí de completar lo que un día ya escribí con el homenaje debido a la sonrisa como fuente de poesía.
Apelaré al recuerdo de un antiguo conocido de la época en que ambos frecuentábamos la Facultad y él se derretía en alabanzas de un profesor de indudable aliento poético pero de verso recio y machacón a lo Rubén Darío. En su búsqueda de inspiración literaria para su verbo barroco a veces me sorprendía con preguntas del tenor: “¿No podrías buscarme una palabra que no desdiga de ‘troika’ pero que le vaya bien al ritmo del trote de un caballo?”. O bien: “Sorpréndeme con una palabra ampulosa y pegadiza de no más de tres sílabas”.
Era notoria su capacidad de escribir artículos tremendamente sonoros pero absolutamente horros de contenido según él mismo confesaba: “No quiere decir nada, pero ¿a que suena bien?”.
Su extraña personalidad era una combinación de una voracidad sin límites –incomprensible para su extrema delgadez- que podría resumirse en una de sus frases gloriosas: “De una paella sólo temo la terrible equivocación de no acertar con el tenedor en la boca porque me taladraría el carrillo de parte a parte” y una habilidad ilimitada para sorprender con lo inesperado en medio de una conversación: “¡Qué asco! Acabo de imaginarme una caja de zapatos bullendo de cucarachas” o en medio de una visita a una catedral en la que unos trabajadores reparaban una cornisa altísima: “¿A que le sentaría fatal a uno de esos obreros si perdiera el equilibrio y se precipitara en el vacío con un gran grito que yo le dijera :’No grite por favor. Este es un lugar de oración?” o la interrupción de una discusión o un paseo con una frase inesperada: “Silencio, por favor, necesito un minuto para disfrutar del roce de los dedos con el forro de esta chaqueta”.

No estaba loco por más que lo pareciera y es probable que aún, con permiso de su hígado, ande por ahí rebuscando sorpresas entre copa y copa o entre comida y comida.
Confieso que a veces, en busca de inspiración para un poema, me pierdo en su recuerdo para tratar de encontrar una salida absurda e intrascendente a la rígida secuencia de conmociones anímicas que se me agolpan en su previsible cotidianeidad.
Así que hoy, en su memoria de estatua pertinaz señalando hacia el absurdo, el juego intranscendente de palabras sin tristeza ni desgarros, ni odios ni amores, pero con el juego de la duda de la duda como juego:

Alguien dijo:
Sólo el tonto
mira hacia el dedo
cuando señalas
una
flor.
Pero yo digo:
Sólo el tonto olvida
que el señalar es el
arte
de saber enseñar la flor.

13.12.06

Presencias

Cuando no esté contigo porque ya me haya ido
de nada servirá que acudas al pasado,
que recuerdes mi cuerpo tan ausente
o que llores inútiles errores.
Quizás sea mejor que vuelvas algún día
en que me eches de menos
a la honda belleza que juntos admiramos:
aquel atardecer, aquella música,
aquel pasado que ambos compartimos.
Tiende tu mano allí donde quedó mi mano,
tu mirada donde clavé la mía
y mira lo que juntos contemplamos.
Yo nunca lo sabré, pero tú acaso
sientas como caricia la pasada emoción
de nuestros ojos juntos
y como compañía
el roce no olvidado entre los dedos
y el estremecimiento
de un tempo y un espacio derrotados
por los lazos eternos del pasado
vivo en el recuerdo irrevocable
inmortal ya por fin como quisimos.

11.12.06

Vencedores y vencidos

"Cuatro" - dijo un mediano a un enano.
"Ahora te toca a ti. Si sacas tres
tú pierdes por sacar menos. ¿Lo ves?
Si sale otra vez cuatro también gano,

¿acaso no empecé? Pues soy la mano.
Pero si sacas seis...Ahora al revés.
El cuatro antes que el seis. Yo gano, pues".
Y entonces el gigante: "¡Idos al guano!"

Gano yo, que saqué anteayer un cinco.
Y si os parece mal...pues os la hinco.
¿Verdad que es fácil esta adivinanza?

Que no hay razón que venza en la disputa
si alguien razona con la fuerza bruta.
Quédete tu razón como venganza.

(Risa sardónica del perdedor haciendo un corte de mangas al que venció pero no convenció)

8.12.06

Otro

Nosotros no queríamos,
pero en la superficie exenta de estridencias
se agrandaron fatales ciertos modos
de ser y de ofrecer.
El caso es que la vida nos ha hallado
en la ventana incierta en la que somos otros
y en la parada turbia de la nostalgia de otro.
Nosotros no queremos,
pero desde este otro que ya somos
miramos a aquel otro con quien vamos
buscando en el recuerdo la juntura
por la que se ha clavado la distancia.
Desde el vértice aquel en que éramos nosotros
apenas hoy llegamos
a tendernos la punta de los dedos.
Desde el otro que ahora somos
nos queda a duras penas
el tiempo justo para la convergencia.
Quiera el cielo que hallemos nuestro rostro
cuando aún haya tiempo de encontrarnos.
Quizá el otro del otro sea el uno
y volvamos en paz con lo que somos
y con lo que esperamos
la página final de nuestro libro.

6.12.06

Dibujándote

Me ha costado borrarte
para buscarte a tientas otra vez.
Te he pedido el silencio de tus manos,
el hueco de tus ojos
y el deseo de ser reconocido.
Te he invadido por dentro
en busca del encuentro
que a veces grita por su ausencia.
Nada más necesito que tus manos
y el recinto desnudo
del alma en que yo busque,
volverte a dibujar como hace tiempo
y dejarte por dentro
el rastro de una huella
que delate mi paso por tus venas.
Nada notarás cuando me haya ido.
Pero acaso resuene tu mirada
en el eco de un verso
y sepas que algún día te he buscado
tan sólo por borrarte y dibujarte.

4.12.06

Todos iguales, pero algunos más que otros.

Tras la cena a las ocho y hasta la medianoche de la última visita de la enfermera la velada se prometía larga y aburrida en la habitación doble del gran hospital.
Es efímero el contacto entre dos personas a los que el azar hace compartir una intimidad forzosa que en su versión libre ya quisieran para sí las más profundas amistades.
Tras un educado saludo y las preceptivas preguntas sobre dolencias, intervenciones, síntomas y previsiones el silencio parece morder con su sospecha de acritud los momentos en que ya ni el tiempo puede llenar los intervalos huecos.
La prudencia, que rehuye hablar de política o creencias con los distantes, no impidió la caída en la familia, los hijos, la profesión... Y aquí, tras saber que él, padre de dos hijos pequeños, se dedicaba a las frías labores administrativas de una oficina de banco, le comento mi dilatada dedicación de cuarenta años a la enseñanza. Sobre la importancia de la misma él, naturalmente, tiene firmes convicciones:
“Tengo un Colegio Público al lado de casa, pero en cuanto vi que estaba lleno de negros, gitanos y moros busqué otro más selecto y logré meter en él a mis hijos con la ayuda de amigos influyentes”
Como ese selecto Centro, gratuito concertado, pertenece a una Congregación Religiosa, le comento con disimulada ingenuidad:
“Claro. Tú prefieres un ideario religioso católico”
Pero él replica:
“A mí la religión me importa un bledo y los frailes me resultan más bien antipáticos, pero menuda diferencia de alumnado e instalaciones entre éste y el Público...”

Yo ya sé por donde no debo seguir. Me callo, a la espera ya de que el sueño me aquiete, y dejo que mis recuerdos me lleven por un momento a una pasada reunión del Comité de Escolarización de Zona. Allí un frailecillo menudo y vivaracho, ante la afirmación del ponente de que había que evitar la concentración de emigrantes en los Centros Públicos y abrir a ellos más los Privados Concertados, interviene diciendo que lo importante es la libertad de elección de Centros por parte de los padres. Y luego, por lo bajo, me dice que ellos se las arreglan para no admitir a los inmigrantes dando astuta preferencia a los mejores (“el día que demos presencia a los peores ya podemos despedirnos del prestigio que tenemos”).

Mi colegio es también Privado Concertado, pero laico y situado en una zona deprimida. Son ínfima minoría los españoles integrados y mayoría los marginados e inmigrantes. Los que allí trabajamos sabemos mucho de ambientes difíciles, familias desintegradas y explotadas, alcoholismo y violencia. No nos faltan alumnos. La Comisión de Escolarización nos va mandando sin demasiada pausa alumnos problemáticos –expulsados incluso de Centros Públicos- que nunca encuentran plaza en los selectos porque siempre están ya llenos.

Cuando, al día siguiente, me dicen que no me pueden operar porque el anestesista se marcha a las tres y no hay suplente no me extraña oír a mi acompañante: “¿Lo ves? Si es lo que yo te decía. El dinero de todos se lo gastan con los inmigrantes”...

Y cuando vuelvo al día siguiente al Colegio todo sigue igual: le pido a una alumna filipina que vaya a consolar en tagalo a una pequeñita de tres años que no para de llorar, trato de traducir para la profesora las fichas en euskera del ecuatoriano que acaba de llegar de Bilbao y no tiene dinero para comprar otro material, me reúno con todos para encontrar solución al caso del alumno de once años –expulsado ya de otros dos Centros- que ha agredido a una profesora ...

Al final la vida sigue. Ignorando los problemas que acaban marginando a algunos hasta la delincuencia, la droga, la muerte incluso...
Y me reafirmo en que muchas veces una pretendida libertad viene a ser algo justo sólo para algunos e injusto para otros.
Lo cual es, en el fondo, muy poco justo.

1.12.06

Sorpresa

Al rasgarse la noche con el cuchillo claro de la aurora yo me abro también como sorpresa de una carta venida de muy lejos.
Y a veces por los ojos trepan ciegos latidos de tormenta, negras lavas que saben como arcada de borracho.
Sólo hay un camino de máscaras para guardar la dignidad del paso sin delatar esa traición en que caímos.
Sólo en esos momentos, como pañuelo que el destino nos presta para cubrir las lágrimas sin ira, descansamos en sueños que alguna vez rozaron nuestros párpados en días gratos como el césped: una lenta burbuja de esperanza que vuela como pompa de jabón desde el cielo escondido de los ojos y nos deja su rastro como un sueño cumplido.
En nuestras manos nunca está escoger, está sólo apuntar el poso de sabor de su sorpresa.
Constatar que unas veces la noche se hace trizas y otras desmaya su cabeza en los rizos del alba.